Descargar libro - Manuel Requena
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sentado en el cielo, y a su Padre. Toda la dolencia y la calamidad del ciego, al imponerle las<br />
manos Jesús, se habían convertido en enseñanza del Espíritu. La habilidad de versar y de cantar<br />
las historias de amor que aquel hombre había desarrollado, se hicieron muy pronto<br />
instrumentos de oración en las reuniones de aquel pueblo naciente, que se juntaba para partir el<br />
pan y recordar en vivo a su Maestro. “Él es la imagen de Dios invisible, Primogénito de toda<br />
criatura…..Todo fue hecho por Él y para Él” cantaba como nadie Bartimeo, que hasta llegó a tener<br />
su propia teología del encuentro con Jesús, en el canto y la oración de los hermanos. Entre Jesús<br />
y la necesidad o carencia personal de los enfermos, -decía el que fue ciego-, hay casi siempre<br />
otras gentes que tienen sus prioridades propias, más importantes para ellos que la salud del<br />
pobre, y crean, para su provecho, distancias, barreras, incomprensiones. Por eso, desde que uno<br />
oye que Jesús pasa por el camino, hasta que llega a estar delante de Él, hablando cara a cara con<br />
El, hay que gritar mucho y muy fuerte. No hay que asustarse de los que quieren filtrarnos, y<br />
dejarnos tirados en el camino, con nuestra pobreza, nuestra ceguera y nuestra sed. Hay que<br />
gritar aunque moleste a los que van con Él. Y si por suerte, oyes pronunciar tu nombre, si oyes<br />
que te llama, deja el manto de pobre que te cubre, y vuela hasta su encuentro, aunque sea<br />
tropezando, pide lo que quieras, ¡y no te olvides de dar gracias!<br />
IV.-<br />
LA ÚLTIMA SEMANA DE JESÚS DE NAZARET,<br />
Según la cuenta el Evangelio de S. Marcos-.<br />
Se acabaron los viajes por Galilea. El gran drama final de la vida de Jesús, lo va a desarrollar S.<br />
Marcos en el término temporal de siete días con sus siete noches, y en el escenario físico espacial<br />
entre Jerusalén y la aldea cercana de Betania, con el camino entre ambos, que cruzando el<br />
torrente Cedrón, pasaba las huertas de Jerusalén y el monte de los olivos. La cumbre de esa<br />
semana santa, fue el Gólgota, y su final visible, un sepulcro cercano excavado en la roca de una<br />
cantera. El relato de Marcos, leído en esa clave de Espíritu Santo que él escribe, es una obra de<br />
arte. No solo es una proclamación salvífica, o que da la salud del espíritu al que tiene oídos<br />
para oír en esa tesitura del misterio admirable, sino que para cualquier hombre que entienda<br />
algo de armonía, aunque no reconozca en sí mismo la fe, es muy, muy hermosa la simple<br />
narración, en su tono sencillo admirativo. Desde el capítulo 11 hasta el final, Marcos nos cuenta<br />
día a día, y alguna que otra noche con su madrugada, la última semana de Jesús. Quizás lo que<br />
nosotros llamamos `Semana Santa', tenga su origen en esa estructura de siete días que sirve<br />
como guía recordatoria de la gesta de Jesús, proclamada en la esencia del segundo Evangelio.<br />
Abordaremos pues esa santa semana, teniendo como guía, no solo el tiempo, -días y noches-, y<br />
el espacio -entre Jerusalén y Betania-, sino principalmente a la gente del pueblo, a las personas<br />
sencillas, la mayoría anónimas, que intervienen en el drama, y que a veces son más luminosas<br />
que los propios días. Otras personas y otros momentos de las mismas gentes, son oscuros, como<br />
oscuras noches de lobos hambrientos. Siguiendo el propósito de este <strong>libro</strong>, entresacaré del<br />
relato evangélico la intervención de algunas ‘personillas’, que cuando el evangelista las necesita<br />
para dar más verosimilitud al hecho, nos da su nombre, o simplemente nos cuenta su<br />
“servicio”, su proeza, su contribución a la escenificación del misterio de Jesús; pero otras veces,<br />
la mayoría, siguen siendo solo “la gente”, o ‘uno que….’A muchas de ellas ya las conocemos,<br />
porque habían venido de Galilea para la fiesta de Pascua Judía, y ya habían tenido un<br />
encuentro con Jesús en alguno de los episodios contados por Marcos. Es el caso de Berenike,