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Descargar libro - Manuel Requena

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probablemente le llevaría toda la vida eterna que pedía. Eso pensaba el joven, y en su<br />

arrogancia juvenil de rico, hasta razón tendría. Por eso no habló más, pero se puso a pensar y a<br />

medir. Quizás sería más fácil repartir directamente todo lo que tenía entre los pobres y los<br />

niños, como los que tenía Jesús sentados en su rodillas y abrazados….!<br />

Y es que su hora de llamada había llegado, pero no su hora de respuesta. No habían coincidido<br />

llamada y respuesta. La llamada es un regalo de Dios, pero la respuesta, en su forma y tiempo<br />

personales, también lo es. Quizás ambos momentos necesitan una preparación, y Nicolás recibió<br />

el don de la llamada, antes o de otra forma que el de respuesta. Si hubiera aceptado<br />

inmediatamente, posiblemente habría sido el apóstol número trece., porque el reclamo fue el<br />

más imperioso que hizo Jesús: “Déjalo todo. Vende, reparte y vente conmigo por el camino, sígueme”.<br />

Y todo ello envuelto en una enorme mirada de amor. Los Apóstoles, con solo la llamada,<br />

-siempre según el relato del evangelio- lo dejaron todo y le siguieron, aunque tampoco tenían<br />

mucho. Pero Nicolás no era tan rápido en resolver, sobretodo si la respuesta tenía un contenido<br />

económico importante. Pensaba y balanceaba siempre sus decisiones varios días con sus noches,<br />

antes de decidirse. Y era más cauto aún cuando había una implicación afectiva personal por<br />

medio. Por eso no se había casado, ni pensaba hacerlo todavía. Sus negocios, sus padres<br />

ancianos, y sus amigos de la alta esfera económica de Jerusalén, eran su vida, y en ella se movía<br />

como pez en el agua.<br />

Así esbozó tiempo después su amigo Marcos, también rico desde joven, aquel encuentro de<br />

Nicolás con Jesús. No dice su nombre, pero dibuja perfectamente su persona.<br />

Al salir Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante Él y le preguntó: -"Maestro<br />

bueno, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?".<br />

Jesús le dijo:<br />

-"¿Por qué me llamas bueno? El único bueno es Dios. Ya conoces los mandamientos: No<br />

matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no estafarás,<br />

honra a tu padre y a tu madre".<br />

Él dijo: -"Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud". Jesús lo miró, lo amó, y le dijo:<br />

-"Te queda una cosa que hacer: Anda, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y<br />

tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".<br />

Ante estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste, porque poseía muchos bienes.<br />

Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos:<br />

-“Qué difícil es entrar en el reino para los que tienen riquezas!”<br />

(Mc 10,17-23)<br />

* * *<br />

Por lo que nos cuenta el Evangelio, parece que acabara ahí la historia religiosa de aquel joven y<br />

rico comerciante. Incluso para muchos es el ejemplo de los que llamados, no quieren seguir a<br />

Jesús por el amor al mundo y al dinero. Pero no fue así. El contacto de Nicolás con el misterio de<br />

amor de Jesús, acababa de empezar. La mirada del Maestro se le hizo semilla que floreció en su<br />

tiempo, cuando llegó el momento de cumplir su mandato. Lo que era difícil para el hombre, se<br />

hizo una obra esplendente con la gracia de Dios, y se hizo reino. Es difícil entrar en ese reino a<br />

los que tienen riquezas, pero “todo es posible para Dios”. Así resumió Él aquel encuentro, y<br />

en realidad fue un como el anuncio de que aquel joven rico maduraría pronto. Quizás no por<br />

él mismo y sus obras, pero si por el amor de Jesús, que sembró en su mirada y el poder<br />

inmenso de Dios. Entonces sí entraría en el reino.<br />

Así lo entendió Pedro que con celillos dijo: “Y nosotros que lo hemos dejado todo qué vamos a

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