09.05.2013 Views

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

Descargar libro - Manuel Requena

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

que la conocían por su limpieza y su orden pensaban que estaría agotada, y totalmente<br />

enfadada con su yerno y con aquel hombre que le habían llenado la casa de gente conocida y<br />

extraña. Pero la minúscula María nunca se había sentido mejor. Se puso a servir y sirvió, sin que<br />

nadie se diese casi cuenta. Se puso a limpiar y limpió. Se puso a cocinar, y salieron las mejores<br />

recetas que tenía archivadas en su recuerdo vivo. María recibió no solo la salud de aquella<br />

enfermedad que la tenía postrada, sino la alegría que produce las ganas de servir sin enfadarse,<br />

de poner todo lo que se tiene a disposición de los demás.<br />

El Maestro y su yerno Simón le habían dicho que tendrían aquella casa como alojamiento<br />

siempre que vinieran a la región, y María, con su parte del dinero de la pesca, compró algunos<br />

muebles, y le cambió el cañizo al porche de la entrada, que estaba cayéndose. Por eso le costó<br />

trabajo superar a María, la anciana pescadera, lo que ocurrió unos días después, cuando el<br />

Maestro volvió de nuevo a la casa que se llenó de gente. Incluso el porche, las habitaciones y<br />

hasta las calles, estaban atestados. Nunca se había visto tanta gente por allí. A pesar de todo,<br />

ella estaba contenta, hasta que aquellos cuatro energúmenos que trabajaban para Zebedeo y<br />

Pedro en las barcas, empezaron a levantar el techo de caña nueva, que habían echado sobre el<br />

porche hacía una semana. Hicieron un enorme boquete, y empezaron a descolgar en una<br />

espuerta grande a Samuel, el muchacho paralítico que siempre rondaba por a playa. Lo dejaron<br />

caer con unas cuerdas delante del Maestro.<br />

¡Ya podían haber empujado a la gente un poco más para entrar por la puerta! Pensó María ¡Ya<br />

podían al menos haber pedido permiso para romper el techo! Si se lo hubieran dicho, ella<br />

misma los hubiese colado por detrás, por el pequeño patio de las redes. Pero nada dijeron.<br />

Como si la casa fuera suya, rompieron las cuerdas, levantaron el cañizo nuevo, y descolgaron al<br />

pobre tullido Samuel en la espuerta grande del pescado que usaba Zebedeo, casi encima de la<br />

cabeza de Jesús….. ¡No lo mataron de milagro! Pero era justamente un tiempo de milagros, y a<br />

los pocos minutos, después de perdonarle los pecados, aquel hombre lisiado, salió andando de<br />

la casa por su propio pie, llevando sobre el hombro la improvisada camilla. ¡Entonces si le<br />

dejaron sitio para salir! Todos se apartaron y él salió tan tranquilo por el pasillo que se había<br />

formado entre la gente, que miraba sus piernas y sus brazos, con ojos como platos, y elevaban<br />

las voces y los brazos hacia el cielo diciendo ¡Nunca se ha visto por aquí nada igual!.<br />

María estuvo a punto de gritar cuando vio que empezaban a romper el techo, pero Él la miró, y<br />

ella , comprendiendo que era cosa suya, quedó totalmente en silencio. Casi ni vio lo que pasaba<br />

a continuación porque su vista se había nublado con aquella mirada, de solo un eterno segundo<br />

pero directa al corazón. En su embobamiento escuchó perfectamente lo que decía el Maestro<br />

dirigiéndose al joven impedido:”Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5)<br />

A María la pescadera, no le extrañó nada que aquel hombre pudiera perdonar pecados, como<br />

pareció extrañarle muchísimo a los escribas y fariseos que habían venido desde Jerusalén y que,<br />

sentados en la primera fila, empezaron a murmurar en alta voz, levantando las manos hacia el<br />

cielo, y moviendo la cabeza de un lado para otro. A María, lo que le extrañó, sinceramente, fue<br />

que aquel joven lisiado, al que conocía desde que nació, además de paralítico tuviese pecados,<br />

fuese un pecador. Y se dijo para sí ¡Una nunca sabe nada de la verdad de la gente! Cerró la boca,<br />

y se puso a escuchar al Maestro.<br />

4.- LEPROSO

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!