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Descargar libro - Manuel Requena

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Desde el mediodía se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde. Y hacia las tres de la tarde<br />

Jesús gritó con fuerte voz:<br />

-"Eloí, Eloí, lemá sabaktani", que quiere decir: "¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has<br />

abandonado?".<br />

Algunos de los presentes, al oírlo, decían: "Mirad, llama a Elías".<br />

Uno fue corriendo a buscar una esponja, la empapó en vinagre, la puso en una caña y le dio a<br />

beber, diciendo: "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo".<br />

Pero Jesús, lanzando un gran grito, expiró.<br />

(Mc 15, 33-37)<br />

Anónimo pero en el centro de la escena del drama más sublime. Desde que crucificaron a Jesús,<br />

hasta el momento de la muerte todos los que intervienen, son parte de esos desconocidos que<br />

solo se presentan en plural, como "gente", pueblo, sumos sacerdotes, escribas, soldados, o<br />

simplemente ‘algunos presentes’, que parecen hablar y moverse todos a la vez, todos a una,<br />

porque en realidad lo que Marcos expresa son sentimientos y actitudes comunes a todos los<br />

hombres, para enmarcar los gestos individuales y hacerlos comprensibles. En toda esa escena,<br />

solo singulariza Marcos, como suele hacer cuando conoce al personaje, a "uno de los presentes",<br />

uno que fue corriendo a buscar una esponja y, empapándola en vinagre, la sujetó a una caña<br />

ofreciendo de beber a Jesús y diciendo: ¡Dejad vamos a ver si viene Elías a salvarlo! Los<br />

pequeños detalles nos dan a veces el auténtico sentido de las cosas, y darle agua con vinagre a<br />

un sediento por la deshidratación del desangramiento, no es exactamente un acto de crueldad,<br />

sino todo lo contrario.<br />

Parece más lógica la versión de Mateo, que al anónimo hombre del vinagre, la esponja y la caña,<br />

no le hace decir nada. Cuando Jesús llamó a su Padre: “Eloí, Eloí…”(Salmo 22,2 Dios mío, Dios<br />

mío, ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, no acudes a salvarme;) aquel hombre sintió<br />

compasión, empapó una esponja, la sujetó a la caña, la acercó a la boca de Jesús para que<br />

bebiera, y fueron ‘los otros’ que estaban allí los que dijeron, “¡Deja, deja! A ver si viene Elías a<br />

salvarlo”. Es decir, regañaron al que había tenido compasión, para que el crucificado no tuviera<br />

consuelo alguno que no viniera del cielo al que invocaba.<br />

Marcos es más crudo, menos lógico, porque lo que allí estaba pasando no tenía lógica alguna.<br />

Los que estaban de pie, mirando, querían ver un milagro hasta el final, o quizás el mayor<br />

martirio que habían presenciado nunca. El hombre que tuvo compasión, dijo según S. Marcos<br />

una incongruencia, pero algo tenía que decir para acercar la esponja refrescante a los labios del<br />

crucificado. No tiene sentido alguno que para “ver si venía Elías a salvarlo”, le diera de beber.<br />

Pero tampoco lo contrario lo tiene. De hecho, Jesús rechazó el vinagre y al momento, dando una<br />

gran voz y entregó su espíritu.<br />

Sin saberlo siquiera, ni él ni ninguno de los presentes, la acción de aquel hombre había sido<br />

vista hacía mucho tiempo por un salmista que cantó: "en mi comida me echaron hiel, para mi sed<br />

me dieron vinagre..."(Salmo 69,22) porque la vida de Jesús era el objeto de toda la Escritura.<br />

Pero el hombre de la caña y la esponja no sabía nada de los salmos. Ni mucho menos que<br />

podían referirse a aquella piltrafa humana que pendía de la cruz. Podía pensarse que al salmista<br />

profeta hubiera visto aquel momento con todos sus pormenores cuando escribió su salmo, pero<br />

lo más seguro es que lo sintetizara de la misma vida, simplemente mirando a los pobres. El<br />

sufrimiento de los pobres de cualquier tiempo, puede inspirar un canto semejante, y Jesús<br />

estaba viviendo y resumiendo en sí, todas las vejaciones, ahogos, sed, aflicción y amarguras que<br />

sufren los pobres en todos los tiempos.<br />

La coincidencia de la Escritura profética con la vida de Jesús, puede explicarse, porque su vida<br />

de hombre estaba cumpliendo un programa diseñado desde antiguo. También puede<br />

entenderse que los salmistas, con visión profética, estuvieran viendo su momento, sus actos, y

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