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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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podíamos ver. (...) Apenas sentíamos a alguien cerca nuestro decíamos ‘soy equis persona,<br />

me encuentro detenida en este lugar desde tal fecha’, la otra persona nos respondía y así<br />

quien tuviera oportunidad de salir del lugar o en libertad, podría informar a nuestros familiares”.<br />

Fue Romo quien le condujo por primera vez junto a su esposo. “Llegamos a una sala<br />

grande de torturas y en ella estaba Alfonso, le pude ver, se encontraba sobre un catre de<br />

huinchas, las piernas y brazos abiertos y a su vez éstos amarrados a este catre. Había un foco<br />

grande sobre su rostro, lo estaban torturando, sentí su voz, sentí sus gemidos. En esta sala<br />

había también un equipo de magneto para aplicar corriente, había implementos para colgar<br />

a las personas desde el techo, siendo torturadas en esa forma; también tenían un amplificador<br />

grande. Llegamos en silencio, de repente alguien dice: ‘Diga su nombre’; al decirlo,<br />

Alfonso reaccionó desesperadamente, gritó que yo no tenía nada que ver, que me dejaran<br />

tranquila”. Entonces Romo sujetó a Erika, pero ésta pudo exclamar: “Alfonso, no te preocupes,<br />

yo estoy bien”.<br />

Furioso, le abofeteó, le insultó y le llevó a otra sala de torturas, donde –según declaró<br />

ante la juez– “pude ver por entremedio de las vendas que unos individuos estaban armando<br />

un catre. Empezaron a insultarme y me dijeron que me sacara la ropa, cosa que no hice,<br />

entonces empezaron a sacármela y a acariciar mi cuerpo, yo gritaba y lloraba; lograron<br />

sacarme la ropa, me violaron amarrada a este catre. Yo lloraba desesperadamente y luego<br />

ellos me desamarraron. Traté de taparme con un poncho de lana que andaba trayendo y no<br />

me dejaron”. Por fin le permitieron vestirse y fue conducida a otra habitación, donde notó<br />

que también estaba Alfonso. En un momento este joven pudo abrazar a su esposa y le pidió<br />

perdón por que se encontrara allí; conversaron un poco y después fueron llevados juntos a<br />

otra pieza, hasta que un agente de la DINA les separó en medio de una lluvia de insultos.<br />

“En reiteradas oportunidades fuimos torturados y luego nos juntaron a solas para que<br />

conversáramos, sin guardias presentes –recuerda Erika–. La idea era que, atribulada por las<br />

torturas, le pidiera a Alfonso que hablara. Lamentablemente para nosotros Alfonso no<br />

sabía nada de interés para ellos y no pudo decir nada que los hubiera dejado tranquilos y a<br />

nosotros libres. Pensaron tal vez que Alfonso era una persona importante en el MIR, pero<br />

se equivocaron, alguien les informó mal, Alfonso era sólo un militante más. Cuando estábamos<br />

juntos hablábamos de algunas estrategias para enfrentar la tortura, Alfonso me decía<br />

que cuando gritara, no lo haría por el dolor, sino para que ellos creyeran que le escuchaba.<br />

Esto lo hacíamos para tranquilizarnos, pero sabía que él sufría. Y también conversábamos<br />

de nuestra hija, de nuestro amor, de nuestros proyectos para cuando volviéramos a estar<br />

libres”. 388<br />

388 Sobre la desaparición de Alfonso Chanfreau, véase también: Rizet, Dominique y Bellon, Rémy: Le dossier<br />

Pinochet. Michel Lafon. París, 2002. pp. 109-156.<br />

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