Descargar libro - Manuel Requena
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contacto de aquella manó, hasta Miriam sintió la descarga de calor humano que recorrió el<br />
cuerpo de su hijo. El muchacho abrió los ojos, y aunque todos pensaban que iba a derrumbarse<br />
cuando, ya en pie, Jesús lo soltó de su mano, se mantuvo derecho. El color empezó a volver a su<br />
cara, que tomó ahora un tono sonrosado, con los pómulos rojos, como si hubiera bebido vino en<br />
abundancia. Los labios rojísimos se abrieron en una sonrisa, dejando ver unos dientes limpios y<br />
blancos como de leche. Los que estaban muy cerca, oyeron las primeras palabras que salieron<br />
de su boca quinceañera: “¡Gracias, Señor!”. Y volviéndose, sucio y empapado como estaba, se<br />
abrazó a sus padres.<br />
Jesús y los discípulos reemprendieron el camino. Muchos se quedaron allí viendo la escena de<br />
los padres y el hijo abrazados, saltando y riendo, que duró más de media hora, hasta que<br />
declinó el sol, quedando de fondo el monte Tabor enmarcado por las luces del crepúsculo. La<br />
gente comprendió muy bien, que la comunión del tacto y del abrazo, es a veces la más profunda<br />
y necesaria de una familia. Abrazarse, acariciarse y reír, para los sencillos que se aman es más<br />
profundo que cualquier filosofía conceptual de amor.<br />
Una mujer viuda del pueblo cercano de Naín que conocía su dolor, porque Josías había<br />
trabajado alguna vez para su marido cuando Dios lo tenía en vida, se quedó hasta el final, con<br />
los ojos muy abiertos empapándose de todo. Ella también tenía un hijo de la edad de Jonás que<br />
desde que murió su padre, había entrado en una depresión profunda y estaba muy enfermo,<br />
pudiendo morir en cualquier momento, según le habían dicho los médicos. Cuando Jesús pasó<br />
por su lado, estuvo a punto de pedirle que curase también a su hijo, y levantó la mano para<br />
hacerlo, pero sus miradas se encontraron un momento, y ella no fue capaz de decir nada. Supo<br />
sin embargo con seguridad, que aquel hombre había visto su pena, y, de alguna forma, su<br />
intuición entendió que le había pedido que esperase.<br />
Jesús y sus discípulos, después de bajar del monte Tabor, y de curar al hijo de Josías, se fueron a<br />
dormir a Nazaret. La casa de Josías y Miriam en Iksal, estaba solo a unos tres kilómetros de<br />
Nazaret, y al llegar la noche, el hombre se dio cuenta de que no le había agradecido<br />
suficientemente a Jesús su favor. Por eso, aunque estaba muy, muy cansado, decidió ir esa<br />
misma noche a ofrecerse al Maestro para lo que hiciera falta. Se levantó, cogió su manto, dejó a<br />
su familia dormida, y se fue a Nazaret. No quería que Jesús pensase que además de falto de fe,<br />
era desagradecido. Jesús con sus discípulos, se hospedaban en su propia casa de carpintero,<br />
donde había vivido con José y con María su madre. Allí llegó Josías al entrar la noche. La puerta<br />
estaba abierta, y pudo ver que estaban aún de sobremesa, charlando sobre los sucesos de aquel<br />
día, sus éxitos y sus fracasos. Decidió esperar un momento. Y entonces oyó claramente las voces<br />
de Tomás y Felipe que preguntaban a Jesús: “Por qué nosotros no pudimos expulsar al demonio del<br />
hijo de Josías? Él les contestó,<br />
-Esa clase de espíritus, solo se vencen y se expulsan con la oración.<br />
Y a su estilo y modo de enseñar, unió la teoría con la práctica y empezó a orar en voz alta y<br />
clara, dando gracias al Padre por todo lo que les había regalado ese día. Josías sintió que las<br />
palabras de Jesús no habían sido solo para los discípulos sentados con Él a la mesa, sino<br />
también para él, que estaba escondido tras el quicio de la puerta. Cuando Jesús acabó de dar<br />
gracias, al pobre obrero le pareció que ya había hecho todo lo que tenía que hacer aquel día, y<br />
que aquel hombre, no solo había suplido su fe, sino que incluso había suplido su acción de<br />
gracias al Dios y Padre de todas las cosas.<br />
Sin decir palabra, pero sintiendo en su interior que Jesús sabía que había estado allí, se volvió su