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Comentario Biblico San Jeronimo 01.pdf - Comunidad San Juan

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846 JEREMÍAS 19:70<br />

(48,38), como Oseas la aplicara antes a Israel (Os 8,8). 29. tierra: Se<br />

le pide solemnemente que preste atención, quizá en calidad de testigo<br />

en el juicio final que se pronuncia contra Joaquín (cf. cap. 2, sobre el<br />

esquema del rib). 30. sin hijos: En contradicción con 1 Cr 3,17-18.<br />

Pero Jeremías aclara el sentido que da a este adjetivo: ningún descendiente<br />

de Joaquín ocupará el trono. Zorobabel, su nieto, regresó a Jerusalén<br />

después del exilio, pero en calidad de gobernador, no de rey (1 Cr<br />

3,19). Jeremías vio claro que la historia del rey desterrado estaba acabada,<br />

no como resultado de una especulación sobre las combinaciones<br />

políticas, sino por un conocimiento profundo que se situaba en otro<br />

plano: el de los designios de Yahvé (Rudolph). Indudablemente, detrás<br />

de estas palabras que se refieren a Joaquín debe latir una cierta esperanza<br />

de que este rey restauraría la dinastía davídica (al menos entre<br />

quienes se mantuvieron fieles a él y rechazaron a Sedecías; cf. M. Noth,<br />

RHPR 33 [1953], 81-102; GesSt, 346-71). Jeremías, pues, saldría al<br />

paso de tal esperanza afirmando la absoluta repulsa tanto de Joaquín<br />

como de sus descendientes.<br />

70 v) El rey futuro (23,1-8). Los oráculos sobre los diferentes reyes<br />

han seguido un orden cronológico. En consecuencia, sería de esperar<br />

que ahora viniese un oráculo sobre Sedecías, pero el profeta cambia<br />

de perspectiva. Del nuevo rey de Judá sólo se toma el nombre, pero<br />

transformado, para proclamar (v. 6) una nueva era mesiánica. El estado<br />

en que ha llegado a nosotros esta descripción del futuro combina varios<br />

breves oráculos.<br />

1-4. Este primer oráculo, en prosa, se refiere tanto a los «pastores»<br />

como al «rebaño». 1-2. La autenticidad de estos versículos es segura;<br />

los malos pastores, es decir, los reyes, actúan todavía, pero Yahvé se<br />

dispone para hacer recaer sobre ellos su juicio. Lo cierto es que los últimos<br />

reyes de Judá tuvieron un fin trágico. 3-4. Jeremías se vuelve<br />

ahora al pueblo utilizando unos términos semejantes a los que ya empleara<br />

en otra ocasión (cf. 3,14-18). Su perspectiva es la restauración<br />

del pueblo después del exilio, con el pleno cumplimiento de los planes<br />

de la alianza.<br />

5-6. Este oráculo poético sobre el «renuevo de David» es ciertamente<br />

auténtico; algunos llegan incluso a pensar que ésta es la única<br />

afirmación de Jeremías acerca de un Mesías personal (cf. Skinner, op.<br />

cit., 311ss). 5. vienen días: No hemos de insistir demasiado en la cuestión<br />

