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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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siempre que se toma arduamente, reclama. 6 Pero como ya dije lo que pretendía decir sobre ellos, y<br />

puesto que estas conferencias eluden expresamente las costumbres de las primitivas religiones y las<br />

cuestiones derivadas, pasaré del tema del sacrificio al de la confesión.<br />

En lo que respecta a la confesión también seré breve al máximo, y hablaré desde una<br />

perspectiva psicológica, no histórica. No tan extendida como el sacrificio, corresponde a un estadio del<br />

sentimiento más íntimo y moral; es parte del sistema general de purgación y purificación que creemos<br />

precisar para situamos en una relación correcta con la deidad. Para quien confiesa, las imposturas<br />

desaparecen para dejar paso a la autenticidad; ha exteriorizado su podredumbre. Si realmente no logra<br />

desembarazarse de ella, al menos no la disimula todavía más con una hipócrita exhibición de virtud -al<br />

menos vive sobre una base de veracidad. La completa decadencia de la práctica de la confesión en las<br />

comunidades anglosajonas parece difícil de justificar. La explicación histórica, desde luego, es la<br />

reacción contra el papado, ya que en el papismo la confesión iba unida al castigo y la absolución y otras<br />

prácticas inadmisibles. Pero por el lado del pecado vemos que la necesidad habría de haber sido más<br />

perentoria para justificar un rechazo tan sumario de su satisfacción. Podría pensarse que la valva del<br />

secreto debería haberse abierto todavía más, para que el absceso reprimido reventase y así sanara,<br />

aunque la oreja que escuchara la confesión fuese indigna. La Iglesia católica, por razones utilitarias<br />

obvias, ha sustituido por la confesión oral secreta el acto más radical de la confesión pública. Nosotros,<br />

protestantes de expresión inglesa, por la general autoconfianza e insociabilidad de nuestra naturaleza,<br />

parece que ya tenemos bastante con la sola presencia de Dios en nuestras confidencias. 7<br />

El próximo tema que me interesa comentar es el de la plegaria -y esta vez lo haré con menor<br />

brevedad. Hemos oído, últimamente, hablar bastante contra la plegaria, en particular contra las rogativas<br />

que solicitan un mejor tiempo o la curación de los enfermos. En lo que respecta a la plegaria<br />

por los enfermos, cuando ningún consejo médico puede considerarse definitivo, ocurre que, en<br />

determinados ambientes, la plegaria puede contribuir a la recuperación, y debería ser estimulada como<br />

medida terapéutica. Siendo un factor de salud moral en la persona humana, su omisión resultaría<br />

perjudicial. El caso del tiempo es diferente. No obstante la creencia opuesta, 8 todo el mundo sabe hoy<br />

que las tempestades y las sequías resultan de antecedentes físicos, y que las apelaciones morales no<br />

pueden alejarlas. Pero la plegaria reiterativa sólo es una fracción de la plegaria, y si tomamos la palabra<br />

en el sentido más amplio, que significa toda clase de comunión o conversación interior con el poder<br />

reconocido como divino, podemos ver fácilmente que la crítica científica no le atañe.<br />

La plegaria, en este sentido amplio, es el alma y la esencia de la religión. «Religión - escribe un<br />

teólogo liberal francés- es un intercambio en el que un alma angustiada entra en una relación consciente<br />

y voluntaria con el poder misterioso de quien siente que depende, y respecto al cual su destino es<br />

contingente. El trato con Dios se establece por medio de la plegaria, la plegaria es la religión en acto; es<br />

decir, la plegaria es la religión real. La plegaria distingue el fenómeno religioso de fenómenos<br />

similares, tales como el sentimiento puramente moral o estético. La religión no será nada si no es el<br />

acto vital por el que la inteligencia entera busca su salvación aferrándose al principio del que extrae la<br />

vida. Este acto es la plegaria, término por el que yo no entiendo ningún vano ejercicio verbal, ninguna<br />

repetición determinada de específicas fórmulas sagradas, sino el propio movimiento del alma que se<br />

sitúa en relación de contacto personal con el poder misterioso que percibe presente -puede<br />

manifestarse, incluso, antes de tener un nombre con que invocarlo. Cuando falta esta plegaria interior<br />

no hay religión. Por otra parte, siempre que esta plegaria estimula y conmueve el alma, aun en ausencia<br />

de formas o de doctrinas, tenemos presente la religión viva. De aquí se deduce por qué la llamada<br />

6 Cf. cap. citado.<br />

7 Una discusión más completa sobre la confesión se encuentra en la excelente obra de Frank GRANGER, The Soul of a<br />

Christian, Londres, l900, cap. XII.<br />

8 Ejemplo: «El pastor de Sudbury, que asistía a la conferencia del jueves en Boston, oyó que el clérigo oficiante rogaba para<br />

que lloviese. cuando el servicio terminó, se dirigió al peticionario y dijo: "Vosotros, pastores de Boston, tan pronto como un<br />

tulipán se mustia en vuestra ventana, vais a la iglesia y rogáis fans que llueva hasta que Concord y Sudbury quedan<br />

inundadas. "» R. W. EMERSON, Lectures and Biographical Sketches, p. 363.<br />

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