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Descargar libro - Manuel Requena

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servía de inicio para anunciar lo que a Dios le parecían aquellas pequeñas cosas.<br />

Cuando llego María, la madre de Jesús, y sus familiares a buscarlo, Zebedeo era uno de los que<br />

estaban en primera fila sentado en corro, oyendo al Maestro, y se sintió compensado de todas<br />

sus ‘perdidas’ familiares….·<br />

¡”Estos son mi madre y mis hermanos”!<br />

Dijo el Maestro. Y Zebedeo sintió que lo estaba mirando a él.<br />

El tosco inteligente pescador, aprendió a escuchar, y la escucha se transformó en palabra, que<br />

proclamaba a todos los que siguieron sentándose en la playa, aún después de que el Maestro se<br />

fuese. Decía y oraba así Zebedeo:<br />

“A veces la Palabra se hace tan fructífera, como el río cuando viene crecido por las lluvias y<br />

llega atropellando todo lo que se ha hecho grande en sus orillas, y no es capaz de doblegarse a<br />

su paso. A veces la Palabra es como una ola enorme de gracia y de ternura, que rellena de<br />

pronto el horizonte de la vida humana. Cuando llega así, no hay quien escape. Arrasa con todo<br />

lo que se le pone delante, y no se le doblega.<br />

Algunos de los aquí presentes te sentimos así, Dios vivo en el hombre.<br />

“Pasaste por mi vida como el vendaval que se lleva en sus alas todos los proyectos y los sueños<br />

que habían crecido en ella, por siembra de otros. Como la ola grande que arrasa en un momento<br />

la playa de los hombres, sus casas y sus cosas. Así te presentaste Tú, Maestro vivo, sobre mi<br />

orilla de sueños y de redes nuevas. Te llevaste el sentido de todos mis trabajos, la vida de mis<br />

hijos, sus fuerzas, sus mentes, sus proyectos. Después de aquel día, que experimentaron dónde<br />

vivías, ya nunca más volvieron los muchachos a ser míos, ya solo fueron tuyos. Se fueron<br />

contigo y me dejaron con las barcas y las redes, con las deudas y los jornaleros, con las ilusiones<br />

y los sueños. Antes de llegar a realizarse lo mío, lo tuyo ya existía, y así siguió para siempre.<br />

Incluso me dejaste por un tiempo, tu tiempo de hombre público, sin el consuelo natural de mi<br />

esposa, que por cuidar de sus hijos y un poco, también de ti y de los tuyos, se fue junto a tu<br />

madre por el camino, tras tus pasos.<br />

“¿Qué has hecho de mí Señor?”<br />

Y oyó en el corazón una Palabra cierta, que iba a ser proclamada por todo el universo. “Ahora<br />

tu riqueza no serán los peces, sino tu propio nombre, porque tú ya eres para el Reino de Dios<br />

ZEBEDEO, y dos de mis más queridos amigos, serán conocidos como “los hijos de Zebedeo”,<br />

y tu esposa, no solo será Salomé, sino que se le conocerá como María la de Zebedeo. Y por si<br />

fuera poco, mi propia Madre, el templo más seguro que haya existido de la presencia de Dios<br />

entre los hombres, se la voy a dejar para que la cuide como un tesoro a tu hijo Juan, y tu tendrás<br />

que seguir tutelando y ayudando de algún modo a todos. ¿Aún te parece poco? Pues además de<br />

todo eso, yo estaré siempre contigo, y Galilea, la verdadera Galilea, la tierra de la alegría de<br />

Dios y del encuentro, será para siempre mi tierra, de la que tú eres uno de los primeros<br />

habitantes. La gente que me busca vendrá a verte a ti, y donde yo me sentaba para hablarles la<br />

palabra de Dios, ahora te sentarás tú, y te escucharán a ti”<br />

Y así fue como Zebedeo se convirtió en la voz del lago que alababa a Dios y recordaba a todo el

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