Comentario Biblico San Jeronimo 01.pdf - Comunidad San Juan
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810 JEREMÍAS 19:19-20<br />
4,4. La circuncisión del corazón es tema propio de Jeremías (9,25) y<br />
del Dt (10,16; 30,6). Parece que el profeta depende de esta tradición<br />
legal (cf. H. Cazelles, RSR 38 [1951], 13). El rito de la circuncisión<br />
fue otorgado a Abrahán como un signo de alianza (Gn 17,10ss). Su<br />
observancia, sin embargo, así como la de los restantes preceptos de Ja<br />
ley, no cumple los propósitos de esta alianza mientras el corazón se<br />
mantenga al margen. Se da aquí, por tanto, un paso adelante en la religión<br />
de Israel al proclamar la primacía de las disposiciones interiores<br />
sobre las exteriores, pues el corazón es sede de la inteligencia y de la<br />
voluntad. Con razón ha podido afirmar Rudolph que este logion es una<br />
«palabra eterna, el evangelio» del AT (cf. 31,31-34). La conversión que<br />
Jeremías pide a Israel en el nombre de Yahvé es, pues, mucho más que<br />
la restauración de unas prácticas que habían sido abandonadas. Israel<br />
habrá de empezar por olvidarse de los ídolos, pues éste es un requisito<br />
previo a la conversión. Su verdadera esencia depende absolutamente de<br />
la misericordia de Yahvé, que creará un nuevo Israel. Por eso deberíamos<br />
hablar más de una revolución que de una reparación de determinados<br />
daños (cf. M. F. Lacan, LumVi 47 [1960], 5-24). Jeremías se<br />
integra plenamente en la tradición de los círculos deuteronomistas, que<br />
insistían mucho en esta necesidad de conversión como uno de los temas<br />
capitales en su interpretación de la historia israelita, desde el éxodo<br />
hasta el final de la monarquía (Dt-2 Re; cf. "Welch, op. cit., 51-15;<br />
H. W. Wolff, ZAW 73 [1961], 171-86).<br />
20 II ) Dos adiciones (3,6-18). Estos versículos fueron insertados<br />
en el poema sobre la conversión. En realidad son dos cortos oráculos.<br />
La razón de su presencia aquí es el empleo de la palabra clave süb, con<br />
su triple sentido. 6-13. Se cree unánimemente que este primer oráculo<br />
es de Jeremías, pero se discute su fecha de composición. Si bien muchos<br />
críticos proponen una fecha posterior a la reforma de Josías, en 622<br />
(Skinner, Rudolph, Weiser, Gelin, etc.), y otros se inclinan incluso a<br />
ver en estos versículos una condenación de esta misma reforma (Welch,<br />
op. cit., 78; B. Vawter, The Conscience of Israel [Nueva York, 1961],<br />
247), nosotros seguimos manteniendo que debe fecharse entre 627 y<br />
622. Lo cierto es que Jeremías acusa a Israel de idolatría, y en los mismos<br />
términos empleados en 2,27 (cf. v. 9). En nuestro pasaje no hay<br />
ninguna alusión a aquella reforma, y no tenemos pruebas de que la<br />
idolatría recuperase el favor del pueblo después que Josías hubo destruido<br />
los lugares altos. Jeremías propone una alegoría de los dos reinos,<br />
bajo la figura de dos hermanas. Ezequiel dará amplias proporciones a<br />
esta parábola (Ez 16,23). Israel, el reino del norte, había sido devastado<br />
por los asirios un siglo antes, por haber caído en la idolatría y no haberse<br />
arrepentido, a pesar de que los profetas habían proclamado la necesidad<br />
de hacerlo como condición para salvarse. Esta lección debiera<br />
haber sido aprovechada por Judá, pero el «retorno» de este reino no<br />
duró más que «las nubes de la mañana o el rocío» (Os 6,4). Por ello,<br />
el pecado de Judá es tanto mayor y no merece el perdón que fuera ofrecido<br />
