09.05.2013 Views

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

siguió desde entonces por el camino. Cleofás, estrenando sus ojos, con los de su casa le<br />

siguieron. Vendieron las maderas y los instrumentos, dejaron la finca, y se fueron con Él por el<br />

camino.<br />

LA UNIÓN DE DOS BUENOS CAMINANTES<br />

JUAN MARCOS Y CLEOFAS fueron dos personajes únicos, que recibieron la saliva de Jesús<br />

sobre sus miembros impedidos, y desde ese encuentro de salud, fueron gente distinta, que<br />

terminó siguiéndolo por el camino. En su enorme sorpresa de vivir con un sentido nuevo, iban<br />

ayudando a las mujeres que lo servían a Él, sirviendo en su servicio a los que Le servían. Fueron<br />

como aquellos “eunucos” de los harenes reales, pero con el sentido nuevo de servir en libertad<br />

al reino de los cielos. Juan Marcos y Cleofás, recibieron el don de servir en aquella comunidad<br />

del camino, y en el último año de vida pública de Jesús, se hicieron inseparables. Iban detrás o<br />

delante de Jesús por el camino, donde la madre de Cleofás y María la madre de Jesús, o Salomé,<br />

la mujer de Zebedeo los mandaban, a preparar las estancias, a llevar y traer noticias de sus casas<br />

y de su gente, a buscar los fondos que necesitaban para dar de comer a tanta gente, que<br />

proporcionaban Zebedeo, Jairo, la familia de Pedro, y otros. Siempre a la orden de las mujeres<br />

que ayudaban a Jesús y los suyos en la pequeña Iglesia del camino, realizaban esos trabajos<br />

necesarios, y no proclamados en el evangelio, las cosas sencillas de la vida. Cargaban y<br />

descargaban las viandas, se adelantaban a la comitiva llevando recados a las casas conocidas de<br />

los pueblos a los que iban a entrar con el Maestro. Quizás fueron los ‘últimos’ de aquel grupo<br />

itinerante que recorrió todo el territorio de Israel, y por la congruencia de Jesús en su mensaje y<br />

en sus hechos, fueron por eso los “primeros” que vieron su cuerpo resucitado, que hablaron y<br />

comieron con él después de su resurrección, en el camino de Emaús.<br />

Podemos imaginar algunas referencias de Juan Marcos y Cleofás, en los escritos de S. Lucas,<br />

porque fueron una de las parejas de los setenta y dos discípulos que Jesús envió delante de él a<br />

preparar los caminos del reino: Después de esto, el Señor designó otros setenta y dos, y los envió<br />

delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde él pensaba ir. (Lc 10,1). Por su labor<br />

sencilla, le dieron a Jesús uno de los mayores gozos que Él tuvo como hombre, y por el que<br />

bendijo a su Padre:<br />

En aquel momento, lleno de gozo bajo la acción del Espíritu Santo, dijo: "Yo te alabo, Padre, señor<br />

del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los hombres sabios y a los entendidos, y se<br />

las has manifestado a los sencillos. Sí, Padre, porque así has querido.<br />

Mi Padre me ha confiado todas las cosas; nadie conoce al hijo sino el Padre; y nadie conoce al<br />

Padre sino el hijo y aquel a quien el hijo se lo quiera manifestar".(Lc 10, 21-22)<br />

Aquellos dos ‘tesoros de la Iglesia’, ejemplo de amor vivo, “en carne y en Espíritu”, a la<br />

humanidad y divinidad de Jesús, a su persona entera. Tras dos años de viajes continuos, en la<br />

primavera de la Pascua judía, la actividad de Jesús se centró en el área de Jerusalén. Se<br />

hospedaba en Betania, en casa de Lázaro, de Marta y María, o se quedaba con algún otro amigo<br />

y discípulo, pero como le seguía tanta gente, y no era fácil acomodar a tantos, María la madre de<br />

Cleofás, envió a su muchacho, junto con Juan Marcos y alguno más, a limpiar y preparar la casa<br />

que tenían en Emaús, donde estuvo el primer taller del viejo Clopás, para que durmieran allí,<br />

atendiendo a la gente que se les enviara. A los jóvenes, aquello no les sentó muy bien, pero allí<br />

se fueron. Su intuición de las cosas de Dios, que había crecido injertada en su modo especial de<br />

conectar con las cosas del mundo cuando eran uno ciego y otro sordomudo, como crece la<br />

buena vid injertada en la riparia fuerte y silvestre del país, les estaba gritando ahora que allí

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!