09.05.2013 Views

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

arriba, hacia el espacio abierto del cielo, que empieza donde ellos terminan de crecer. Como los<br />

árboles, los hombres también se mueven por el viento, que en el interior del hombre se llama<br />

espíritu, y aunque no sepan ni de donde viene ni a donde va ese viento, lo sienten en sus hojas y<br />

en sus frutos, que agradecen su soplo cuando anuncia la lluvia o la sequía, el fuego del verano o<br />

el hielo del invierno. Cleofás lo entendía, y cantaba acompañado de su kítara. Pasaron varios<br />

años en que no vino su primo a recoger madera, y estaba empezando aquel verano raro. Hasta<br />

los árboles de hoja caduca tenían a sus pies una sombra refrescante que la piel de Cleofás<br />

detectaba aún antes de entrar a su cobijo, porque aunque no veía la luz del sol, conocía con toda<br />

claridad cuando estaba bajo el flujo directo de sus rayos o estos se habían quebrado por las<br />

hojas amigas de sus árboles, convirtiéndose en sombra refrescante. La primavera había sido<br />

lluviosa, y la hierba había crecido demasiado para el gusto del ciego, porque le impedía andar<br />

con facilidad por los caminos de su bosque. En cambio los árboles parecían estar llenos de vida,<br />

con la alegría que manifestaban en la enorme cantidad de polen que soltaban, y que Cleofás<br />

reconocía al aspirar. Pero también era un verano raro en el interior de su espíritu. Su intuición le<br />

había anunciado, con ese movimiento de su espíritu que él conocía bien, y que era como cuando<br />

los árboles empiezan a mover su sabia con tal fuerza en sus venas que casi se la oía circular. Ese<br />

año la gran cosecha era segura. El había sentido en su sangre joven la fuerza pasional como<br />

preludio del amor, y sabía con seguridad que para él una hora importante de su vida había<br />

llegado. Se sintió exactamente como un árbol maduro de su bosque, antes de ser cortado y<br />

convertido en madera fina para instrumentos musicales. Tenía ya casi treinta años, y nunca<br />

había amado sino a su familia, a sus árboles, a su música y a Dios. Una tarde de Junio, sus<br />

hermanos vinieron a por él, y lo llevaron a su casa del pueblo de Betsaida, subido en una mula<br />

noble que tenían para caminar más seguros y deprisa. “Esta noche –le dijeron- llega al pueblo<br />

un hombre de Dios que tú conoces y al que quieres mucho” “Es tu primo Jesús de Nazaret, que<br />

ahora ya no se dedica a la carpintería, sino a tallar hombres vivos para Dios, anunciándoles que<br />

el reino de los cielos está cerca”. “¡Anímate Cleofás, que Él quiere verte, y nos ha dicho: “Id a<br />

por Cleofás y que venga a mí!, ¡Y él sabe que eres ciego!” “Algo extraordinario va a hacer<br />

contigo, porque está haciendo en otros hombres enfermos obras nunca vistas”. Y Cleofás se<br />

animó tanto, que cuando llegaron a Betsaida, sus hermanos se fueron a esperar al Maestro que<br />

se iba a hospedar en la casa de Pedro el pescador, y Cleofás se pasó la noche llorando. No era de<br />

pena, sino de algo raro que no le había pasado nunca, porque era un llanto dulce. Tenía una<br />

gran necesidad de orar a Dios y darle gracias por la vida, por su cercanía, incluso por su<br />

ceguera exterior y su luz interior. Pero cada vez que intentaba decir algo, no le salían palabras<br />

sino lágrimas, solo lágrimas. Ni siquiera podía cantar. Sus ojos parecían la copa de un árbol<br />

cuando se mueve después de una gran lluvia, que chorrea el agua acumulada. Así estuvo hasta<br />

que en la mañana, muy temprano, sus hermanos vinieron a por él. “El Maestro está ahí y te<br />

llama” Su madre fue también con él, y le pidió a Jesús que le impusiera las manos, que al menos<br />

lo tocase. Jesús no lo hizo como había hecho con otros. Ni siquiera en dos tiempos, sino en<br />

nueve tiempos, sin contar los preámbulos y el final.<br />

Cuando llegó a Betania, le trajeron al ciego y le suplican que lo toque.<br />

1.- Jesús coge de la mano al ciego,<br />

2.- lo saca fuera de la aldea,<br />

3.- le unta con saliva los ojos,<br />

4.- le impone las manos<br />

5.- y le pregunta:--"¿Ves algo?".<br />

6.- Empezó a ver, y dijo:<br />

--"Veo hombres, y los veo como si fueran árboles, que andan".

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!