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Descargar libro - Manuel Requena

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de mí". Así cambió el paso del rosario de cuentas por el control de su respiración. Y hubo<br />

presencia. Su templo fue el Camino, con un gran caminante que lo acompañaba. Esa era la su<br />

Verdad de la Vida, decía a todos. Andar por el camino hacia la patria más allá de las montañas<br />

más altas de la tierra.<br />

Una pascua Judía, dos años después de su encuentro con Juan y Andrés, antes de amanecer,<br />

bordeaba Shemá Jerusalén hacia el sur, por el camino que va hacia Emaús. Iba recitando como<br />

siempre el Nombre Santo: “Señor Jesús, ten misericordia de mí”. Al pasar por donde<br />

ajusticiaban a los condenados a muerte, en las afueras del recinto amurallado, junto al<br />

promontorio que llamaban de la calavera, sintió un dolor inmenso en su pecho. Pensó que se<br />

moría, y se sentó un momento. Cuando llevó la mano a su pecho la retiró húmeda pero no de<br />

sudor, sino de sangre y agua. No se asustó, sino que se caló hasta el fondo la capucha rajada de<br />

su manto y esperó, recitando sin parar su mantra. A los pocos minutos, sintió aquel fuego que<br />

quemaba, pero ahora sus manos y sus pies. Se miró sin dejar de respirar tranquilo, y vio como<br />

se abrían unas heridas que los atravesaban. Dos huecos en las manos, y dos en los pies, como si<br />

los hubiesen traspasado con un clavo grueso, de los que usan para crucificar a los bandidos.<br />

Todo su cuerpo ardía en un extraño calor, y de modo especial su corazón. Parecía que iba a<br />

salirse de su cuerpo. No podía ni moverse, y, se escondió entre los granados de un huerto<br />

cercano al camino, esperando a que pasara aquello. Estaba amaneciendo. Vio entrar al huerto<br />

donde estaba, a unas mujeres que buscaban algo en una cueva, y al momento salieron huyendo<br />

y dando voces. Su fuego y su dolor se fueron haciendo no solo soportables, sino placenteros, y<br />

reemprendió el camino. Al salir del huerto, Shemá se topó de frente con dos hombres que<br />

conocía de haberlos visto acompañando al Maestro Jesús, el Señor. Uno de ellos, el más joven<br />

que iba delante a toda carrera, fue el que le regañó para que no usara el nombre de Jesús sobre<br />

la gente. Se llamaba Juan. El otro era el viejo pescador del lago galileo, y se llamaba Simón. A él<br />

ni lo miraron. Los dos iban como ciegos, diciendo las mismas palabras. “¡Ha resucitado! ¡Ha<br />

resucitado!” Shemá, siguió su marcha, y antes de haber dejado atrás Jerusalén, comprendió<br />

todo lo que había pasado. No necesitó que nadie se lo dijera. Conocía los profetas y creía en<br />

ellos. Casi se los sabía de memoria, y sintió que de pronto todo lo que sabía de la escritura santa,<br />

se le venía encima. Fue como si un río de Sagrada Escritura le inundara la inteligencia, y con el<br />

agua de ese río venía la vida de Jesús resucitado. Se sentó al cruzar el torrente Cedrón, y no<br />

pudo moverse de allí hasta bien pasado el mediodía, sintió claramente que Dios había entrado<br />

en él. Que ya no vivía él, sino que era el Mesías al que imploraba, Jesús de Nazaret, quien vivía<br />

por él y en él. Shemá se levantó, y dijo simplemente “!Sí quiero. Vamos! Y siguió caminando.<br />

Cuando dejaba atrás la ciudad santa, en la que casi nunca entraba, y menos aún en fiestas, vio a<br />

dos hombres que caminaban en su misma dirección hacia Emaús, deprisa y discutiendo.<br />

Poniéndose a su lado preguntó: "¿De qué venís hablando en el camino?" Se detuvieron y lo<br />

miraron dentro de una enorme tristeza. Uno de ellos, llamado Cleofás, respondió: "¿Eres tú el<br />

único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha sucedido en ella estos días?". Él les dijo:<br />

"¿Qué?". Ellos le contestaron: "Lo de Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y<br />

palabras ante Dios y ante todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestras<br />

autoridades lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros<br />

esperábamos que él sería el libertador de Israel, pero a todo esto ya es el tercer día desde que<br />

sucedieron estas cosas. Por cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han dejado<br />

asombrados: fueron muy temprano al sepulcro, no encontraron su cuerpo y volvieron hablando<br />

de una aparición de ángeles que dicen que vive. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo<br />

encontraron todo como las mujeres han dicho, pero a él no lo vieron". Entonces, el río de<br />

Escritura Santa que había recibido Shemá esa mañana, se desbordó hacia fuera y les dijo: "¡Qué<br />

torpes sois y qué tardos para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo

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