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Descargar libro - Manuel Requena

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hablado a aquella mujer Cananea o Sirofenicia, de Jesús, entusiasmándola de tal forma que<br />

rompió todos sus prejuicios personales, y fue a verlo? ¿Qué enfermedad tenía su hija? Al objeto<br />

de este <strong>libro</strong>, que no es historia en el sentido de ciencia exacta, ni tampoco novela libre, porque<br />

se ciñe a los datos que nos han llegado en evangelio o tradición, pero trata de rellanar los<br />

huecos que hagan a las personas más cercanas, las tres preguntas son importantes, porque nos<br />

van a descubrir unos métodos que, fuera de la “oficialidad”, tuvieron éxito en el encuentro con<br />

Jesús”<br />

La Iglesia de Cafarnaúm, la comunidad de amigos de Jesús, contiene la explicación y solución<br />

de muchas de esas preguntas. Aquella “familia auténtica de Jesús” que se sentaba a su<br />

alrededor y escuchaba la Palabra fue el núcleo de la fe. Ya hemos conocido a muchos de los que<br />

se sentaban a sus pies, y uno de ellos, tiene todos los antecedentes para poder vincularlo con la<br />

cananea de Tiro. No te lo adelanto, pero esa es la conclusión de este capítulo. No solo saber de<br />

quien era aquella casa a la orillita del Mediterráneo, una mansión en primera línea de playa,<br />

sino quien era el hablaba de Jesús dándole fama por aquellos andurriales, antes de que Él<br />

apareciese por allí, y quien puso todo aquello a su disposición, y la de sus discípulos.<br />

Con independencia de que el encuentro se produjera en una casa como dice S. Marcos, o en el<br />

camino como parece sugerir S. Mateo, de que fuera ya en Tiro, o apenas dejando Galilea, en lo<br />

que sí coinciden todos es en que aquella mujer estaba angustiada, tenía una hija enferma, y el<br />

diagnóstico no era nada bueno. Estaba “endemoniada”, como decía su padre. Y ella conocía las<br />

secuelas de aquella enfermedad, porque había visto actuar a su amante, el padre de la niña, y<br />

había sufrido su conducta.<br />

***<br />

¡Cómo se va produciendo la salvación personal! Así, pasito a paso, y cada uno en el ambiente<br />

natural en que lo ha puesto la vida, se va preparando el encuentro. Como un parto del hombre,<br />

del genoma limitado en tiempo y en espacio, que cuando queda fecundado por la Palabra de<br />

vida, pare la plenitud del nuevo ser, el nuevo hombre del pleroma. Las dos dimensiones de<br />

carne y espíritu del hombre, tienen etapas y pasos semejantes. Primero los placeres de<br />

engendrar, luego una esperanza con su tiempo marcado, después un poquito de dolores,.... y<br />

otra vez la alegría...<br />

* * *<br />

Tú lo sabías Jesús de Nazaret, cuando llegó a tus pies aquella mujer después de gritar y de pasar<br />

el filtro de tus acompañantes. Y lo sigues sabiendo, porque todavía hay placer al engendrar,<br />

esperanza larga de gestación, angustia en el amor que has puesto en el corazón de cada padre,<br />

por la enfermedad de un hijo que choca frontalmente contra ese amor. Tú lo sabías y lo sabes,<br />

porque fuiste y eres el transmisor de una esperanza, cierta para el hombre, de vencer a la<br />

muerte. Ese es el auténtico motor de la medicina, y el auténtico principio del hombre para llegar<br />

a la alegría de curar la enfermedad, devolviendo y conservando la salud del hombre, como tú<br />

hiciste.<br />

Tener una hija en aquella sociedad en crisis permanente de gobiernos y señores del comercio, en<br />

aquella encrucijada de caminos y de gentes, y quererla en la impotencia de la enfermedad, hasta<br />

la humillación que supondría ponerse a tus pies y llamarte Señor, cuando apenas te estabas<br />

mostrando como un maestro judío de un pequeño pueblo de Galilea, no tuvo que ser fácil para<br />

aquella mujer. No son tampoco nada fáciles de entender, -si no fuera una escuela de sencillez<br />

para acercarse a ti-, las primeras palabras que le diriges a aquella madre angustiada. Hasta los<br />

discípulos, que estaban todavía con sus crisis de identidad y de poder personal de saber “quien

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