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Descargar libro - Manuel Requena

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palabra...!." Eso parece solo un precepto teórico, pero Jesús lo puso en escena así:<br />

Lo apartó de la gente,<br />

y a solas con él,<br />

le metió sus dedos en los oídos,<br />

y con su saliva le humedeció la lengua.<br />

Alzó luego los ojos hacia el cielo,<br />

suspiró, y le dijo:<br />

-"¡Epheta!", ( que quiere decir "¡Ábrete!").<br />

Inmediatamente (que el se abrió, o que el cielo se abrió)<br />

se le abrieron (también) los oídos<br />

se soltó la atadura de la lengua,<br />

y hablaba abiertamente. (Mc 7, 33-35)<br />

* * *<br />

Aparte de la gente, su mundo de silencio se llenó de presencia, su mundo de tacto se llenó de<br />

presencia, su mundo de 'sabor', se empapó de la sabiduría presente en aquel beso, en aquella<br />

saliva que se hizo presencia de un hombre entero dentro de su boca que no hablaba, pero que<br />

supo aprender inmediatamente aquel idioma de amor. No sé si es atrevido decirlo, pero yo creo<br />

que Jesús hizo todas esas cosas que dice el evangelio a la vez. Metió sus dedos en los oídos de<br />

aquel hombre, lo atrajo hacia sí para llamar su atención, como se hace en la terapia clínica con<br />

los autistas, y con la saliva de su lengua le tocó la lengua. Miró al cielo y dio la orden en su<br />

idioma materno de hombre: ¡"Éfeta"! "ábrete". ¿A quien se lo dijo, al cielo o al sordo casi mudo<br />

aún? Porque fue una orden singular, dirigida a alguien, y no a los oídos o a la lengua, que<br />

hubiera supuesto un plural, hubiera dicho "abríos". Pero no, lo que dijo fue simplemente "Éfeta",<br />

"Ábrete". ¡Y eso después de suspirar! ¿Por qué suspiró Jesús? Es la única vez que se usa ese<br />

verbo (stenoo) en Marcos y casi en todo el nuevo Testamento. Es un suspiro o gemido que brota<br />

de dentro. La consecuencia fue inmediata. Después de aquella comunión y del suspiro, el<br />

hombre empezó a oír, y hablaba ya correctamente. No nos dice Marcos de que hablaba, aunque<br />

podemos suponer sin quebrantar verdad, que solo quiso desde entonces hablar cosas de Dios.<br />

Las cosas de los hombres le cerraban la boca, porque quizás pensaba que no merecía la pena<br />

enturbiar lo más mínimo aquel sabor a rosas de verdad que le quedó impregnado para siempre<br />

en su lengua.<br />

* * *<br />

Aquel hombre, acostumbrado a soledad y silencio, mucho tiempo después, cuando lo dejaban<br />

cuidando el pan y el vino consagrados para llevarlo a los enfermos, oraba así, dirigiendo su<br />

oración al que le había abierto el corazón:<br />

“Cuando te tengo entero encima de mi lengua, con ese sabor tuyo a pan y a vino, siento de<br />

nuevo la fuerza del camino aquel, que dando un gran rodeo te acercó a mí. Yo estaba sordo a los<br />

ruidos del mundo, y también a tus palabras. Ya desde niño casi, se habían cerrado mis oídos a<br />

tus cosas, y no aprendí a hablar correctamente de ti. Algunas voces daba, pero sin decir nada.<br />

Solo emitía ruidos incoherentes. Alguien me llevó a Ti. Tuviste compasión y me llevaste en<br />

soledad hasta tu mundo solo. Allí te sentí cerca. Me besaste como besa el amor, y yo me abrí.<br />

Entero me abrí a tu recuerdo, a tu nombre caliente, al sacramento en que te pones entero, en<br />

cuerpo y alma, en sangre y divinidad, entre mis labios, empapando mi lengua cada día. No solo<br />

tu saliva curativa, sino todo su ser, se ha hecho uno conmigo, y yo me estoy haciendo Dios con

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