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Comentario Biblico San Jeronimo 01.pdf - Comunidad San Juan

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612 INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA PROFETICA 12:8<br />

rado, acerca de la verdadera y la falsa profecía expresado en Dt 18,<br />

21-22). En la mente del AT, la actividad de los falsos profetas era también<br />

querida por Dios como un medio de poner a prueba a sus fieles<br />

seguidores (Jr 4,10; 1 Re 22,19-23, etc.).<br />

Los falsos profetas eran frecuentemente profetas de corte, interesados<br />

en decir al rey y a sus ministros lo que éstos querían oír; tales<br />

profetas solían sacar provecho monetario de sus profecías favorables,<br />

con las que aseguraban a sus clientes las bendiciones divinas y procuraban<br />

no turbar las conciencias. Sin embargo, es probable que muchos<br />

de ellos fueran víctimas de la tragedia común de su pueblo: se<br />

habían convencido hasta tal punto de que la manera israelita de vivir<br />

representaba toda la religiosidad posible, que se había convertido en<br />

una especie de segunda naturaleza el medir la voluntad de Yahvé de<br />

acuerdo con la vida concreta de Israel, en vez de lo contrario. Esta<br />

frecuente tragedia en modo alguno era patrimonio exclusivo del antiguo<br />

Israel. En una edad en que el orgullo nacional se expresaba en un lenguaje<br />

religioso era inevitable que hablase también un lenguaje profético.<br />

Cf. E. F. Siegman, The Valse Prophets of the 01 (Washington, 1939).<br />

Es obvio que en la época de los profetas clásicos no siempre estaba<br />

clara la diferencia entre auténtica y falsa profecía. La posesión por un<br />

«espíritu» profético extático no constituía un criterio seguro: los profetas<br />

podían ser tocados por el espíritu y, sin embargo, profetizar falsedades,<br />

y en la mayor parte de los profetas clásicos faltan indicios seguros<br />

de que fueran extáticos. El cumplimiento de la profecía, aunque<br />

hubiera sido siempre evidente para los contemporáneos del profeta, no<br />

era un signo infalible, como lo demuestra Dt 13,2ss. Más aún, la verdadera<br />

profecía quedaba muchas veces, al parecer, sin cumplimiento,<br />

llegando a desalentarse por ello incluso el mismo profeta (cf. Jr 20,7ss).<br />

Cuando Jananías profetizó, de acuerdo con sus propios anhelos, que en<br />

dos años terminaría el destierro de Babilonia y que sería repuesto en el<br />

trono Jeconías (Jr 28,lss), Jeremías apenas pudo replicar otra cosa sino<br />

que él estaba convencido de lo contrario. «¡Amén! ¡Así lo haga Yahvé!<br />

Que cumpla él las cosas que tú has profetizado...». Jeremías hablaba<br />

así de todo corazón, pues bien hubiera querido él profetizar como lo<br />

había hecho Jananías; pero él sabía que le era imposible hacerlo, porque<br />

no era ésa la palabra de Yahvé.<br />

Jeremías justificaba también su profecía de una manera que puede<br />

resultarnos extraña: «Desde antiguo, los profetas que fueron antes que<br />

tú y que yo profetizaron guerra, lamento y pestilencia contra muchas<br />

naciones y poderosos reinos. Pero el profeta que profetiza paz sólo es<br />

reconocido como verdaderamente enviado por Yahvé cuando su predicción<br />

profética se cumple». Realmente, Jeremías no afirma que haya<br />

de creerse al profeta de calamidades, mientras que ha de rechazarse al<br />

profeta que predice la paz. Lo que hace es apoyarse en la tradición profética<br />

que ha servido a la auténtica revelación yahvista, utilizando una<br />

argumentación esencialmente idéntica a la de Dt 13,2ss. Todo el que<br />

verdaderamente conoce la voluntad de Dios sabe reconocer a su autén-<br />

12:9 INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA PROFETICA 613<br />

tico profeta y distinguirlo del falso, pues la profecía debe responder a<br />

la verdadera naturaleza de Dios tal como él mismo la ha revelado. También<br />

Jesús se defenderá frente a su generación con este mismo argumento,<br />

según Jn 5,37ss, etc. Todo el que advierte en qué situación se<br />

encuentra Israel con respecto a la voluntad moral de Dios cae también<br />

en la cuenta de que una profecía de paz, como la de Jananías, no podía<br />

ser, en tales circunstancias, verdadera palabra de Dios.<br />

Si los profetas clásicos no ofrecieron a sus contemporáneos otro<br />

testimonio que el de la misma palabra profética, hicieron exactamente<br />

lo que se podía esperar de un auténtico profeta: es la misma palabra la<br />

que ha de hallar respuesta en un corazón dispuesto a recibir la gracia<br />

de Dios. La convicción que ellos mismos tenían de que su profecía era<br />

auténtica se apoyaba en ese mismo fundamento; por consiguiente, el<br />

relato de la vocación profética, la experiencia de la presencia divina,<br />

desempeña un papel muy importante en los escritos de los profetas.<br />

Este testimonio los acredita ante sí mismos y ante aquellos a quienes<br />

han sido enviados.<br />

9 Ya en el AT, concretamente en la historia de Samuel, aparece<br />

clara la intención con que Yahvé suscitó la profecía de la edad clásica.<br />

Samuel era un nab?, al frente de un grupo de b e né hann e b?ítn; en el<br />

relato bíblico se da por supuesta la existencia de tales grupos en gran<br />

escala. Cuando se presenta a Samuel (1 Sm 3,1), se nos dice que «la<br />

palabra de Yahvé era rara en aquellos días; las visiones no eran frecuentes».<br />

En otras palabras: con Samuel la profecía israelita iba a alcanzar<br />

una nueva dimensión. Lo que esta nueva dimensión significaba,<br />

al menos a los ojos del mismo autor bíblico, queda claro en la apología<br />

de Samuel (1 Sm 12,1-5), una antología de expresiones que recuerdan<br />

a Amos, Miqueas, Oseas y Malaquías. Lo mismo puede decirse del discurso<br />

atribuido al nábf Natán en 2 Sm 12,lss. La revelación intrépida<br />

de la voluntad moral de Yahvé, el Dios de la alianza israelita, rasgo<br />

característico del profetismo clásico, que lo sitúa aparte de todo otro<br />

profetismo, tanto de Israel como de sus vecinos, comenzó a manifestarse<br />

ya con los primeros representantes de la antigua clase de los<br />

n e b?im.<br />

También Elias denuncia el pecado de Ajab en 1 Re 21,17-24 con un<br />

lenguaje digno de Amos o Jeremías. 1 Re 19,4ss describe, como una<br />

nueva vocación profética y el comienzo de una nueva línea profética<br />

(cf. v. 14), la experiencia de la «brisa suave» vivida por Elias, en la<br />

que éste oyó la voz de Yahvé de una manera hasta entonces desconocida<br />

para él. Inmediatamente después, Elíseo es llamado para que sea discípulo<br />

de Elias y, finalmente, su sucesor como «padre de Israel». El<br />

autor de la historia de Elíseo mira a este profeta ante todo como un<br />

taumaturgo; pero también se ocupa de su enseñanza en términos tales,<br />

que son como un eco anticipado de los profetas «sociales» que vendrían<br />

después (cf. 2 Re 5,26).<br />

Así no es difícil entender por qué Amos, aunque él mismo sabía que<br />

era algo más que un nábf, tal como esta institución se mantenía en sus

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