09.05.2013 Views

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

lo estaba llevando a la puerta de ese camino de recuerdos, que el ciego conocía mucho mejor<br />

que los que tienen ojos sanos.<br />

Según contaba luego, fue más impactante para él aquella apertura de los ojos del alma a la luz<br />

que comprendía el milagro, que la misma luz física del sol que iba a volver a ver un momento<br />

después. Aquella luz de dentro se concentró de pronto en una voz muy cálida que le llegó al<br />

oído, y le dijo:<br />

-- "¿Qué quieres que te haga, Bartimeo?".<br />

El ciego, especialista en voces, reconoció la voz madura ya, que había escuchado en flor hacía<br />

veinte años, de un niño perdido en el camino, y que a sí mismo se llamó ‘camino’. Igual<br />

seguridad, el mismo ritmo, y aquella impostación en el velo del paladar con resonancias dulces<br />

en las fosas nasales, tan difícil de encontrar en los pueblos del lago, que con voz aguardentosa,<br />

hablaban en la garganta y no con la garganta. Bartimeo no lo dudó un momento, y echando<br />

mano de toda su técnica en pedir, imitando como pudo la misma cadencia serena de la voz que<br />

le estaba preguntando, respondió:<br />

-"Maestro, ¡que vuelva a ver!".<br />

Como la estratagema cumbre de su argucia que casi nunca fallaba, se dejó caer además de<br />

rodillas al suelo, levantó las manos, y al encontrar el manto de Jesús, se tapó con el la cara.<br />

Solo Bartimeo sabe lo que pasó cuando sintió aquel bálsamo de luz que restauró sus ojos, y<br />

que no solo fue tacto, sino olor de sus vestidos y de su cuerpo, y sabor como de sus propias<br />

lágrimas saladas que le inundaron también el paladar. Fue como si una fuente de agua le<br />

brotara en los ojos, y le chorreara por la cara hacia fuera, y por la garganta hacia dentro.<br />

Aunque su curación la contó miles de veces hasta el final de su vida, nunca pudo precisar<br />

cuanto tiempo duró su experiencia con el manto de Jesús sobre la cara, y la mano del<br />

carpintero taumaturgo sobre su cabeza. Los que estaban allí pensaron que solo fueron unos<br />

segundos, pero Bartimeo decía estar seguro de haberse metido en una eternidad. Los que<br />

estaban en el camino, vieron la cara sonriente de Jesús que, con sus ojos entornados, puso fin<br />

a la escena. Levantó al ciego, y le dijo:<br />

-"Anda, levántate, tu fe te ha curado".<br />

Bartimeo soltó el manto de Jesús, y puesto en pie no se atrevía siquiera a abrir los ojos. Los<br />

sentía bañados de agua, y que algo duro como unas escamas habían caído de ellos, pero ya no le<br />

escocían ni los sentía hinchados como de costumbre. Muy despacito los fue abriendo, pero<br />

enseguida los volvió a cerrar con fuerza, porque lo que él recordaba como un rayo de sol le<br />

inundó las pupilas. Los que estaban muy cerca de la escena, vieron que arrugaba la cara<br />

apretando los ojos y la boca, pero no imaginaron la razón verdadera, porque el sol de aquella<br />

mañana de Jericó en primavera, estaba naciendo a la espalda de Bartimeo, y dándole de lleno en<br />

el rostro a Jesús, que estaba frente a él. Lo que realmente obligó a Bartimeo a cerrar sus ojos,<br />

-contaba mucho tiempo después- fue la mirada de Jesús, que reflejaba ciertamente el sol<br />

naciente, pero que en sí misma, cargada de su amor, era más impactante que el mismo sol de<br />

abril.<br />

Jesús no dijo nada más. Recogió su manto y reemprendió el camino. El hijo de Timeo quedó con<br />

lo ojos abiertos, viendo pasar la gente por su lado más de una hora, y así en silencio estuvo,<br />

hasta que le pasó la sorpresa, se hizo el fuerte, y viendo y viéndose, seguía a Jesús por el<br />

camino. Ni siquiera volvió a por su manto, que seguramente se lo apropió el otro mendigo que<br />

lo acompañaba para aprender de él.<br />

Hasta que Dios le pidió a él las cuentas de su vida, su magnífica técnica de pedir, fue<br />

aprovechada por la iglesia naciente. Cuando Jesús resucitó de entre los muertos, Bartimeo, otra<br />

vez llamado Joset, enseñaba a los nuevos creyentes a dirigirse al propio Maestro redivivo y

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!