Descargar libro - Manuel Requena
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pueblo. Todos temían enfrentarse son él. Y aquello era cada vez más frecuente. Sus padres,<br />
impotentes para dominarlo, aceptaron que entre muchos lo sujetaran y lo encerraran en las<br />
cuadras, pero la puerta que le impedía el paso, duró tan solo unos segundos. Antes de que<br />
echaran el cerrojo, ya había derribado la puerta. Volvieron a encerrarlo, y a ponerle cadenas con<br />
grilletes cogidos a las rejas de la ventana, pero fueron la ventana y los grilletes los que se<br />
quedaron en la cuadra destrozados. Anastasio se fue libre al desierto, desnudo de todo lo que el<br />
pueblo tenía por vestido, pero amarrado con sus cadenas interiores de violencia, de miedo, y<br />
sus querencias raras. Solo estaba en paz entre los muertos. Y se fue a vivir entre las tumbas,<br />
como esperando el encuentro con el más allá de la muerte, con la fuerza suprema del espíritu<br />
que ya el juez Sansón había experimentado.<br />
Pero el pobre muchacho no tenía maestro para su enorme fuerza en Israel. Se puso a vivir solo<br />
ante la muerte, en medio del desierto, y a pesar de primera buena voluntad mistérica, se lo<br />
tragó el diablo. La soledad y la muerte tenían un señor tirano, que aún no había sido vencido<br />
por nadie en aislamiento. Una legión de demonios,-como decían sus paisanos-, de divisiones y<br />
dudas, de violencias y odios, de pasiones sin control alguno, lo invadieron, y quedó preso del<br />
radicalismo inmisericorde de la carne. Su nombre de Anastasio –“el que se levanta”- quedó tan<br />
solo como profecía de esperanza. La realidad era que vivía hundido entre los muertos, y él<br />
mismo se dio el nombre de “legión”, porque ni una legión romana había podido reducirlo. El<br />
personaje cómico de Obelix, con su fuerza y su odio a los romanos, quizás sea un reflejo de<br />
aquel pobre Anastasio en su lucha contra los espíritus. Siempre pensaba que ya iba a ganar,<br />
pero siempre perdía sus controles. Le faltaba tan solo una Palabra fuerte.<br />
* * *<br />
Y entonces ocurrió lo que nos cuenta Marcos:<br />
Llegaron a la orilla opuesta, a la región de los gerasenos; y, al desembarcar, le salió al encuentro,<br />
desde las tumbas, un hombre poseído del espíritu impuro que vivía entre los sepulcros, y al que<br />
nadie podía sujetar ni siquiera con cadenas, pues muchas veces lo habían atado con grillos y<br />
cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos y nadie podía sujetarlo. Se<br />
pasaba el día y la noche entre los sepulcros y en los montes gritando y golpeándose con piedras.<br />
Al ver desde lejos a Jesús, corrió, se postró ante él y empezó a gritar: "Déjame en paz, Jesús, hijo<br />
del Dios altísimo. ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes!".<br />
Es que Jesús le había ordenado:<br />
-"¡Espíritu impuro, sal de ese hombre!".<br />
Jesús le preguntó:<br />
-"¿Cómo te llamas?".<br />
Él contestó: "Me llamo legión, pues somos muchos".<br />
Y se puso a rogarle insistentemente que no lo echara de aquella región. Había por allí, en la ladera<br />
del monte, una gran piara de cerdos paciendo. Los espíritus impuros pidieron a Jesús: "Envíanos<br />
a los cerdos para que entremos en ellos".<br />
Y se lo permitió. Ellos salieron, se metieron en los cerdos; y la piara, de unos dos mil cerdos, se<br />
lanzó al lago por un precipicio y se ahogaron.<br />
Los porqueros huyeron y lo contaron en el pueblo y en los caseríos. La gente fue a ver lo que había<br />
sucedido.<br />
Al llegar a Jesús y ver sentado, vestido y en su sano juicio al endemoniado que había tenido la<br />
legión, se llenaron de miedo.<br />
Los que lo habían visto contaban lo ocurrido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces