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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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solicitud de salir del país a que apareciera en televisión el 14 de septiembre para desmentirlo.<br />

Al día siguiente el ex comandante en jefe del ejército se dirigió por carretera a Argentina,<br />

para asentarse junto con su esposa en Buenos Aires, donde encontró trabajo como gerente<br />

en una empresa de neumáticos. Sin embargo, no fue plácida su vida en la enorme conurbación<br />

del Río de la Plata ya que constantemente le estremecían las noticias sobre la represión<br />

militar en su patria.<br />

“Este es el tema que mayor dolor le provocaba, que personas que él había conocido,<br />

con quienes había compartido objetivos comunes hubiesen llegado a cometer esos crímenes<br />

–señala Sofía–. También le afectaba el maltrato que sufrían personas de la propia institución<br />

que él sabía que no habían cometido ningún delito y que eran perseguidos por no<br />

estar de acuerdo con el comportamiento de la junta militar. Todo esto fue desgarrador para él”.<br />

Cuando les visitaron en el verano de 1974, sus hermanas y ella pudieron comprobar el<br />

dolor que el asesinato de José Tohá causó en sus padres. “Mi papá vivió la relación tan<br />

cercana de Pinochet con Tohá y con Letelier en conversaciones profesionales privadas, íntimas.<br />

Todo esto dejó de existir y de ser y le produjo una situación de quiebra”, recuerda<br />

Angélica. Entre Prats y Pinochet no hubo una verdadera amistad, pero sí una relación<br />

profesional de confianza, tal y como explica Sofía: “El propuso al Presidente Salvador Allende<br />

que nombrara a Pinochet [comandante en jefe del ejército], confiaba en él porque siempre<br />

le había dicho que también quería evitar un golpe militar, pensaba que compartía su visión<br />

del ejército y de la situación del país. Y lo mismo creía Allende, por las declaraciones que le<br />

hizo Pinochet. Su cambio fue muy impactante para mi padre, nunca lo imaginó”. 459<br />

Una prueba más del servilismo, de la infinita capacidad de adulación y traición de<br />

Pinochet, es la nota que remitió a Prats el 7 de septiembre de 1973 en cuyo encabezamiento<br />

leemos “Mi querido general y amigo” y que continúa con estas palabras: “Al sucederle en el<br />

mando de la institución que Ud. comandara con tanta dignidad es mi propósito manifestarle<br />

–junto con mi invariable afecto hacia su persona– mis sentimientos de sincera amistad,<br />

nacida no sólo a lo largo de nuestra profesión sino que –muy especialmente– cimentada en<br />

459 El 23 de agosto de 1973 Prats presentó su dimisión irrevocable como ministro de Defensa y como<br />

comandante en jefe del ejército después de sufrir una prolongada campaña de la prensa derechista en su<br />

contra y de soportar incluso una algarada protagonizada por las esposas de decenas de oficiales ante su<br />

casa. Las peticiones de Allende de que reconsiderara su decisión fueron baldías. “Insiste en que no debo<br />

dejarme doblegar por la intriga y la maquinación política (...) Lo convenzo, cuando le manifiesto que si<br />

continuara en mi cargo tendría que solicitarle que aplicara su facultad presidencial contra doce o quince<br />

generales y esa medida iba a precipitar la guerra civil. En tal caso, sería yo el culpable de la sangre que se<br />

derramara entre hermanos y él sería el cómplice principal (...) Le añado que, por mi parte, no estoy<br />

dispuesto a ensangrentarme las manos y, en cambio, si me sucedía el general Pinochet -que tantas pruebas<br />

de lealtad me había dado- quedaba una posibilidad de que la situación crítica general del país<br />

propendiera a distenderse”. Allende entonces designó comandante en jefe a Pinochet, quien el día anterior<br />

le había prometido: “Señor Presidente, sepa por favor que estoy dispuesto a dar mi vida en defensa<br />

del Gobierno constitucional que usted encarna”. Davis, p. 209.<br />

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