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Descargar libro - Manuel Requena

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Juan tenía un vestido de pelo de camello con un cinturón de cuero a la cintura, y se alimentaba de<br />

saltamontes y miel silvestre. Y decía a la gente: "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo,<br />

y yo no soy digno de agacharme para desatarle la correa de sus sandalias.Yo os bautizo con<br />

agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo". (Mc 1,6-8)<br />

La gente que responde al anuncio de Juan, a la noticia de que alguien que está entre ellos como<br />

uno de tantos, se va a manifestar como el “Fuerte de Israel”, Dios entre los hombres,<br />

poniéndose delante de ellos para que pueda ser visto y oído, esa gente, será la receptora del<br />

Espíritu Santo en el doble rito del ‘kerigma’ o proclamación de la Verdad por los apóstoles, y<br />

del bautismo en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu, signos con los que empieza y<br />

termina el Evangelio de S. Marcos (ver Mc 16,15-18). El fenómeno religioso al que se invita a esa<br />

‘gente’, es una conversión o transformación profunda, que se expresa con el mismo término que<br />

va a usarse después hasta nuestros días, para describir el misterio de la Eucaristía, hay que<br />

“convertirse” en Jesús. Como el pan y el vino se transustancian en su cuerpo y su sangre, el<br />

pueblo de creyentes, la gente de Dios, se va a convertir en el ‘cuerpo’ del Hijo de Dios. Jesús<br />

dejará claro desde su primer mensaje, que ese es el objetivo de su obra, convertir o transformar<br />

a la gente en Él. Sin que deje de tener su propia personalidad, cada hijo de la gente, puede ser<br />

un Cristo, un Hijo de Dios.<br />

Y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el<br />

evangelio". (Mc. 1,15)<br />

Si la Eucaristía, como misterio de presencia y fuente exuberante de los dones Dios, tiene su<br />

expresión teológica en la “conversión” de toda la sustancia del pan y del vino en el cuerpo y la<br />

sangre de Jesús, muerto y resucitado, todo el fenómeno de la Iglesia, puede resumirse en la<br />

"conversión" de la gente, hasta ser el cuerpo resucitado y vivo para siempre de Jesús, que es la<br />

cabeza de ese cuerpo, el primogénito de "toda Criatura", de toda la gente. (ver el paralelismo<br />

entre Mc 16,15 y Colosenses 1,15 y 23)<br />

Pero ese “cuerpo”, que nacerá de la plenitud de su costado, como Eva se formó del costado de<br />

Adán, es algo que se está construyendo, que se está gestando actualmente, y los instrumentos<br />

de esa gestión creativa son también hombres escogidos de entre la misma gente.<br />

Jesús les dijo: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres".(Mc 1,17)<br />

‘La gente’ es también para Jesús por tanto como el mar donde se pueden pescar hombres para<br />

Dios. Aunque los auténticos destinatarios de su elección, no fueron aquellos pescadores de<br />

peces y de hombres. Los apóstoles apenas fueron los instrumentos elegidos por Dios para<br />

realizar su obra entre los pueblos del mundo:<br />

Toda la gente se maravillaba de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad,<br />

y no como los maestros de la ley (Mc 1,22)<br />

Todos quedaron estupefactos y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Una doctrina<br />

nueva con mucha autoridad! ¡Manda a los espíritus inmundos y le obedecen!".(Mc 1,27)<br />

Quedar maravillado de la acción de Dios, estupefacto activo y pasivo, es casi la acción<br />

permanente de la gente en el segundo Evangelio. Ni se les pide más, ni tiene otro sentido todo

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