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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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XIX. “TODOS NOS MERECÍAMOS EL <strong>DE</strong>RECHO A <strong>LA</strong> ESPERANZA”<br />

“Cuando hablan de que tenemos que olvidar, ‘cerrar las heridas’..., hacen un gran<br />

daño a la sociedad, al país, porque no se puede edificar algo con pies de barro. Debe predominar<br />

la justicia, los criminales deben tener su justo castigo. Sencillamente los ‘valientes<br />

soldados’ deberían reconocer sus crímenes, que son mucho más crueles de lo que imagina la<br />

sociedad chilena. Los grandes anhelos de las grandes mayorías del país no se han hecho<br />

realidad, pero hay que seguir luchando porque para avanzar hacia una verdadera democracia<br />

es necesario juzgar a quienes cometieron aquellas horrorosas violaciones de los derechos<br />

humanos”, señala Ana González, que ya ha cumplido 79 años. 606<br />

Cuando su esposo, Manuel Recabarren, dos de sus seis hijos, Manuel y Luis Emilio, y<br />

su nuera, Nalvia Mena, fueron secuestrados en abril de 1976, Ana se convirtió en una de las<br />

mujeres más activas de la Agrupación. “Además de denunciar las desapariciones, queríamos<br />

hacer conciencia en el pueblo, demostrar que se podía luchar contra Pinochet”.<br />

La tarde del 29 de abril de 1976 Nalvia (20 años, embarazada de tres meses) se dirigió<br />

junto con su unico hijo, Luis Emilio –de dos años y medio–, a esperar a su esposo a su<br />

céntrica oficina para regresar a casa, pero Luis Emilio, su cuñado Manuel y ella fueron<br />

detenidos en un operativo de la DINA en la intersección de las calles Sebastopol con Santa<br />

Rosa, en San Miguel. Hacia las once y media de la noche los agentes de Contreras abandonaron<br />

al pequeño Luis Emilio cerca de la casa que sus padres compartían con sus abuelos<br />

paternos y allí lo encontró llorando un tío suyo. “Mamá, si es el Puntito”, le dijo a Ana otro<br />

de sus hijos.<br />

Así llamaba Luis Emilio Recabarren a su hijo, “porque era chiquitito”, dice ésta. Aquella<br />

noche su esposo y ella los buscaron por la zona y permanecieron en vela hasta el amanecer,<br />

con el alma en vilo, pero sin querer especular sobre su posible detención. A la mañana<br />

siguiente Manuel partió primero hacia el comedor que regentaban y unos minutos después<br />

ella salió con otro nieto de cuatro años; al llegar a la empresa y ver que su esposo no estaba<br />

comprendió que también le habían secuestrado 607 . “Dije que no me iba a amilanar y empecé<br />

a luchar por salvarles. En realidad, estaba muerta en vida y por eso no tenía miedo. Esta<br />

ha sido mi lucha por la libertad, por la vida, porque amo a este pueblo”.<br />

Ana González regresó a su casa y debajo de la puerta encontró esta nota: “Señora Ana,<br />

acuda a la Vicaría de la Solidaridad”.<br />

606 Entrevista a Ana González. Julio de 2002.<br />

607 Morir es la noticia. pp. 402-405.<br />

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