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Descargar libro - Manuel Requena

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En la última semana de la vida de Jesús, al final de este <strong>libro</strong>, veremos otras actuaciones de la<br />

gente, su fiesta, su entrega, su veleidad.<br />

* * *<br />

EL DISCURSO ESCATOLÓGICO DEL CAPITULO 13<br />

Protagonista del capítulo trece de Marcos es precisamente la gente, simplemente la gente, tenga<br />

fe o no, se salve o se pierda. ¡Pobre gente!<br />

Engañada incluso en nombre de Jesús (13,6), soportando guerras y rumores de guerras (13,7)<br />

levantándose gente contra gente, pueblo contra pueblo y reino contra reino, por el nefando<br />

deseo de sus dirigentes,(13,8) soporta el hambre y toda la tribulación que le venga encima.<br />

Pero de ella saldrán también los voceros de la Palabra de Dios, que será anunciada a todos los<br />

pueblos, que no son sino parcelas de la misma gente para el reino (13,10). Aunque los propios<br />

pregoneros deberán soportar más tensiones y vejaciones incluso que la misma gente.<br />

La cruz es universal, y el mismo Dios en su imagen de hombre, pasará por ella para entrar en el<br />

recinto sacro, nuevo y definitivo de la gente injertada en la semilla de luz, -“Esperma tou Zeou”-<br />

El pleroma de Dios. Si el `gen-oma' produce la gente, el `pler-oma' produce al `plerente', la<br />

plenitud del hombre hecho Dios.<br />

El que quiera seguir a Jesús tendrá que injertarse en su cuerpo mediante la técnica de comunión<br />

en su sangre, que Él llama ‘su cruz’. Y habrá que cargarla voluntariamente. Pero el que no<br />

quiera llevarla tendrá una sorpresa, porque de todas formas estará martirizado en un suplicio<br />

de ausencia, más duro que la propia cruz.<br />

Me figuro la cara de espanto que pondrían los discípulos al escuchar semejante discurso. Los<br />

padres contra los hijos, y los hijos contra los padres, hermano contra hermano, arrastrados por<br />

el odio que se produce en su mayor magnitud por motivos religiosos (13,11-13) y todos ellos<br />

dispersos, cada uno por su lado, cuidando cada uno de sí mismo, sin tiempo siquiera de acopiar<br />

víveres o recoger nada. Nadie se salvaría, ni podría soportarlo, si no fuera por el amor de Dios a<br />

sus elegidos de entre la gente (13,20).<br />

A cada uno de los que somos gente, nos llega un momento en el desarrollo de la vida en el<br />

espíritu, en que la vida personal hace crisis, y en el que solo nos podemos fiar del amor de<br />

Jesús,-ni siquiera del nuestro-. Ese amor además, no será visible ni experimentable a nuestro<br />

modo, sino al suyo, porque vive al otro lado del telón de los sentidos, y en la tramoya del<br />

escenario de nuestra vida diaria. La presencia en la escena de nuestros sentimientos y nuestros<br />

pensamientos sobre lo que ocurre a nuestro alrededor, está servida. Ni siquiera el anuncio de la<br />

presencia del Mesías resucitado y vivo, como Evangelio del Cristo que hoy nos parece el<br />

fundamento de nuestra vida religiosa y de toda la estructura de la Iglesia será fiable en los<br />

momentos finales, porque el propio anuncio estará manipulado por algunos en su propio<br />

provecho(13, 21-23) ¿Qué hacer entonces? El panorama es desolador, y no podríamos salir de<br />

ese caos sin el vehículo ligero de la esperanza movido con el reactor inapagable del amor.<br />

13,14 "Cuando veáis el ídolo repugnante (la abominación de la desolación) puesto donde no debe<br />

estar (el que lea que entienda), entonces los que estén en Judea que huyan a los montes;++<br />

Así terminará la aventura de los dolores de la gente, huyendo cada uno a sus montes, en una

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