09.05.2013 Views

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

superficie formadas por algunas corrientes profundas, semejaban caminos, pero no rompían la<br />

calma. A lo lejos se veía venir ya la barca de Pedro con los muchachos remando despacito,<br />

porque no soplaba brisa alguna. Zebedeo no se extrañó de que avanzaran tanto, con unos<br />

golpes tan lentos de remo, y una línea de flotación tan alta. No necesitaba que nadie le diera la<br />

noticia, esa noche no habían pescado nada.<br />

Y fue en ese momento cuando apareció aquel hombre vestido con túnica y manto sencillos, de<br />

blanco, mirando a lo lejos sobre el horizonte que empezaba a iluminarse con la tenue claridad<br />

que se multiplicaba en mil puntos de luz, al reflejarse en el lago sereno. El viejo pescador lo vio<br />

levantar la cabeza hacia el cielo y hacer un gesto como el que huele el aroma que viene del mar.<br />

Vio también aparecer en la playa, detrás de él, un gentío tremendo que al principio se le<br />

antojaron sombras, y después comprobó que era gente. Casi todo el pueblo estaba allí, mezclado<br />

con gentes de otros sitios. Seguramente, pensó el viejo pescador, se había corrido la voz de que<br />

Simón, Andrés y sus propios hijos estrenaban las redes de Eliú, y habían venido a comprar<br />

pescado en la luna del desove.<br />

-¡Ya vienen los muchachos Zebedeo!, le dijo aquel hombre. Toda la noche han estado en la brega<br />

y no han pescado mucho. Pero no te preocupes ya más, yo los ayudo. Prepárate a escuchar y a<br />

ver.<br />

Zebedeo se quedó cortado ¿De qué lo conocía? ¿Quién era aquel hombre? Pero no le preguntó<br />

nada, solo se atrevió a decirle: -¿Quieres desayunar? Y el hombre aceptó.<br />

Entraron juntos en la choza de cañas y paja de la playa donde Salomé ya había preparado algo<br />

de comer para Zebedeo y los pescadores que volvían. Y allí desayunando, supo el anciano que<br />

aquel joven se llamaba Jesús, que era de Nazaret, que era carpintero, que estaba comenzando a<br />

realizar la importante misión que le había encomendado su Padre de lo alto, y que pronto en su<br />

propia familia habría un cambio de planes. Por la forma de decirlo, Zebedeo pensó que aquel<br />

hombre tenía algo de profeta, y que los cambios que le anunciaba tenían que ver son sus hijos.<br />

Quizás por fin alguno de ellos se iba a casar y le iba a dar los deseados nietos.<br />

Cuando terminaron de comer el pan tostado, mojado en aceite virgen, y un buen tazón de leche<br />

de cabra con un poco de queso, salieron de nuevo a la playa. La barca de Simón estaba ya<br />

tocando la orilla, y el sol amanecía sobre el lago, rojo de su luz.<br />

Atracó la barca y la gente se agolpó sobre ella. La decepción fue enorme. ¡No habían pescado<br />

nada! Ni siquiera para su almuerzo propio. Toda la noche faenando, en la brega, y ni siquiera<br />

un pez. ¡El lago ya no era lo de antes, ni abril era el mejor mes para la pesca!—farfulló Zebedeo,<br />

gesticulando mucho con la manos por encima de su cabeza, y dirigiéndose a un muchachito<br />

paralítico que dormía al amparo de las otras barcas en la playa.<br />

Lentamente, con cara de fracaso, Simón y sus acompañantes empezaron a sacar las redes<br />

nuevas y los aparejos.<br />

Santiago y Juan, sin decir palabra al salir de la barca, vieron a su madre en la puerta de la<br />

cabaña, y se fueron hacia ella para desayunar, pero antes saludaron de una forma especial, con<br />

un beso, a aquel profeta de Nazaret. Zebedeo comprendió que ya se conocían, y que allí había<br />

una relación distinta de lo que había visto hasta ahora. No eran socios, ni amigos, ni había trato

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!