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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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Popular colocó aquella tarde la tribuna con el lema “Unidad y combate contra el golpismo.<br />

La Patria vencerá”.<br />

Sobre las once de la mañana Víctor llegó a la Universidad Técnica del Estado, en cuya<br />

secretaría de Extensión y Comunicación trabajaba junto a sus compañeros de Quilapayún<br />

e Inti Illimani. Entre las casi mil personas que se congregaron en la UTE, que tenía entonces<br />

unos 35.000 alumnos repartidos a lo largo del país –entre ellos unos seis mil obreros<br />

gracias al convenio suscrito con la CUT–, también estaba Carlos Orellana, quien la recuerda<br />

como la universidad más avanzada y democrática y destaca las jornadas de trabajos<br />

voluntarios que movilizaron a miles de estudiantes hasta Chuquicamata y El Teniente o a<br />

las fábricas y las estaciones de ferrocarril durante el paro sedicioso de octubre de 1972.<br />

Hacia el mediodía la mayoría de los trabajadores, alumnos y profesores decidieron permanecer<br />

en la universidad y pronto comprobaron que los militares cercaban los accesos. A las<br />

cuatro y media Víctor telefoneó a Joan. “Tengo que quedarme aquí... será difícil que vuelva<br />

por el toque de queda. A primera hora de la mañana, en cuanto lo levanten, vuelvo a la<br />

casa... Mamita, te quiero”. “Yo también te quiero... –pero me atraganto mientras lo digo, y<br />

ya ha cortado la comunicación”.<br />

A las siete varios carabineros ingresaron a la Casa Central y ordenaron al rector, Enrique<br />

Kirberg (militante comunista), que respetaran el toque de queda y que antes de las<br />

ocho de la mañana desalojaran el recinto. “Llegó la noche, una de las peores que he pasado<br />

en mi vida. Apenas oscureció las ráfagas de fusilería y ametralladoras se sucedieron casi sin<br />

interrupción. Se disparaba contra la Universidad y contra los automóviles que atinaban a<br />

circular por allí. Desde la ciudad llegaba el estruendo lejano de la acción armada”, relató<br />

Orellana, quien se comunicó por teléfono en varias ocasiones con su hija menor. “Nos<br />

ganaron ¿no es así? Dime la verdad, papá. ¿Qué va a pasar ahora?”. 69<br />

Casi todos los trabajadores y estudiantes que pasaron aquella noche en la UTE se<br />

refugiaron en la cafetería de su Escuela de Artes y Oficios, entre ellos Víctor, quien intentó<br />

infundir esperanzas interpretando con su guitarra, por última vez, algunas de aquellas canciones<br />

que a partir de entonces adquirieron un nuevo significado.<br />

Al día siguiente, poco antes de las siete de la mañana, los militares empezaron a disparar<br />

contra los edificios de la explanada central con diversos equipos de artillería y un cañón<br />

de 120 milímetros, después allanaron las distintas dependencias y exigieron a los presentes<br />

que se rindieran. Los “valientes soldados” recorrieron todo el recinto y en la avenida sur<br />

agruparon entre gritos y golpes a los centenares de prisioneros y les obligaron a permanecer<br />

tumbados boca abajo durante cinco horas, sometidos a todo tipo de palizas. Estos eran los<br />

“grupos armados” que la Democracia Cristiana, la derecha y El Mercurio denunciaban con<br />

69 Rivas, Matías y Merino, Roberto (eds.): ¿Qué hacía yo el 11 de septiembre de 1973? LOM. Santiago de<br />

Chile, 1997. pp. 179-192.<br />

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