Comentario Biblico San Jeronimo 01.pdf - Comunidad San Juan
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604 INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA PROFETICA 12:2-4<br />
exilie Prophets and Prophecy (Nueva York, 1961); G. Widengren, Literary and<br />
Psychological Aspeéis of the Hebrew Prophets (UUA 10; Upsala, 1948); J. Ziegler,<br />
Die Liebe Gottes bei den Propheten (Münster, 1930).<br />
2 CONTENIDO<br />
Naturaleza de la profecía (§ 3-11)<br />
I. El fenómeno profético (§4)<br />
II. La profecía en el Próximo Oriente (§ 5-6)<br />
III. La profecía en Israel (§ 6-11)<br />
A) Historia de la profecía israelita (§ 6-11)<br />
a) Profecía primitiva (§ 7)<br />
b) Profecía clásica (§ 8-10)<br />
c) Profecía posexílica (§11)<br />
B) Su carácter distintivo (§ 12)<br />
Profecía e instituciones israelitas (§ 13-21)<br />
I. La ley y el sacerdocio (§13)<br />
II. El culto (§ 14)<br />
III. La monarquía (§ 15-16)<br />
IV. La religión de Israel (§ 17-21)<br />
A) Escatología (§ 17-19)<br />
B) Doctrina social y moral de los profetas (§ 20)<br />
C) Monoteísmo ético (§21)<br />
La literatura prof ética (§ 22-24)<br />
I. Profetas escritores y no escritores (§ 22)<br />
II. Géneros literarios de la profecía (§23)<br />
III. Formación de los libros proféticos (§ 24)<br />
La palabra prof ética (§25)<br />
NATURALEZA DE LA PROFECÍA<br />
3 Si bien el objeto principal de nuestra atención serán los profetas<br />
del AT, especialmente aquellos cuyos nombres van unidos a los respectivos<br />
libros, empezaremos haciendo algunas consideraciones sobre la<br />
profecía en general. Los LXX no tradujeron realmente el término hebreo<br />
nábt al verterlo constantemente por profétés; lo que hicieron fue<br />
utilizar un término equivalente, evocador de una venerable historia en<br />
el mundo griego y capaz de decir algo a los no judíos de aquella época.<br />
Por tanto, es evidente que, si bien los traductores judíos habrían sido<br />
los primeros en insistir en que la profecía israelita era algo especial,<br />
también reconocían, como nosotros, que aquélla estaba relacionada de<br />
alguna manera con toda la gran cultura humana, de la que Israel formaba<br />
parte.<br />
4 I. El fenómeno profético. La mayor parte de las religiones, por<br />
no decir todas, han conocido el fenómeno profético como una realidad<br />
12:4 INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA PROFETICA 605<br />
continua o en alguna etapa de su desarrollo. Esta observación se aplica<br />
no sólo a las llamadas religiones primitivas, sino también a las más evolucionadas.<br />
Por profecía no entendemos específica ni principalmente la<br />
predicción del futuro —lo que respondería a una concepción muy tardía<br />
de lo esencialmente profético—, sino la mediación e interpretación de<br />
la mente y la voluntad de Dios. En este sentido se utilizó el término<br />
profétés (lit., «el que habla en lugar de otro» o «intérprete») ya desde<br />
el siglo v a. C, para designar a quienes interpretaban la mente divina<br />
y la hacían inteligible, de diferentes maneras, a sí mismos y a los demás.<br />
La función del profétés se consideraba esencialmente situada en el orden<br />
de la religión pública; para los adivinos que ejercían una función privada<br />
se utilizaban otros términos. Esta función solía ir asociada al lenguaje<br />
inteligible y a la interpretación: la persona inspirada en cuanto<br />
tal, el que recibía alguna revelación que exigía una interpretación ulterior,<br />
era conocido como mantis. El profétés y el mantis podían ser,<br />
desde luego, una misma persona. Sin embargo, este último término<br />
llegó a utilizarse preferentemente en relación con las predicciones del<br />
futuro (cf. H. Kramer, ThWNT 6, 781-95).<br />
Los medios de comunicación profética eran, en general, los mismos<br />
que se presuponen en la profecía del AT: sueños, visiones, experiencias<br />
extáticas o místicas y diferentes prácticas adivinatorias. El respeto que<br />
sentimos hacia los profetas de Israel no debe impedirnos afirmar que<br />
muchas prácticas proféticas no israelitas derivaban de una experiencia<br />
religiosa genuina. Los cristianos no tuvieron inconveniente, durante<br />
siglos, en aceptar que se dieron auténticas profecías en los oráculos<br />
sibilinos (que hoy, sin embargo, se tienen por interpolaciones judías y<br />
cristianas), los cuales han llegado a introducirse en la liturgia de la Iglesia.<br />
Puesto que la profecía es un carisma que por sí mismo nada dice<br />
sobre la ortodoxia o el carácter moral del profeta, no hay razón para<br />
restringir el espíritu profético de Dios exclusivamente a los cauces<br />
«normativos» de la historia de la salvación. Los oráculos de Balaam<br />
(Nm 22-24) fueron considerados como genuinas profecías procedentes<br />
de Yahvé, a pesar de que la tradición bíblica clasificó a Balaam entre<br />
los enemigos de Dios y de su pueblo (Nm 31,8.16; Jos 13,22; 2 Pe 2,<br />
15; Jds 11; Ap 2,14). Como explicaba santo Tomás, ya que la profecía<br />
es una moción transeúnte y no un hábito, es posible que una misma<br />
persona profetice la verdad y la mentira, dependiendo de que haya sido<br />
tocada o no por el Espíritu de Dios (Quodl., 12, q. 17, a. 26).<br />
Los verdaderos y los falsos profetas abundaron no sólo en la antigüedad,<br />
en el AT y NT, dentro y fuera del pueblo de Dios, sino también<br />
en épocas más tardías. Si bien la Iglesia jamás ha aplicado oficialmente<br />
el título de «profeta» a nadie que no haya sido tenido por tal en la<br />
Escritura, es evidente que Dios habló a su pueblo a través de personajes<br />
como Francisco de Asís, Vicente Ferrer, Catalina de Siena, Brígida<br />
de Suecia y otros, que tuvieron experiencias frecuentemente muy parecidas<br />
a las de los profetas bíblicos.