09.05.2013 Views

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

hacía también reuniones sociales con otras mujeres de Cafarnaúm y comentaban las últimas<br />

noticias, los acontecimientos de aquel pequeño pueblo, que se estaba haciendo grande, y los de<br />

toda la región de Galilea y de Judea. Cuando volvían los peregrinos que habían estado en<br />

Jerusalén a celebrar la Pascua u otras fiestas, las noticias de Dios se contaban en la sinagoga,<br />

pero las noticias de los hombres y de las mujeres, de los romanos y de los judíos, de los palacios<br />

que se estaban haciendo nuevos, o de las fincas que se había comprado cada uno, de los últimos<br />

perfumes y las últimas telas del oriente, esas noticias y alguna otra más íntima de la vida<br />

privada de la gente, se comentaban por las mujeres principales del pueblo, en la sala grade de la<br />

casa de Jairo, donde su esposa era anfitriona generosa. La niña con su gracia, era siempre una<br />

atracción añadida y obligada de todas las mujeres, que daban irremediablemente su opinión<br />

relativa a la crianza y a la educación conveniente. La niña odiaba aquello. Tenía que soportar<br />

constantemente todas las inspecciones de ropas, de limpieza, de palabras y de modales, del<br />

estado de su crecimiento físico, o de su memoria prodigiosa para los versos, los salmos, y la<br />

Biblia entera, le gustase o no.<br />

Cuando aquel fenómeno social de un nuevo Maestro, un hombre íntegro de Dios, llegó a la<br />

playa, la muchacha estaba ya enferma. Maruja sabía dónde estaba el origen de la dolencia, y que<br />

la niña se estaba haciendo mujer. Al complicarse el proceso natural, tuvieron que sufrir durante<br />

varios meses aquella “enfermedad” que las dejó, a ella postrada, y a la niña muerta. Jairo estaba<br />

tan ocupado con las cosas de Dios y de la sinagoga que no se enteró casi de nada. Fue ella,<br />

María, la madre conocida de todos en su pueblo y anónima en el evangelio, la que arrostró las<br />

decisiones de lo que debía hacerse, de a quien tenían que llamar, de dónde comprar remedios, y<br />

de cómo administrarlos. Aunque todos querían ayudar, fue la etapa más sola de su vida, y no<br />

porque faltara buena gente a su lado, sino, porque nadie aportaba remedio efectivo de salud<br />

para su hija, nadie la aliviaba del peso de su corazón. Suspendió todas las reuniones sociales<br />

con amigas, suspendió las visitas a cualquier parte que no tuviera relación con médicos o<br />

fabricantes de remedios. ¡Ni siquiera a la sinagoga acudía! Y Jairo, sin enterarse de lo que<br />

pasaba. Incluso le había regañado por su enfriamiento en la piedad. Y es que el corazón de una<br />

madre, encadenado a la enfermedad de un hijo, es la celda más aislante y el escondite más<br />

severo que puede darse a nadie. Todos, incluso su marido, decían comprenderla, pero ella sabía<br />

en su interior que nadie la entendía. Curiosamente, por el contradictorio social que suponía, la<br />

única que vibró con ella en aquel episodio de su vida, fue su antigua amiga Berniké. El propio<br />

sufrimiento les había dado a ambas capacidad de escucha en lo profundo. Las dos sabían del<br />

sufrir buscando médicos, remedios, superando fracasos y engaño. Berniké ya era una maestra.<br />

Sabía del tormento de vivir entre todos aquellos horrores de la ciencia, y en los pocos momentos<br />

que pudieron verse las dos viejas amigas, María sintió el alivio de que alguien entendía, no de<br />

remedios químicos, sino del propio dolor del corazón que sufre más por otro que por sí mismo.<br />

* * *<br />

El primer encuentro de aquella Maruja con Jesús no era reciente. Al encargar los muebles de su<br />

casa nueva, hacía ya quince años, José, el famoso Naggar de Nazaret, estaba enfermo, y cuando<br />

lo llamaron para hacer muebles, ventanas y puertas a medida, como no pudo ir él y envió a su<br />

hijo, del que se decía ser más artista que su padre, e incluso mejor en el diseño novedoso, en la<br />

talla y en el acabado de los muebles finos. El muchacho, que tenía apenas dieciocho años,<br />

además de carpintero, era un buen mozo que impresionó a todos en la casa por su figura y por<br />

su silencio. Pero cuando habló de su trabajo, después de mirar y medir todo lo que se le<br />

encargó, convenció por la seguridad de sus conceptos al tratar de los muebles, y de todo lo<br />

relacionado con la calidad de la madera. Al cabo de unos meses, volvió a Cafarnaún a colocar<br />

todo su trabajo. Era perfecto. En el ajuste, en al acabado y en el diseño de los muebles. Pero lo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!