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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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“Ese inmenso amor...”<br />

El 6 de noviembre, después de estar desaparecidos durante dos semanas, los agentes<br />

del Comando Conjunto dejaron en libertad a Patricio y a Ricardo, a quien llevaron a su<br />

domicilio a las cuatro de la madrugada. “Fuentes Morrison me dijo que me devolvían a mi<br />

marido sano y salvo –explica Catalina–. Con temor y rabia le dije que le devolvían a donde<br />

nunca le debieron sacar. El Comando Conjunto era tan siniestro como la DINA”.<br />

El estado de su esposo, las indisimulables huellas de la tortura, le estremecieron. “Venía<br />

muy mal, orinaba sangre, no quería mostrarme nada para que no me preocupara, pero<br />

le dije que debía saberlo por si le pasaba algo. Traía la punta de los zapatos sin cuero pues<br />

había estado dos días colgado y se había encogido para descansar un poco apoyado en el<br />

cemento. Traía también las muñecas peladas, destrozadas, y las piernas quemadas con cigarrillos.<br />

Me contó que le ponían en la ‘parrilla’ y que un médico decía que le pusieran sal en<br />

la boca”. A pesar de su crueldad, los agentes del Comando Conjunto no lograron arrancar<br />

a Patricio y a Ricardo información sobre su hermano José, subsecretario general y máximo<br />

responsable político en la clandestinidad de las Juventudes Comunistas 579 . “Ricardo les<br />

engañó y les llevó a una casa donde su hermano ya no vivía, ahí fue que lo colgaron y le<br />

pusieron corriente”.<br />

Desde el golpe de estado Ricardo era consciente de que en cualquier momento podía<br />

ser detenido e incluso desaparecer o ser asesinado, como les había sucedido a tantos compañeros<br />

suyos, sin embargo, recuerda Catalina, “nunca quiso irse de Chile, siempre decía que<br />

su lucha estaba acá. Tras la primera detención, cuando le trajeron a la casa, volví a insistirle<br />

en que se fuera porque temía que volvieran a detenerle, pero no quiso; decía que si pasaba<br />

algo, que le pasara a él y no a nosotros”.<br />

“Ricardo tenía tres hijos en esos momentos, todos pequeños, no podía abandonarlos,<br />

me imagino su dolor al pensar en ellos –reflexiona Patricio, quien se refugió en el sur con su<br />

compañera durante un año y medio hasta que pudieron salir del país–. Ese inmenso amor<br />

y su estado de salud luego de las torturas fueron parte importante en la decisión de no<br />

abandonar su casa. He conversado muchas veces con sus hijos y siempre ellos, aunque les<br />

duela, comprenden el enorme amor de su padre con ese sacrificio de no abandonarlos”.<br />

En aquellas horas en que Ricardo intentó reponerse de las torturas Catalina se dirigió<br />

al Comité Pro Paz, pero como su casa estaba vigilada y le siguieron, hasta el punto de que<br />

“trataron de echarme una camioneta encima”, decidió regresar. El 7 de noviembre, aniversario<br />

de la Revolución Soviética, este militante comunista fue detenido de nuevo en su<br />

579 El 29 de marzo de 1976 José fue secuestrado por el Comando Conjunto cuando iba en una micro junto<br />

a su esposa María Teresa y sus hijos Alvaro y Mauricio. Estuvo en varios centros de detención, como La<br />

Firma, y seguramente “fue asesinado en el Cajón del Maipo”. Informe de la Comisión Nacional de Verdad<br />

y Reconciliación. Tomo 2. p. 559. Su hermano menor, Roberto, estuvo preso durante cuatro años.<br />

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