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Comentario Biblico San Jeronimo 01.pdf - Comunidad San Juan

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LA LITERATURA PROFÉTICA<br />

22 Todo lo anterior constituye los preliminares necesarios para<br />

nuestro estudio de la literatura profética veterotestamentaria. Así es<br />

como podremos comprender el significado de esta literatura, quién la<br />

produjo y con qué fines. Nos centraremos, por supuesto, en la literatura<br />

profética según ya la hemos definido, es decir, la que produjeron los<br />

profetas escritores clásicos. El canon judío (—» Canonicidad, 67:27)<br />

cuenta, además, como «profetas anteriores» aquellos libros que nosotros<br />

acostumbramos considerar como históricos (es decir, el corpus<br />

deuteronómico). Tampoco nos ocuparemos de otro tipo de escritos que,<br />

por diversas razones, algunas veces han sido contados también con los<br />

proféticos; así, por ejemplo, Lam, Bar, Dn y Jon. El género literario<br />

de estos escritos se discutirá en sus respectivos comentarios.<br />

I. Profetas escritores y no escritores. En cierto sentido, la distinción<br />

entre profetas escritores y no escritores se debe a una concepción<br />

errónea de la historia de la profecía escrita y, en todo caso, es<br />

incidental. Amos se diferencia de Elias, en la medida en que este último<br />

nos es conocido, simplemente en que al primero podemos leerlo en sus<br />

propias palabras, mientras que del segundo sólo sabemos lo que de él<br />

escribieron otros. La diferencia, pues, se refiere menos a los mismos<br />

profetas que al destino de sus respectivas profecías. Por otra parte, la<br />

distinción no es meramente accidental. Según parece, es a los discípulos<br />

de los grandes profetas a quienes debemos normalmente los escritos<br />

proféticos; son aquellos mismos b e né hann e bfim que a menudo desempeñan<br />

un papel tan confuso en la historia del profetismo. El hecho de<br />

que un profeta se rodease de discípulos que garantizasen la conservación<br />

de sus profecías ya nos dice algo acerca del mismo profeta.<br />

La literatura profética no está integrada por unos libros escritos por<br />

unos autores determinados de la misma forma que lo pudo ser, pongamos<br />

por caso, el libro de Rut o el Evangelio de <strong>Juan</strong>. Los nombres que<br />

encabezan los libros proféticos, con algunas matizaciones, identifican la<br />

sustancia de las palabras en ellos contenidas con unos determinados<br />

autores proféticos. Ahora bien, estas palabras son colecciones de profecías<br />

más que libros unitarios. Este juicio ha de aplicarse incluso a libros<br />

aparentemente tan unitarios como el de Ezequiel. Esas colecciones, a<br />

su vez, son el resultado de una recopilación redaccional de otras colecciones<br />

más pequeñas de profecías, unidas mediante palabras clave, semejanzas<br />

de tema, género literario o algún otro rasgo semejante.<br />

¿No pudieron formar estas colecciones los mismos profetas? No es<br />

imposible, pero es improbable, como tiende a demostrar el examen<br />

detenido de cada uno de los «libros» proféticos. En muchos casos, los<br />

compiladores carecían de una información que, sin duda, poseían los<br />

autores de las profecías. También han de tenerse en cuenta los pasajes<br />

biográficos en tercera persona, que forman una parte sustancial de muchos<br />

libros proféticos. Por supuesto, no es imposible que el profeta<br />

12:22 INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA PROFÉTICA 633<br />

escribiera acerca de sí mismo en tercera persona, pero es más razonable<br />

pensar que ese material se debe a los autores de las colecciones: los<br />

discípulos del profeta. Se nos habla explícitamente de estos discípulos,<br />

así como del papel que desempeñaron en la conservación y transmisión<br />

de las palabras pronunciadas por sus maestros —por ejemplo, en Is 8,<br />

16-20—. También Jr 36 es una fuente preciosa de información que<br />

describe cómo fue la primera etapa de la colección de Jeremías, cuando<br />

algunas de sus profecías fueron puestas por escrito dictando el profeta<br />

a su discípulo Baruc. En otros libros proféticos hay profecías que presentan<br />

indicios de haber sido también recogidas al dictado. Incluso en<br />

relación con Amos, del que solemos pensar que fue una figura solitaria,<br />

no sólo tenemos materiales en tercera persona (7,10-17), sino también<br />

relatos en primera persona que presuponen la presencia de oyentes amistosos<br />

cuya tarea consistía en recordar y poner por escrito las palabras<br />

del profeta (cf. 7,1.4.7; 8,1-2). También debió de ser en círculos de<br />

discípulos donde se conservó un material de carácter originariamente<br />

privado como las «confesiones» de Jeremías (12,1-6; 15,15-21, etc.),<br />

que el maestro daría a conocer a sus seguidores, pero que en principio<br />

no iban destinadas al público en general.<br />

Esta posibilidad plantea de algún modo la cuestión de los ipsissima<br />

verba del profeta. ¿Hasta qué punto las profecías de Amos, Oseas,<br />

Isaías y el resto de los profetas reproducen exactamente su formulación<br />

originaria? No es sencillo responder a esta pregunta ni hay una respuesta<br />

que sirva para todos los casos.<br />

En general, hay buenas razones para pensar que en la mayoría de<br />

los textos poéticos anteriores a la confección de un determinado libro<br />

tenemos una transcripción sustancial de las palabras originales del<br />

profeta. No está fuera de lo posible que en algunos casos el mismo<br />

profeta las pusiera por escrito, sirviéndose de óstracas o de otro medio<br />

corriente en su época. Pero esto no era realmente necesario, dado que<br />

la misma estructura poética se prestaba bien a facilitar la memorización<br />

y una transmisión exacta. De hecho, en estos materiales poéticos<br />

se notan unos estilos literarios y unos rasgos constantes que permiten<br />

hablar de unas características amosianas o isaianas, así como distinguir<br />

el material procedente de Baruc o de Jeremías, etc.<br />

El material en prosa presenta mayores dificultades. Ciertamente, un<br />

profeta podía hablar en prosa lo mismo que en poesía, y en varios libros<br />

proféticos hay buena cantidad de prosa que, sin duda alguna, encaja<br />

perfectamente en la situación existencial del ministerio desarrollado por<br />

cada profeta en particular. Sin embargo, lo que sabemos acerca del<br />

proceso normal de la profecía nos anima a pensar que su forma ordinaria<br />

consistía en pronunciar sentencias poéticas relativamente cortas. Las<br />

secciones en prosa de los escritos proféticos tienen, en general, la apariencia<br />

de producciones literarias más que de discursos dirigidos a un<br />

auditorio, aun en el caso de que recojan palabras proféticas anteriormente<br />

pronunciadas. Parecen ser, por tanto, paráfrasis y resúmenes de<br />

profecías más que las profecías mismas. También estas paráfrasis pueden

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