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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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Evidentemente, Contreras contaba con el beneplácito de Augusto Pinochet y la aprobación<br />

de sus superiores en Estados Unidos, porque, como supimos en septiembre de 2000<br />

por el Informe Hinchey, trabajó para la CIA desde 1974 hasta noviembre de 1977, cuando<br />

fue relevado en la jefatura de la CNI; es decir, les entregó información incluso después del<br />

atentado de la DINA en Washington, a pesar de que la CIA era consciente del “posible rol<br />

de Contreras en el asesinato de Letelier”.<br />

En mayo y junio de 1975 algunos jefes de la CIA recomendaron “establecer una relación<br />

pagada con Contreras para obtener inteligencia basada en su posición privilegiada y su<br />

acceso a Pinochet”; incluso llegaron a proponer su reclutamiento como un agente más de la<br />

Agencia, a pesar de que conocían los crímenes de la DINA y de que le consideraban “el<br />

principal obstáculo para una política de derechos humanos razonable dentro de la junta”.<br />

Aunque esta propuesta fue desestimada, Contreras sí percibió una indeterminada cantidad<br />

económica de la CIA por sus servicios y en agosto de 1975 fue recibido por Vernon Walters,<br />

subdirector de la Agencia, quien quiso mimar así “las buenas relaciones con Pinochet” 700 .<br />

Entre los investigadores, los abogados y las organizaciones de derechos humanos no hay<br />

duda de que Walters dio el visto bueno de su Gobierno a la Operación Cóndor. 701<br />

Desde hace casi doce años decenas de miles de documentos prueban su existencia. El<br />

22 de diciembre de 1992, el magistrado José Agustín Fernández y el abogado Martín Almada<br />

llegaron hasta el barrio de Lambaré, en los suburbios de Asunción (Paraguay), con una<br />

orden judicial de registro de la sede del departamento de Producciones de la Policía y allí,<br />

en una de las habitaciones, descubrieron parte de los archivos de la dictadura de Alfredo<br />

Stroessner (1954-1989) y numerosos documentos que revelan las entrañas de la Operación<br />

Cóndor. 702<br />

700 El Informe Hinchey también confirmó que “algunos” de los “muchos” oficiales chilenos “involucrados<br />

en sistemáticos y masivos abusos a los derechos humanos después del golpe” eran “contactos o agentes de<br />

la CIA o de las fuerzas armadas de Estados Unidos”. http://www.derechos.org/nizkor/chile<br />

701 Existen varias pruebas de la participación de Estados Unidos en este siniestro operativo, más allá de su<br />

apoyo político, económico y militar a aquellos regímenes totalitarios. A principios de 2001 un documento<br />

desclasificado por el Departamento de Estado reveló que el jefe de las fuerzas armadas paraguayas, el<br />

general Alejandro Fretes, explicó al embajador Robert White que los países involucrados en la Operación<br />

Cóndor empleaban “un sistema codificado dentro de la red de telecomunicaciones del Gobierno de<br />

Estados Unidos para coordinar información de inteligencia”. Según Fretes, el centro de comunicaciones<br />

estaba enclavado en la base militar norteamericana del Canal de Panamá. El cable fue descubierto por la<br />

doctora J. Patrice McSherry, de la Universidad de Long Island, quien señaló que era “otra pieza en la cada<br />

vez mayor acumulación de evidencias que implican que oficiales de las fuerzas militares y de inteligencia<br />

de los Estados Unidos proporcionaron asistencia y en ciertas ocasiones colaboraron con Cóndor como<br />

socio o patrocinador secreto”. Primera Línea, 6 de marzo de 2001. http://www.primeralinea.cl<br />

702 Almada fue una de las víctimas de la Operación Cóndor ya que durante su reclusión entre 1974 y 1977<br />

en Asunción fue torturado por chilenos (entre ellos el coronel de la FACh Horacio Otaíza) y argentinos,<br />

que le acusaron de ser un “terrorista intelectual” por su tesis doctoral, Paraguay, educación y dependencia,<br />

y por promover una cooperativa de maestros. Su esposa, Celestina Pérez, falleció producto de un infarto<br />

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