09.05.2013 Views

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

choza del huerto de su padre, colindante a la espléndida finca de la higuera.<br />

* * *<br />

En realidad, la mañana de aquel lunes Jesús no dijo a la higuera que se secara, lo que dicen que<br />

dijo es: “¡Que nadie coma ya más fruto de ti!”. Pero aquella maldición fue demasiado para una<br />

higuera noble como aquella, traída de Egipto, mimada y alabada hasta la saciedad por todos los<br />

que se le acercaban en su tiempo de fruto, y admirada quizá más aún por los que ni siquiera<br />

podían acercarse a ella, contentándose con verla de lejos, como una referencia del camino de<br />

Pascua en primavera, hacia Jerusalén. Seguramente la higuera, símbolo de aquel pueblo, no<br />

pudo resistir su vergüenza y su fracaso, y murió de muerte repentina. Algunas plantas también<br />

deben sufrir colapsos semejantes a los infartos humanos en su corazón de vegetal, cuando<br />

entran en el mundo simbólico de Dios. Hay un pasaje bíblico que recuerda el enfado de Jesús<br />

bajo la higuera, o al menos el misterio que supone la “ira de Dios” sobre una de sus criaturas,<br />

manifestada por la ira de un hombre de Dios. En el <strong>libro</strong> del estrambótico Jonás, los versículos 6<br />

a 11 del capítulo 4 que transcribo, están en un contexto parecido al de Jesús y la higuera: La<br />

llamada a la conversión y el sentimiento de fracaso en el predicador:<br />

El Señor hizo brotar una planta de ricino, que creció sobre Jonás para dar sombra a su cabeza y<br />

librarle así de una insolación. Jonás experimentó gran alegría por aquel ricino. Pero al día<br />

siguiente, al rayar el alba, el Señor mandó un gusano que picó el ricino, el cual se secó. Al salir el<br />

sol, Dios mandó un viento sofocante del este, y el sol abrasador caía sobre la cabeza de Jonás, el<br />

cual, a punto de desvanecerse, se deseaba la muerte y decía: "Más vale morir que vivir". Pero<br />

Dios dijo a Jonás: "¿Piensas que tienes razón al enfadarte por este ricino?". Él respondió: "Sí,<br />

tengo razón de enfadarme hasta la muerte". El Señor le dijo: "Tú te enfadas por un ricino que no<br />

te ha costado fatiga alguna, que no has hecho tú crecer, que en una noche ha nacido y en una<br />

noche ha muerto, ¿y no voy a tener yo compasión de Nínive, en la que hay más de ciento veinte<br />

mil personas que no saben distinguir su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de<br />

animales?".<br />

Realmente tanto el episodio de la ballena que se tragó a Jonás y lo escupió a los tres días<br />

sobre la playa para la conversión de Nínive, como el del ricino que creció y murió en una<br />

noche proporcionando un enorme enfado al impetuoso y contestatario profeta, tienen<br />

bastante que ver con la predicación, pasión, muerte y resurrección de Jesús. Él relacionó lo<br />

sucedido con la fe y con la respuesta del pueblo, pero tengo por seguro que la higuera se secó<br />

de tristeza. Al menos así consta en los evangelios, que murió de maldición, con una muerte<br />

súbita, inmediata, quizá para no ver colgado de sus ramas unos días después, el único fruto que<br />

aquella primavera colgaría de ellas. La higuera, según nos cuenta Marcos, se secó la noche del<br />

lunes. Y el martes muy temprano, al pasar de Betania hacia Jerusalén, los discípulos ya la vieron<br />

seca, (Mc 11,20). Anás la descubrió ese martes, y tres noches después Judas entregó al Maestro,<br />

muy cerca del lugar donde estaba la higuera, ya seca. Después, desesperado por su ingrato<br />

papel en la historia de la salvación, a la cuarta noche, la del viernes, tras la muerte de Jesús, se<br />

fue a los mismos huertos, abatido tras haber entregado a su Maestro, y se ahorcó de la rama más<br />

alta del sicómoro seco. Así la higuera, incluso seca, fue de nuevo referencia para todos los que<br />

iban por aquel camino de Jerusalén. La higuera de Anás que había sido frondosa, y célebre en<br />

toda la región por sus higos negros rayados, quedó seca, y en su sequedad, se hizo más famosa<br />

que en su frondosidad, porque fue parte de la mayor tragedia religiosa de la humanidad. A los<br />

pocos días de estar seca, con todas las hojas retorcidas y como requemadas por uno de aquellos<br />

terribles sirocos del desierto, los que pasaban por el camino vieron colgar bamboleando de sus<br />

ramas más altas un extraño fruto. Un hombre pequeño, con las ropas deshechas y rasgadas a<br />

tirones por la desesperación, colgaba por el cuello, y se balanceaba con el viento haciendo crujir<br />

la madera seca hasta la médula. Nunca un árbol había dado una fruta tan triste, abonada con

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!