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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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“La explosión centralizó su poder destructor en el rodado –leemos en el informe que<br />

preparó el experto en explosivos de la policía federal argentina–. El lugar de origen del<br />

estallido se ubicó justamente debajo del piso entre los dos asientos delanteros, sobre la caja<br />

de velocidades. El techo se desprendió y fue a caer en un edificio situado frente al lugar del<br />

hecho. La puerta del acompañante fue arrancada por completo y el incendio se declaró de<br />

inmediato. El general Prats se encontraba fuera del coche junto a la puerta del conductor.<br />

Su esposa estaba sentada en el interior”.<br />

Por su parte, el médico patólogo de este mismo cuerpo señaló: “La bomba provoca en<br />

la sra. Sofía Cuthbert de Prats desgarro del diafragma, bazo estallado, quemaduras externas<br />

con carbonización parcial, brazo izquierdo amputado por explosión a la altura del codo;<br />

igual situación en la pierna y el pie izquierdo. El general Carlos Prats muere por traumatismos<br />

y desgarros vicerovasculares múltiples, hemorragia externa e interna”. 466<br />

Cerca de las cuatro de la madrugada el primer secretario de la Embajada de Chile,<br />

Fabio Vío, se acercó al vecino domicilio de Ramón Huidobro, quien al abrirle a esas intempestivas<br />

horas no albergó dudas: “¿Es el general Prats?”. De inmediato, su esposa se dirigió<br />

a la casa de Vío y telefoneó a su hija, Isabel Allende, para pedirle que se comunicara con<br />

Sofía, Cecilia o Angélica. Fue el esposo de la mujer que años después escribió La casa de los<br />

espíritus quien a las cuatro y media comunicó a Sofía Prats la tragedia. Con un profundo<br />

dolor, pero conscientes de su deber, las tres hermanas viajaron a Buenos Aires en el primer<br />

avión de la mañana y cumplieron con todos los trámites para la repatriación de los cuerpos<br />

y además pudieron salvar el proyecto que ocupó los últimos meses de vida de su padre,<br />

aquellos centenares de cuartillas que testimoniaban su lealtad de toda una vida a los principios<br />

democráticos.<br />

Ante el primer magnicidio de la DINA en el exterior, Pinochet hizo pública esta<br />

cínica declaración oficial: “Informado de la trágica muerte del General de Ejército (R)<br />

Carlos Prats González y su señora esposa, doña Sofía Cuthbert de Prats, el Gobierno lamenta<br />

este brutal acto de violencia y lo condena enérgicamente”. Asimismo, intentó atribuir<br />

el crimen a la izquierda y de paso justificar la represión: “El alevoso homicidio del<br />

señor general Prats y su esposa y el clima de terror que el extremismo crea internacionalmente<br />

justifican las medidas de seguridad y orden que el Gobierno de la República ha adoptado y<br />

seguirá adoptando para tranquilidad y resguardo de la vida de todos los habitantes de Chile”.<br />

467<br />

Al instante las columnas mercuriales rebotaron la ignominia oficialista para proclamar:<br />

“El atentado sirve de prevención a quienes tienden a olvidar que Chile vive un periodo<br />

de tranquilidad gracias a la constante vigilancia de las Fuerzas Armadas (...) El desprecio<br />

466 Harrington, Edwin y González, Mónica: Bomba en una calle de Palermo. Emisión. Santiago de Chile,<br />

1987. pp. 31-32.<br />

467 Ercilla, 2 de octubre de 1974. p. 17.<br />

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