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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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persuadir a Naciones Unidas en una nota verbal de que Mario y Jorge habían viajado a<br />

Argentina el 13 de mayo desde el aeropuerto de Pudahuel.<br />

Gladys conoció la caída de sus compañeros en San José, cuando se aprestaba a intervenir<br />

ante el Parlamento. Durante un tiempo creyó que por su condición de destacados dirigentes<br />

comunistas reconocerían su detención porque “aún no habíamos asimilado que la<br />

desaparición forzada era la figura con que operaba la dictadura para ocultar sus crímenes”.<br />

Sólo dos semanas antes, el 23 de abril, Jorge le había escrito su penúltima carta, jamás<br />

publicada hasta ahora: “Amor, amor: Recibí hace 4 ó 5 días carta tuya de fines de marzo.<br />

Entre tu carta y ésta pasó nuestro cumpleaños. ¿Cuántos aún? Pocos, muy pocos. Cierto no<br />

fue ayer, pero como que mucho, la mayoría queda por hacer, queda por entregar, de mí a ti<br />

y de ti a mí. Tu carta muy hermosa necesita muchas respuestas. Pero eso lo haré en la pxma.<br />

(antes de 7 días). Esta es sólo para saludarte. ‘Regalarte’ muchas cosas. Que comamos cosas<br />

ricas. ¿Qué tal cazuela de pavo con chuchoca? Y antes una entrada de erizos con pebre, pan<br />

con mantequilla y vino blanco. De postre frutas, uva rosada, duraznos, manzana ‘helada’ (a<br />

elegir). Quisiera bailar contigo, en este cumpleaños, un vals o un tango, sentirte cerca, muy<br />

cerca. Y que hubiera, porque así debe ser, alegres bromas de los niños a los ‘viejos’, cantos<br />

con guitarra; un gran cumpleaños. Y después ‘agarrar viento de isla’, preparar los bártulos y<br />

irse con toda la parvada ¡al sur! A oler la tierra mojada, a encandilarse con los volcanes y la<br />

selva, a estar juntos, a comentar y hablar tantas cosas, a dejar el corazón libre, para que diga,<br />

se entregue, cante. A ver a los niños, cada minuto de muchos días, sondearlos, abrir camino<br />

hacia su confianza, a que seamos amigos. Bien amor, así hemos celebrado este cumpleaños.<br />

Te beso, te quiero. Jorge”.<br />

Sus hijos conocieron su desaparición en junio por medio de su tío Mario, aunque las<br />

lágrimas de su abuela dejaban entrever que algo muy grave sucedía. “Empezó otra etapa de<br />

mi vida, mi papá no aparecía, mis tíos se metieron en la Agrupación...”, recuerda Alvaro.<br />

Sus abuelos intentaron que les afectara lo menos posible la ausencia, de la misma manera<br />

que Jorge había hecho durante su trabajo en la clandestinidad: “Mi papá nunca nos habló<br />

del peligro que corría, pero uno con todo lo pequeño que era sí lo percibía. Nunca nos<br />

traspasó algo por lo que pudiéramos sentir temor o preocupación por él, sentíamos más ese<br />

peligro por que lo transmitía mi abuela, quien como era católica rezaba por su hijo. En<br />

todo caso, todos sabíamos que estaban matando y haciendo desaparecer a mucha gente de<br />

izquierdas”.<br />

Aquel verano de 1976 Rodrigo y Alvaro también habían ido al sur junto con su padre<br />

y estuvieron juntos por última vez en abril. Alvaro jamás olvidará aquellos fugaces momentos,<br />

como “aquel fin de semana en que fuimos a la playa e íbamos caminando por las<br />

rocas...”.<br />

Su hermano y él continuaron haciendo una vida normal ya que no les contaban nada<br />

de la intensa actividad familiar por encontrar a su padre, aunque con el tiempo Alvaro fue<br />

asumiendo que le habían asesinado. “Viví este proceso bien profundamente. Hoy me<br />

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