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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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En junio de 1999, cuando las Fuerzas Armadas y el Gobierno preparaban su Mesa de<br />

Diálogo, la Agrupación organizó un acto en el Estadio Nacional y allí, ante más de cincuenta<br />

mil personas, Sola nos legó el que fue su último discurso: “En Chile sólo habrá<br />

verdadera democracia cuando haya verdad y justicia, cuando sean anulados los efectos del<br />

decreto-ley de amnistía, se haga el debido proceso civil a los acusados de violaciones a los<br />

derechos humanos, se limiten las atribuciones de la justicia militar y los responsables sean<br />

sancionados (...) Denunciamos la nueva operación política en curso para cerrar los temas<br />

pendientes de derechos humanos. Queremos decirles desde aquí –con la fuerza de nuestra<br />

larga lucha y testimonio permanente– que no podrán sellar en Chile ningún pacto para la<br />

impunidad de los culpables. Una y otra vez se verán enfrentados a un pueblo digno que no<br />

renunciará a la verdad y a la justicia...”. 751<br />

El jueves 1 de julio, cerca de las tres de la tarde, su vida se extinguió en la Posta<br />

Central. Las lágrimas desbordaron la sede de la Agrupación y su dolor recorrió el espinazo<br />

andino de Arica a Magallanes, rebasó la cordillera y el océano. Miles de personas le despidieron<br />

en la sede de la Agrupación y en el Comité Central del Partido Comunista, del que<br />

formaba parte. El padre José Aldunate escribió entonces: “Sola, al incorporarse a la Agrupación,<br />

indujo una nueva estrategia; en vez de ocultar sus identidades, saldrían a la calle<br />

portando las fotografías de sus seres queridos, denunciando públicamente su desaparición.<br />

Así inició Sola Sierra, con la Agrupación, el noble y esforzado camino de la ‘no violencia<br />

activa’. Es un camino que habla a las conciencias con la fuerza de la verdad. Habla al gran<br />

público, generalmente tan temeroso y, a veces, cobarde o indiferente. Habla también a la<br />

conciencia de los mismos autores del genocidio, apuntando en último término a que reconozcan<br />

su pecado. Grita su verdad a cara descubierta porque no son ellas las que deben<br />

ocultar sus rostros sino ellos, los criminales, mientras no se arrepientan y reparen. Es sí un<br />

camino largo porque busca, en última instancia, redimir el sentido ético de la nación pervertido<br />

por el abuso del Poder... un abuso continuado, oficializado, no sancionado. Se<br />

había creado un clima de tolerancia y hasta de aceptación. Las manifestaciones callejeras y<br />

públicas de Sola y la Agrupación rompían ese clima de permisibilidad y llamaban a reconocer<br />

los derechos fundamentales de la persona y obrar en consecuencia”. 752<br />

Hoy no sólo la sede de la Agrupación, inaugurada en febrero de 2001, se denomina<br />

Casa de la Memoria Sola Sierra, en Jerusalén existe un bosque que lleva su nombre para<br />

evocar a través de la vida de los árboles su lucha por encontrar a los desaparecidos.<br />

Cuando Angel Parra conoció su fallecimiento, dedicó esta hermosa poesía a aquella<br />

mujer sencilla que nos entregó una vida bella, cuyos últimos versos dicen: 753<br />

751 El Siglo, 16 de junio de 2000. Edición digital: http://www.elsiglo.cl<br />

752 Mensaje, agosto de 1999. pp. 18-19.<br />

753 Ljubetic, Iván: Sola Sierra. Una imprescindible. El Pan Nuestro. Santiago de Chile, 2000. p. 144.<br />

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