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Descargar libro - Manuel Requena

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Cuando al cabo del tiempo su historia se conoció en las comunidades de discípulos de Jesús,<br />

allá en Jerusalén, todos la comentaban con versiones más o menos fieles pero coincidentes en lo<br />

esencial. Sus doce años de tormento en la enfermedad y en la impureza, su curación total, y que<br />

Jesús le había dicho “Hija! tu fe se ha sanado, vete en paz y queda curada de tu enfermedad”.S. Lucas,<br />

que además de evangelista era médico, no nos cuenta en su Evangelio que Berniké había<br />

sufrido mucho con sus colegas de Jerusalén, quizás porque conocía aquel caso por referencia de<br />

alguno de los que habían sido sus maestros.<br />

Jesús, -todos lo vieron- no solo no se sintió incomodo con su apretujón en un abrazo cargado de<br />

fe por una mujer impura ante la ley, sino que hizo de aquel acto cercano una escuela de doctrina<br />

y un semillero de amor. Los rabinos de la Ley, que con sus interpretaciones misóginas la<br />

habían adulterado, no se lo perdonaron nunca.<br />

Berenike volvió a su vida de mujer, fue recibida públicamente por el hombre al que amaba, y lo<br />

que había separado la ley durante doce años, lo juntó para siempre el amor, porque cuando<br />

acabó el flujo de la sangre, empezó a correr por todo el cuerpo joven el flujo del amor, y no hubo<br />

curandero que pudiese cortarlo. Aquella mujer quedó impregnada de la presencia interna del<br />

Espíritu, y esta vez su “enfermedad” se hizo contagiosa. El que tiene la llave del Espíritu, le<br />

había abierto una puerta que nadie pudo ya cerrar.<br />

Admira que Jesús, además de curarla, la llamase “hija”. Aparte de a sus discípulos en aquel<br />

tremendo acto de amor que fue la que se llama última cena, (Jn 13,33) –aunque tal vez debería<br />

llamarse la primera cena del amor nuevo-, solo a esta mujer y al pequeño paralítico Samuel, los<br />

llama Jesús así, “hijo”, “hija” (Mc 2,5). En los tres casos el término “hijo” está en relación con un<br />

acto de fe, que luego se hace sacramento: El perdón de los pecados, el matrimonio, el sacerdocio<br />

y la Eucaristía.<br />

Definitivamente nos falta mucho aún por desarrollar en la doctrina y la postura de Jesús con las<br />

mujeres, con los pobres, y con todos aquellos que, sin nombre público o conocido, eran ni más<br />

ni menos que “su familia”. El conocimiento intuitivo y fecundo del misterio del amor, apenas si<br />

tiene desarrollo en una teología sin géneros ni clases, una teología del reino de Dios, donde<br />

todos seremos, según Él, como ángeles. Pero mientras no lo seamos, no cabe duda de que para<br />

Él también seguimos siendo hombres y mujeres. Y a Él no le asusta ninguna de las ‘impurezas’<br />

que se achacan al género sexuado de nuestra especie humana, ni a la comida o bebida, ni a la<br />

pobreza o la riqueza, ni a la enfermedad o la minusvalía física.<br />

* * *<br />

La primavera del tercer año después de su curación, Berenike subió con su esposo Efraín y con<br />

su hijo, a celebrar la Pascua al templo de Jerusalén, y presentar también el rescate por su<br />

primogénito. Estaba allí el Maestro. Ella lo vio entrar por la puerta del camino de Betania, el día<br />

después del sábado, subido en un pollino, vitoreado por todos los de Galilea, y por los de Judea,<br />

los la Decápolis, y hasta griegos que habían venido a la fiesta. Efraín y ella tendieron como<br />

muchos sus mantos sobre el suelo para que Él pisara sobre ellos. Lo vieron también al día<br />

siguiente en el templo, con un látigo de cuerdas en la mano, azotando a cualquiera que se<br />

atreviese a cerrarle el camino, y echando abajo, entre otros, el tenderete de aquel rabino que le<br />

había vendido la carísima receta del mulo blanco. Berniké sintió que la justicia había llegado por<br />

fin al mundo y daba gracias al cielo.

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