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Descargar libro - Manuel Requena

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grandes manjares, ni grandes músicos, ni vestidos especiales, .... solo gente sencilla. Gente que<br />

hizo lo de todos los días, lo de todos los años. Pan del día de Pascua, sin fermentos ni levaduras.<br />

Vino de cosecha, hierbas amargas y agua de la fuente..... Pero allí estabas Tú. La música de los<br />

salmos e himnos fue más bien corrientilla, porque no había contigo grandes cantores, aunque tú<br />

lo eras. Sabemos que cantasteis los himnos, pero las voces de los pescadores--al menos los que<br />

yo conozco-- no eran las más limpias y brillantes. Y los tuyos, casi todos eran pescadores,<br />

curtidos en el salado lago galileo, bajo el nivel del mar. Menos mal que las mujeres echaron una<br />

mano a todo, no solo a preparar comidas, sino a cantar los salmos y los himnos, que recordaban<br />

la pascua de Egipto. Ellas nunca cantaban en la celebración de la pascua, pero ese día<br />

empezaron a cantar. Desde el amanecer, la ciudad fue un canto, y comenzó el día<br />

tranquilamente entre ruidos de gente, cantos de pájaros casi acabados de salir del nido que<br />

llenaban el aire caliente de abril. Gritos constantes de gorriones, ruiseñores, jilgueros,<br />

verderones trigueros, con el bu–búuu-bú de tórtolas, cu-cú de abubillas, y la conversación<br />

inteligente de las golondrinas, -que algunos cuentan que te aliviaron al siguiente día de la<br />

corona y tus espinas-- Aquella primavera extraordinaria, estaba llena con toda la riqueza<br />

sensual de nuestro mediterráneo. Y en medio de todo aquel barullo de sentidos, hiciste el<br />

milagro más fuera de los sentidos humanos que has hecho jamás: te quedaste tú mismo hecho<br />

comida del pueblo que salía de la esclavitud a la libertad, que pasaba de la muerte a la vida. Te<br />

hiciste comunión para los tuyos, y no dejaste huella rastreable para la ciencia humana. El salto<br />

fue a tu estilo. Te hiciste puerta de lo visible a lo invisible, del ruido de los hombres a tu silencio<br />

santo, del frío de la calle a tu calor de vida, de la muerte del cordero a la vida de Dios. Y todo lo<br />

hiciste aquella cena, con la gente sencilla que te seguía, porque ya te amaba”. “Gracias Señor de<br />

los milagros permanentes. “Gracias, Vida”<br />

***<br />

Volviendo al relato, Jesús llegó a la casa junto con los doce, pasada ya la media tarde. Durante<br />

todo el día, las mujeres que le seguían desde Galilea, y toda la casa de José de Arimatea,<br />

prepararon la Pascua. El propio José estaba en todos sitios, supervisando el trabajo. En la cocina,<br />

en el mercado, en la bodega, en la sala grande de su piso de arriba….Sacó lo mejor de sus<br />

armarios. Adornos, vajillas,cuberterías, jarrones de flores, quemadores de incienso y perfumes<br />

salieron a relucir. Aquel grupo de gente, de más de ciento veinte personas, parecía oler la<br />

novedad de lo definitivo que flotaba en el aire. La gente que preparó la primera pascua<br />

cristiana, la Eucaristía de Jesús, como cimiento auténtico de nuestra Iglesia, son los que me han<br />

movido a escribir este <strong>libro</strong>. El ‘entorno del Verbo de la vida’, ('peri ton logos tes zoes' 1Jn, 1,1),<br />

-así, sin otro nombre-, son la iglesia de Jesús que me fascina, porque Él trabajó por ella, vivió y<br />

murió para ella, permaneció vivo en ella hechos un solo cuerpo. El Cristo de la gente sencilla,<br />

estrenó allí mismo en aquel cenáculo, y en su persona física, el Misterio de presencia interior<br />

que le iba a regalar a su esposa para siempre. Lo que había experimentado con María su madre,<br />

y José, tenido por su padre, con Simón el Leproso, o con Lázaro, María y Marta, con Berenike,<br />

Shemá, Samuel y con los humildes galileos que le ‘conocieron’ en su vida pública, ahora lo hizo<br />

sacramento, y lo institucionalizó para todos los hombres de fe y buena voluntad. Jesús aquella<br />

tarde, se preparó una sala grande, dispuesta para el amor, en cada corazón. Con todos juntos,<br />

hizo una iglesia única. Esa es su esposa, su cuerpo, su delicia, su compañera de dolor y gozo.<br />

Aunque casi siempre esa iglesia haya estado secuestrada por la ley y por los estamentos<br />

sacerdotales del antiguo Israel que se colaron también en el pueblo nuevo, y que siguen aún hoy<br />

confundiendo a la gente sencilla, por la que Él dio la vida, el sacramento sigue siendo el mejor<br />

sitio para experimentar lo nuevo del Maestro nazareno.<br />

***

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