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Comentario Biblico San Jeronimo 01.pdf - Comunidad San Juan

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252 LEVITICO 4:54<br />

de conclusión con el Código Deuteronomista (Dt 28) y el Libro de la<br />

Alianza (Ex 23,20-33), si bien este último contiene sólo bendiciones.<br />

A este respecto, los códigos legales imitan la forma de los tratados de<br />

vasallaje del segundo milenio, en los cuales el poder político superior<br />

concluía las estipulaciones de su pacto escrito con una serie de maldiciones<br />

y bendiciones. La probable dependencia de Ez en algunas ideas<br />

sugiere una redacción tardía.<br />

Las bendiciones van precedidas de una exhortación final en los<br />

vv. 1-2. Negativamente, se excluye la idolatría en todas sus formas; positivamente,<br />

se urge el reconocimiento del dominio exclusivo de Yahvé<br />

mediante la observancia del sábado y el respeto a su presencia entre el<br />

pueblo (19,1-4). Las bendiciones (2-13) se centran en la fertilidad del<br />

suelo (3-5 y 10), presentando el abundante fruto de la cosecha con unas<br />

imágenes llamativas e incluso exageradas (cf. Am 9,13). El futuro del<br />

pueblo es descrito como una vida de paz y concordia con las fuerzas de<br />

la naturaleza, en la que será fácil la victoria sobre los enemigos (6-8);<br />

la descendencia será abundante (9) y gozará de la inestimable bendición<br />

de la presencia del Señor (12). Este favor es considerado totalmente en<br />

relación con la alianza del Sinaí (9b), resultado de su liberación de la<br />

servidumbre egipcia (13).<br />

Las sanciones por el incumplimiento de la ley (14-39), más numerosas<br />

y detalladas que las bendiciones, reflejan claramente que el capítulo<br />

fue compuesto durante los días críticos de Judá. Los castigos anunciados<br />

aparecen en un marcado crescendo, con un estilo semejante al de<br />

las plagas de Egipto (Ex 7,14-11,10). Las amenazas, que vienen a ser<br />

el reverso de las bendiciones prometidas, incluyen enfermedad, destrucción<br />

de las cosechas por obra de los enemigos (16-17) y el fracaso de la<br />

agricultura por falta de lluvia (18-20). 18. siete veces: Siete era el número<br />

perfecto; por tanto, aquí se indica una destrucción completa. Acudirían<br />

también las fieras a diezmar la población y los ganados (21-22).<br />

La precaria paz se disiparía ante el ataque simultáneo de los enemigos,<br />

de la enfermedad y la miseria (23-26). 25. la espada vengadora de mi<br />

alianza: Tenemos aquí el reverso de 9b. El castigo, lo mismo que el<br />

favor, no era arbitrario, sino exigido por las estipulaciones de la alianza.<br />

26. diez mujeres sólo tendrán un horno: Ordinariamente, cada familia<br />

tenía su propio horno; durante la catástrofe se vería reducido a la décima<br />

parte el normal abastecimiento de pan.<br />

La obstinación en el pecado provoca la medida final (27-35). El<br />

hambre los reducirá al canibalismo, a comer a sus propios hijos (29;<br />

Dt 28,53; Jr 19,9; Ez 5,10; 2 Re 6,28ss), y sufrirán una destrucción<br />

de sus lugares de culto pagano (30), de sus ciudades y santuarios (31),<br />

una destrucción tan espantosa que se aterrarán los invasores (32). La<br />

dispersión y el destierro serán su suerte (33). En el actual contexto<br />

histórico de la composición del capítulo es notable el incumplimiento<br />

de la más primitiva legislación sabática (34-35; cf. comentario a 25,<br />

1-7). Aquella gente, dispersa en tierras extranjeras, vivirá en constante<br />

sospecha y terror; por último, se perderá en el ambiente pagano (36-39).<br />

4:55 LEVITICO 253<br />

Dado que su unidad como pueblo depende de la presencia de Yahvé en<br />

medio de aquellos hombres (cf. 11-13), cuando Yahvé les vuelva la espalda,<br />

ellos perderán inmediatamente su identidad nacional.<br />

Sin embargo, el castigo no será definitivo, sino medicinal (40-45)-<br />

Pese a la infidelidad de Israel, Yahvé quiere, en último término, permanecer<br />

siempre fiel a la alianza hecha con los patriarcas y a la tierra,<br />

que forma parte de la promesa (42). Además, el abandono de la tierra<br />

no sería considerado como un castigo del suelo sagrado, sino como una<br />

oportunidad para renovar sus fuerzas vítales, antes debilitadas por la<br />

inobservancia sabática (43). La noción del resto que sobrevive, al menos<br />

de una parte de la población, en atención a la alianza es un tema muy<br />

importante en el AT; su expresión aquí es notablemente semejante a<br />

Ez 16,53-63. Al igual que los tratados de vasallaje, el Código de <strong>San</strong>tidad<br />

termina con esta mención final de la alianza y con el breve sumario<br />

del v. 46 (cf. también Dt 28,69).<br />

55 VI. Rescate de ofrendas votivas (27,1-34). Este apéndice modifica<br />

algunas leyes a la luz de la práctica posterior. Todo voto llevaba<br />

consigo una solemne obligación de cumplirlo (Nm 30,2-3; Dt 23,22-24),<br />

pero en la época posexílica fue creciendo la tendencia a convertir los<br />

compromisos personales y referentes a la propiedad en sus equivalentes<br />

monetarios. Las normas sobre tal conmutación son expuestas aquí con<br />

minuciosidad.<br />

Desde muy antiguo existió la posibilidad de consagrar una persona<br />

al Señor, es decir, a un santuario donde tal persona prestara sus servicios<br />

en las ceremonias litúrgicas (1 Sm 1,11). Dado que, después del<br />

destierro, tales funciones corrían exclusivamente a cargo de los levitas,<br />

parece que se impuso la costumbre de rescatar a las personas comprometidas.<br />

Ese era el procedimiento normal en la consagración de los<br />

primogénitos (Ex 13,2.12-13). Los vv. 1-8 especifican la cantidad que<br />

debía pagarse, cantidad que se fijaba según la capacidad de la persona<br />

para el trabajo. Así, la cifra más elevada correspondía al hombre entre<br />

los veinte y los sesenta años; a partir de ahí se iba descendiendo según<br />

se tratara de una mujer, un joven, una joven, un anciano o anciana, un<br />

niño y una niña. No se sabe con exactitud cuánto valía un siclo, pero el<br />

precio de un esclavo eran treinta siclos. Estas cantidades establecidas<br />

no eran invariables; en circunstancias atenuantes, el sacerdote podía<br />

determinar una cifra satisfactoria.<br />

En el caso de ofrendas de animales (9-13), se distingue entre animales<br />

puros —es decir, aptos para el sacrificio (cf. comentario a 1,2)—<br />

e impuros. En el primer caso (9-10), la ofrenda hacía sagrado al animal,<br />

y no se permitía forma alguna de cambio o permuta. Si se intentaba<br />

sustituir el animal por otro, el oferente sufría la pérdida de ambos. En<br />

el segundo caso (11-13), dado que el animal era presentado simplemente<br />

como un don no sacrificial, el sacerdote determinaba su valor, al cual se<br />

añadía una sobretasa del veinte por ciento si se intentaba más adelante<br />

su rescate.<br />

También se podía consagrar la propiedad real en forma de edificios

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