Descargar libro - Manuel Requena
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dijeron nada a nadie porque tenían miedo. (Mc 16,1-8)<br />
¿Era un muchacho joven como nos dice Marcos? ¿Era un ángel, como nos dicen otros<br />
evangelistas? ¿O sería un joven hermosísimo, vestido de blanco, que les parecía un ángel?<br />
Antigua discusión, que parecería una de aquellas cuestiones bizantinas, si no estuviera en el<br />
lugar más comprometido de todo el evangelio. Resumido aquí como conclusión está toda la<br />
tesis central del segundo evangelio. Jesús de Nazaret está vivo, y el anuncio de su vida en<br />
medio de nosotros, dentro de nosotros, es el Eu-Angelio, la nueva y buena noticia que, creída,<br />
transforma al hombre con la misma experiencia de ‘Galilea’, que un estado de conciencia con<br />
alegría inmensa por su presencia viva para siempre. Las mujeres que amaban a Jesús, fueron<br />
protagonistas de un hecho trascendente al acercarse aquella mañana al sepulcro. Antes que<br />
ellas, alguien más había estado allí. Alguien capaz de mover la enorme piedra. Alguien con una<br />
fuerza enorme. Alguien capaz de anunciar la resurrección y la vida nueva, implantada en el<br />
alma del creyente por el hecho de fuego que supuso la muerte en cruz del que estaban<br />
buscando. Marcos nos dice que ese ‘alguien’ fue un joven vestido de blanco. Lucas que fueron<br />
dos. Mateo, que una fuerza inmensa de luz venida del cielo. Y Juan dice que fueron dos ángeles<br />
vestidos de blanco. Y es que el cuerpo triturado de Jesús, se había levantado resucitado y vivo<br />
en el sepulcro, hecho de luz eterna, y estaba enseñando y manifestando a los suyos el fenómeno<br />
más extraordinario que se da sobre la tierra en todo lo creado: la inhabitación de su esencia de<br />
luz en el hombre que predica y escucha el evangelio, la noticia de su resurrección. Vuelto de la<br />
muerte de hombre a la vida del Espíritu, Jesús entró a los suyos, y unos para otros fueron<br />
ocasión de su presencia. Los ángeles no lo son solo por su naturaleza de espíritu, sino por su<br />
misión de anuncio de esa Verdad. ¿O acaso era un anuncio de mentiras? El joven de blanco<br />
dice a las mujeres que Jesús no está allí, que ha resucitado. ¿Cómo es que luego Maria<br />
Magdalena experimentó que sí estaba allí? ¿Quién era aquel que parecía un hortelano? ¿Era<br />
Jesús, o a ella se lo hizo presente aquel que parecía un hortelano, porque veía con los ojos de la<br />
fe a su amado? Las preguntas y las respuestas pueden prolongarse eternamente, y de hecho<br />
creo que la solución de ese jeroglífico, es una vida eterna. En el tiempo no se puede resolver. La<br />
posibilidad que a mí me ha convencido y confirmado en la fe de la Iglesia, la expongo como<br />
parte de la vida de algunos personajes que ya hemos conocido en este <strong>libro</strong>.<br />
A)¿Quién quedó como muerto por la obra del diablo, y fue levantado por Jesús con referencia a<br />
la obra de la fe y del Espíritu? Fue Jonás, el hermoso hijo de Josías, al que Jesús curó cuando<br />
bajó del monte Tabor, donde se había manifestado en la fuerza de la luz, y había estado<br />
hablando de su muerte y su resurrección con su Padre, con Elías y con Moisés. Allí recibió<br />
instrucciones precisas de cómo iba a realizarse aquel tránsito. Vestidos blancos, muerte y<br />
resurrección, y el testimonio del amor del Padre. Los elementos son los mismos que aparecieron<br />
a las mujeres aquella mañana del día primero.<br />
Aunque solo quería hablar de “un ángel”, no me resisto a bosquejar la existencia de “otro<br />
ángel”, que responde a la pregunta que se hacen las mujeres antes de llegar al sepulcro, y a la<br />
solución que encontraron<br />
Iban diciéndose: "¿Quién nos rodará la piedra de la puerta del sepulcro?".<br />
Levantaron los ojos, y vieron que la piedra había sido removida; era muy grande. (Mc 16,3-4)<br />
B)¿Quién fue el hombre más fuerte del evangelio de S. Marcos, que además gustaba vivir junto<br />
a los sepulcros, como presintiendo su misión? Gritos, heridas, piedras, y no había cadenas<br />
capaces de sujetarlo. Ni guardias judíos o romanos ¿Quién era?<br />
Era Anastasio, el gadareno liberado de una legión de demonios que lo inhabitaban, y que<br />
aprendió a expulsarla de sí mismo con la fuerza que le vino en la Palabra. En la tumba de Jesús,