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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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A pesar del tiempo transcurrido, aún le emociona atravesar la calle Morandé porque le<br />

asaltan las imágenes de Enrique y sus compañeros alineados en la pared del Palacio o tumbados<br />

boca abajo ante la presencia amenazadora de un tanque y los golpes e insultos de<br />

oficiales y soldados. “A nuestra pena se une el horror que ellos vivieron, eso es un baldón<br />

que será muy difícil superar. Al menos hoy la estatua de Allende está muy cerca y siempre<br />

ha habido gente, incluso en la dictadura, que con gran valor recordó lo que sucedió. Sentimos<br />

tristeza, pero también, no diré orgullo, pero sí una cercanía muy grande con los demás<br />

pues la enorme solidaridad y el reconocimiento a la memoria de los caídos son muy importantes”.<br />

También a su hijo mayor, Enrique, se le encoge el corazón cuando se encuentra en esta<br />

vía de Santiago ya que “la fotografía donde aparece tendido es el único testimonio gráfico<br />

del último instante que conocemos de mi padre y de la mayor parte de víctimas de La<br />

Moneda. Hemos rescatado su historia con retazos de testimonios a veces contradictorios” 26 .<br />

Con una sinceridad conmovedora reflexiona sobre su decisión de permanecer en el Palacio<br />

donde hoy precisamente trabaja como jefe de protocolo de Lagos. “Mirado desde la distancia<br />

estoy como dividido por dos sentimientos. Por un lado, pienso si era tan indispensable<br />

sacrificar la vida y la relación con los hijos; desde este punto de vista a uno le puede producir<br />

un poco de rabia esta elección. En mi adolescencia miraba a mis amigos que tenían a su<br />

papá a su lado para compartir muchos momentos buenos y malos. Por otro, siento orgullo<br />

por que tomara una decisión que le ponía en riesgo, pero que tenía que ver con lo que fue<br />

su vida y la de aquellos compañeros, que lucharon para llegar al Gobierno con un presidente<br />

como Allende. Es un sentimiento un poco dividido por la necesidad de tenerle a mi lado,<br />

aunque, en definitiva, prefiero quedarme con el balance positivo de que es una lección que<br />

deseo conservar”.<br />

Desde Estados Unidos uno de sus compañeros de la Escuela de Medicina, Ronald<br />

Nagel Lafuente, dedicó al doctor Enríque París unos versos que acaban así: 27<br />

“¡No te veré jamás,<br />

Enrique!<br />

Porque tu vida sigue marchando,<br />

porque,<br />

cuando arengabas de pie sobre el pasto,<br />

porque,<br />

cuando supimos de lo negro de tu cárcel,<br />

porque,<br />

cuando te encontré parado en la playa,<br />

sabíamos de lo efímero de las cosas,<br />

26 Entrevista a Enrique París Horvitz. Mayo de 2002.<br />

27 Soto, Oscar: El último día de Salvador Allende. El País Aguilar. Madrid, 1998. pp. 155-156.<br />

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