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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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Pensaba que Cristián estaba vivo, detenido en algún lado. Fueron años muy duros, terriblemente<br />

complicados para nosotros como familia. Sólo en 1990, cuando aparecieron los<br />

cuerpos de Pisagua, asumí que le habían asesinado. Fueron tantos años de espera..., tuve la<br />

fijación de que volvería el día de Navidad y cada año hacía con los niños la mesa de Navidad<br />

con su plato y su servicio y dejaba su silla vacía porque pensaba que iba a llegar”.<br />

Su desaparición también marcó la vida de sus dos hijos. Cristián Ernesto no conserva<br />

ningún recuerdo suyo pues apenas tenía dos años cuando presenció su detención. “Sólo<br />

tengo una imagen de la figura de mi padre: ver sus pies caminando, verme caminando de la<br />

mano de alguien que lleva unos zapatos negros y un pantalón gris” 199 . Cuando se fue aproximando<br />

a la adolescencia comprendió que jamás volvería a verle porque adquirió conciencia<br />

de la política de exterminio de la dictadura y conoció a los hijos de otros desaparecidos. Sin<br />

embargo, algunos de sus gestos revelan la permanente tortura que padecen los familiares de<br />

los detenidos desaparecidos ya que hace algunos años regaló una prenda de vestir de su<br />

padre a un mendigo. “Pensé que si él estaba en esa condición alguien podía hacer lo<br />

mismo”.<br />

Por lo que ha conocido acerca de él, por lo que le ha transmitido su madre, este<br />

hombre de 33 años imagina a su progenitor como “una persona muy activa, muy solidaria,<br />

con muchas proyecciones. Estuvieron casados tres años y un poco más y lograron pensar un<br />

futuro bastante bonito para ambos. Me hubiera gustado haber crecido con él”. Debido a su<br />

desaparición le cuesta entender el rol paterno. “Mis amigos pedían permiso a su papá y yo<br />

no entendía eso. El Día del Padre me causaba nostalgia no tener a nadie con quien conversar<br />

los temas propios de los hombres, me perdí esa etapa bonita. Por eso siento que soy frío<br />

en la relación con los niños, con mis sobrinos, pese a que soy profesor. Por eso que me perdí<br />

me causa extrañeza que un niño bese a su padre”.<br />

Decidió ser maestro y estudió pedagogía en historia porque “la educación es una<br />

herramienta útil de lucha, de verdad, de cambio”. A sus alumnos adolescentes de Buin les<br />

plantea como ejercicio conversar con personas que vivieron aquellos años tan oscuros, “pero<br />

aún hay mucho miedo y a los padres no les gusta que se trate eso en clase. Muy pocas veces<br />

les cuento mi experiencia, pero sí intento que conozcan lo que pasó y por qué. Este es un<br />

problema latente y ellos lo entienden. La mayoría, sin tener una vinculación política, condenan<br />

lo que ocurrió y plantean la necesidad de sancionar a los culpables”.<br />

A Holanda le preguntan los alumnos de su escuela en Paine. “Me han visto muchas<br />

veces en la televisión con la fotografía de mi esposo en el pecho y me preguntan: ‘Tía ¿por<br />

qué estabas con una fotografía?’. Entonces yo les explico. Y ellos dicen: ‘La tía es importante’.<br />

Amo mi trabajo, llevo 39 años trabajando como profesora. Cuando les explico lo que<br />

sucedió en Paine, los niños se entristecen, en su razonamiento se entristecen”. Lo mismo le<br />

199 Entrevista a Cristián Ernesto Cartagena. Mayo de 2002.<br />

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