del tiempo a propósito de esta expresión. Parece que su finalidad<br />

es llamar la atención sobre una proclamación solemnísima (cf. 7,32).<br />

germen justo: El término semah, junto con la expresión sinónima que<br />

se encuentra en Is 11,1, se convirtió en una forma clásica de designar<br />

al Mesías (Zac 3,8; 6,12). 6. Tanto Israel como Judá disfrutarán de esta<br />

salvación. Jeremías nunca olvida su patria (cf. caps. 30-31). el Señor<br />

nuestra justicia: El nombre que llevará el futuro rey es un juego de<br />

palabras sobre el nombre de Sedecías; Yhwh sidqénü (Yahvé es nuestra<br />

justicia), comparado con sidqt-ya.hu (mi justicia es Yahvé), presenta úni-<br />

19:70-71 JEREMÍAS 847<br />

camente un cambio de los sufijos pronominales y de la posición que<br />

ocupa el nombre Yahvé. Aquí el término «justicia» ha de entenderse<br />

en su pleno significado, que incluye la presencia y la acción salvadoras<br />

de Dios. Isaías había dado un nombre parecido a su rey futuro: 'immánú<br />

'él, «Dios con nosotros» (Is 7,14). La solemnidad del oráculo hace pensar<br />

en una nueva era. Pero ¿cuál exactamente? La respuesta dependerá<br />

mucho de la noción que se tenga del mesianismo y de las relaciones de<br />

éste con la escatología (—> Aspectos del pensamiento veterotestamentario,<br />

77:23-24). Creemos que Jeremías hablaba de un mesianismo real estrechamente<br />

ligado a la historia. La gloria futura no se fija para el fin de<br />

los tiempos, sino para el término de un tiempo determinado que se ha<br />

vuelto desdichado. Más aún, el mesianismo que aquí se proclama no es<br />

otra cosa que la plenitud de una realeza sagrada como medio elegido por<br />

Yahvé para hacer realidad las bendiciones de la alianza: la paz y la<br />

justicia de su pueblo en la tierra prometida. Esta realeza ideal había<br />

sido definida en la profecía de Natán (2 Sm 7) y repetida en los salmos<br />

reales (Sal 2; 45; 72; 89; 110). Los profetas, cuando los reyes se volvían<br />

infieles, recordaban este ideal y prometían su realización en el<br />

futuro, empleando términos que encontramos en este pasaje (cf. Is 9,<br />

5-6; 11,1-9; Miq 5,1-5; Am 9,11; Os 3,5, etc.). Por tanto, al igual que<br />

sus predecesores, Jeremías predice la restauración de la dinastía davídica,<br />

no tanto sobre unas bases políticas cuanto a nivel de las obligaciones<br />

morales y religiosas de la alianza. Conociendo el pleno curso de<br />

la historia, y testigos del término de la revelación, nosotros sabemos<br />

que esta esperanza sólo en Jesús ha podido cumplirse, y a un nivel muy<br />

superior. Para un estudio más amplio, cf. Mowinckel, He That Cometh,<br />

155-86; J. L. McKenzie, CBQ 19 (1957), 25-52; J. Bourke, Ser 11<br />

(1959), 97-110.<br />

7-8. Estas líneas se leen también en 16,14-15, donde se encuentran<br />

fuera de contexto. Predicen un retorno del destierro para el Israel del<br />

Norte, en términos de un nuevo éxodo. No hay razón para dudar de su<br />

autenticidad, pues Jeremías albergaba esta esperanza (cf. caps. 30-31,<br />

esp. 31,7-14). Sin embargo, su conexión con el anterior oráculo resulta<br />

más bien floja; el hecho de que los LXX lo colocasen detrás de 23,40<br />

es señal de una fluctuación en la tradición.<br />

71 c) OPÚSCULO SOBRE LOS PROFETAS (23,9-40). Esta segunda<br />

colección de oráculos se refiere a una nueva clase entre los dirigentes<br />

de Israel, que también se comportó mal, los profetas. Jeremías nunca<br />

cesó de denunciarlos (2,8; 4,9; 5,31; 6,13-15; 14,13-16, etc.). 9-12. Estos<br />

versículos introductorios no van contra los falsos profetas directamente.<br />

Son una queja de Jeremías que recuerda su primitiva predicación<br />

sobre la corrupción universal de Judá (cf. 5,lss; 9,lss). A la vista de<br />

aquélla, Jeremías se siente desolado. Estos acentos ya se habían escuchado<br />

antes (4,19) y más tarde influirían en los salmistas (Sal 6,3-4;<br />

31,11; cf. Hab 3,16). La tierra está en situación de adulterio por causa<br />

de la depravación moral y la idolatría (cf. 5,7-8); sacerdotes y profetas<br />

tienen su parte de culpa en estas maldades. El castigo que ha de venir

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