a su hermana (vv. 12-13). Se comprende esta esperanza en la res-<br />
19:20-21 JEREMÍAS 811<br />
tauración del Israel del Norte, y hasta resulta conmovedora viniendo de<br />
un profeta cuyo lugar de origen era aquél (30,1-31,22).<br />
14-18. Esta sección es muy posterior al resto del capítulo. En realidad,<br />
Jerusalén ya ha sido destruida, y ha desaparecido el arca de la<br />
alianza, que nunca más volverá a ser recuperada (v. 16); por consiguiente,<br />
hay que fijar una fecha posterior a 587. La función que desempeñaba<br />
el arca como trono de Yahvé será cumplida en adelante por la misma<br />
Jerusalén, como lo proclaman las palabras finales de la Tórá de Ezequiel<br />
(Ez 48,35). Jerusalén, con su nuevo esplendor, se convertirá en centro<br />
donde se reunirán todas las naciones (cf. Is 2,2-3 = Miq 4,1-3; Is 56,<br />
6-8; 60,11-14). Finalmente, otro tema significativo de este pasaje es la<br />
reunificación del reino dividido, predicha ya por los profetas del siglo<br />
vin (Os 2,2; Miq 2,12). Pero aquí esta reunificación sólo se ve<br />
como posible una vez que ambos reinos, Judá e Israel, hayan pasado<br />
por el destierro (Ez 37,15-28; Is 11,10-16, que es posterior al exilio).<br />
Por todas estas razones, los críticos consideran que este oráculo es obra<br />
posexílica de algún discípulo de Jeremías. Sin embargo, tanto el pensamiento<br />
como el vocabulario corresponden a Jeremías (cf. 23,1-8). En<br />
los primeros tiempos de su ministerio, Jeremías esperaba que Israel,<br />
con el término del exilio, volvería a recuperar su antiguo esplendor. La<br />
decadencia del poder asirio y la extensión al reino del norte de la reforma<br />
llevada a cabo por Josías eran motivos para alentar esta esperanza.<br />
Los acontecimientos no permitieron que llegara a realizarse, pero<br />
permaneció viva en la mente del profeta, y cuando Judá sufrió la misma<br />
suerte que Israel, el profeta amplió su esperanza también a este reino.<br />
Según esto, es perfectamente comprensible que el oráculo se pronunciase<br />
en los meses siguientes a la destrucción de Jerusalén en 587.<br />
21 c) EL MAL DE JUDÁ Y EL MAL DE LA INVASIÓN (4,5-6,30). Esta<br />
larga sección debe considerarse como un solo poema, pues tiene por<br />
tema un asunto único: sus pecados traerán a Judá el castigo, que se<br />
concretará en una rápida invasión. En el poema se mezclan con vivo<br />
colorido y con patéticos acentos las descripciones guerreras -—con sus<br />
efectos sobre la tierra y sobre el espíritu del pueblo y del profeta— y<br />
las denuncias de la depravación moral, así como las exhortaciones a la<br />
penitencia. También en el plano literario puede advertirse esta unidad,<br />
especialmente en los caps. 4 y 6: sus exordios son muy semejantes, y<br />
ambos terminan con la imagen de la mujer angustiada en el parto como<br />
símbolo de grandes sufrimientos (4,31; 6,24-26). Por conveniencias del<br />
análisis, el poema se ha dividido en tres secciones, de acuerdo con el<br />
tema predominante.<br />
i) La invasión (4,5-31). 5-8. Lo mismo que un trueno en un<br />
cielo azul, por todo el país se escucha una repentina alarma: el invasor<br />
se acerca. 5. proclamadlo: En 6,1 se repite un grito semejante; suena<br />
como un eco de la misma voz de alarma lanzada por Oseas un siglo<br />
antes con ocasión de la guerra siro-efraimita (735-734; cf. 2 Re 16,5ss;<br />
Os 5,8). Más tarde, otro profeta anunciará la llegada del día escatológico<br />
del Señor en términos análogos (Joel 2,1). La alarma era importante en