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Comentario Biblico San Jeronimo 01.pdf - Comunidad San Juan

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180 ÉXODO 3:45-48<br />

45 A) Israel llega al Sinaí (19,1-3). Tras el viaje de Refidim al monte<br />

Sinaí, Moisés sube al monte de Dios (v. 3). Algunos autores intentan todavía<br />

localizar el monte Sinaí en Cades, en Petra o en algún otro lugar al<br />

este de la península del Sinaí, alegando como razón principal la aparente<br />

presencia de actividad volcánica en el relato (por ejemplo, 19,18). Dado<br />

que no se sabe de ninguna actividad volcánica en la península misma del<br />

Sinaí, se lanzan a esas nuevas conjeturas. Sin embargo, los datos a que se<br />

refieren no constituyen prueba alguna de tales condiciones volcánicas, sino<br />

que son simplemente unas descripciones típicamente semitas de una gran<br />

tempestad de montaña. Como ejemplos de tal manera de escribir podemos<br />

citar los majestuosos versículos de Sal 29, donde Dios se revela en una<br />

tempestad de montaña, o Sal 18,8-15, otra descripción de una teofanía,<br />

muchos de cuyos elementos constituyen un paralelo de la presente sección.<br />

En consecuencia, la mayoría de los autores modernos identifican el<br />

monte de Dios con Jebel Musa, en la península del Sinaí. Esta cumbre<br />

particular alcanza una altura de 2.249 metros y puede ser escalada en<br />

hora y media. Hay otros picos más altos al sur de Jebel Musa, pero su<br />

escalada exige unas cinco horas y en su base no hay extensiones abiertas.<br />

La localización de Jebel Musa se ve confirmada por la vecina llanura<br />

de er-Raha, que coincide con el lugar en que acampó Israel al pie del<br />

monte de Dios (19,2).<br />

46 B) Promesa divina (19,4-8). Dios hace a su mediador elegido un<br />

ofrecimiento sorprendente: si los israelitas deciden mantenerse fieles a la<br />

alianza, alcanzarán una condición realmente singular: serán el pueblo de<br />

Dios, su posesión especial, un reino de sacerdotes, una nación santa (5-6).<br />

En este pasaje, clásico en el conjunto del AT, se manifiesta de nuevo el<br />

misterio de la elección divina. En el desarrollo de la historia de la salvación,<br />

el pueblo de Israel iba a disfrutar un puesto especial y una intimidad<br />

única con Dios. Pero también se le iba a exigir mucho: ser santo como es<br />

santo su Dios y cumplir su misión sacerdotal ante las naciones. Esta especial<br />

vocación no le iba a ser impuesta, sino que quedaría a su libre elección.<br />

En el v. 8, los israelitas aceptan espontáneamente la alianza.<br />

47 C) La teofanía del Sinaí (19,9-25). Moisés recibe instrucciones<br />

sobre la inminente teofanía. La presencia divina confirmará a Moisés en<br />

su misión de profeta, portavoz singular de Yahvé. Siguen varias prescripciones<br />

sobre santificación y se mencionan algunas prácticas rituales de<br />

purificación. Quien tuviera relaciones sexuales incurría en impureza ritual<br />

y quedaba excluido de toda actividad sagrada (cf. Lv 15,18; 22,3-7).<br />

En la descripción de la teofanía, es evidente la acción de Yahvé como<br />

señor de la naturaleza. Algunos autores consideran el sonido de la trompeta<br />

(vv. 16 y 19) como una representación figurativa de un fuerte viento,<br />

con lo cual resulta otro elemento de la tempestad, como los truenos<br />

y relámpagos del v. 16.<br />

48 D) El Decálogo (20,1-17). El texto de nuestros diez mandamientos<br />

se ha plasmado en dos formas: Ex 20 y Dt 5,6-21. Una armonización<br />

de ambas aparece en el papiro Nash, del siglo n a. C, hallado en la<br />

3:48-49 ÉXODO 181<br />

región egipcia de el Fayyum en 1902. Una tercera forma es el llamado<br />

Decálogo ritual en Ex 34,11-26 (J).<br />

En esta sección sobre el Decálogo, la Biblia nos pone en contacto<br />

con la aportación característica de Israel al acervo jurídico. Varios códigos<br />

legales son anteriores al Decálogo: así, por ejemplo, el Código de<br />

Lipit-Istar, el Código de Esnunna, el Código de Hammurabi y los códigos<br />

hititas. La base de estos códigos es la ley casuística: si uno hace tal<br />

cosa, se le aplicará el consiguiente castigo. En cambio, en el Decálogo<br />

encontramos la característica ley apodíctica: harás o no harás tal cosa,<br />

sin ningún elemento introductorio de tipo condicional.<br />

Muchos autores sostienen que la formulación actual de los mandamientos<br />

cuarto al décimo del Decálogo es la originaria, mientras que en<br />

los tres primeros la breve formulación originaria ha sido complementada<br />

con ayuda de tradiciones posteriores. Este cambio debió de verificarse<br />

en una época muy temprana, ya que las fórmulas adicionales aparecen<br />

también en el Código deuteronomista.<br />

La división de los diez mandamientos da lugar a ulteriores diferencias.<br />

Siguiendo la tradición rabínica, los judíos modernos los dividen<br />

así: el primero, 20,2; el segundo, 20,3-6; el tercero al décimo, 20,7-17.<br />

De acuerdo con Filón, Josefo y los Padres griegos, los griegos modernos<br />

y las Iglesias reformadas (excepto los luteranos) presentan esta división:<br />

el primero, 20,2-3; el segundo, 20,4-6; el tercero, 20,7; el cuarto, 20,<br />

8-11; el quinto al décimo, 20,12-17. Y en consonancia con los Padres<br />

latinos, los católicos y los luteranos los dividen como sigue: el primero,<br />

20,2-6; el segundo, 20,7; el tercero, 20,8-11; el cuarto al octavo, 20,<br />

12-16; el noveno, 20,17a; el décimo, 20,17b.<br />

Las principales discrepancias entre Ex y Dt consisten en la motivación<br />

humanitaria añadida en el segundo caso por lo que se refiere a la<br />

observancia del precepto del sábado y en el cambio de orden en Ex 20,<br />

17 y Dt 5,21. En Ex se menciona primero «la casa» y luego «la mujer».<br />

Los mandamientos cuarto al décimo son elementos esenciales del<br />

derecho natural; por eso los encontramos también en códigos legales<br />

anteriores. Pero incluso aquí podemos advertir una importante diferencia:<br />

en los códigos de otros pueblos del Próximo Oriente, la violación<br />

de esos preceptos constituye un crimen contra el prójimo; en la Biblia,<br />

su violación significa un crimen contra el mismo Dios. Se da, pues, una<br />

orientación totalmente nueva. Cf. pormenores en W. Harrelson, Ten<br />

Commandments: IDB 4, 569-73.<br />

49 a) EL PRIMER MANDAMIENTO (20,2-6). El reconocimiento de un<br />

solo Dios distinguía a Israel de sus vecinos del Próximo Oriente, los<br />

cuales tenían una multitud de divinidades celestes. En este precepto<br />

descubrimos el claro monoteísmo práctico, que culminaría más adelante<br />

en el monoteísmo especulativo de los profetas. Un versículo como Ex 15,<br />

11: «¿Quién es como tú, Señor, entre los dioses?», indica abiertamente<br />

que los antiguos israelitas no tenían aún noción de un monoteísmo especulativo.<br />

Muchos, evidentemente, concedían realidad a las divinidades<br />

de otras naciones. En el monoteísmo práctico de este mandamiento, los

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