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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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compañeros fueron llevados allí, pero nadie volvió. Una vez que me condujeron al interrogatorio<br />

vi un montón de cadáveres, de cuerpos masacrados y desmembrados. Luego sacaban<br />

los cadáveres en camiones y los dejaban tirados en la calle”. Víctor y Danilo fueron<br />

encerrados en el mismo cuarto de baño, mientras que en el vecino estaba Littré. “Pero inesperadamente<br />

se dio la orden de que yo saliera. Víctor y yo nos despedimos en silencio, con una<br />

sola mirada”. 75<br />

A las seis de la tarde el grupo de detenidos donde figuraba Boris Navia fue conducido<br />

al anfiteatro y desde allí pudieron divisar, horrorizados, el cuerpo sin vida de Víctor entre<br />

una cincuentena de cadáveres acribillados; minutos después fueron conducidos en autobuses<br />

militares al otro extremo de la ciudad. “Entramos al Estadio Nacional dejando un reguero<br />

de lágrimas por nuestro querido cantor”, asegura con profunda emoción. En aquel<br />

enorme complejo deportivo abrió su libreta y descubrió que las dos hojas de Víctor Jara no<br />

contenían unas palabras dirigidas a su familia como creía, sino su última e inconclusa<br />

canción, titulada “Estadio Chile”. “Al instante comprendimos su importancia e hice dos<br />

copias como pude con dos cajetillas de cigarros”. Días después el ex senador comunista<br />

Ernesto Araneda le dijo que dos personas, un médico y un estudiante, saldrían en libertad,<br />

por lo que les entregó las reproducciones y, además, se encargó de que un viejo zapatero<br />

también preso ocultara las dos hojas manuscritas por Víctor Jara en la suela de su zapato<br />

derecho.<br />

Pero en los controles previos a la salida del recinto, los militares descubrieron el texto<br />

que portaba el muchacho. “Yo había escrito una pequeña introducción, por lo que me<br />

ubicaron y me condujeron al velódromo, donde dos oficiales de la Fuerza Aérea abrieron<br />

mi zapato derecho y descubrieron las hojas. Me interrogaron y me torturaron y pensé que<br />

mientras más soportara la tortura, más posibilidades habría de que la segunda copia saliera<br />

del Estadio. No lograron arrancarme ninguna palabra sobre ella y así el poema de Víctor<br />

venció al fascismo y ganó la libertad. El militar que le asesinó creyó que mataría su voz, pero<br />

Víctor no murió, murió para vivir, vivirá para siempre en el corazón de los pueblos”. Esta<br />

canción se publicó por primera vez en el libro Chile en la hoguera de Camilo Taufic, exiliado<br />

en Argentina, y finalmente llegó a su esposa y recorrió el mundo para denunciar la ignominia<br />

de la dictadura.<br />

Boris, por su parte, permaneció preso hasta finales de 1974, tras pasar por Chacabuco<br />

y Tres Alamos. Entonces se incorporó al servicio jurídico del Comité de Cooperación para<br />

la Paz para defender la vida de sus compañeros detenidos y desaparecidos con la misma<br />

tenacidad con la que libró a la última canción de Víctor de las hogueras donde aquellos días<br />

perecían tantos y tantos libros en todo Chile. Gracias a su valor podemos conmovernos al<br />

leer “Estadio Chile”, cuyos últimos versos dicen: 76<br />

75 Kósichev, pp. 185-190.<br />

76 Sierra i Fabra, Jordi: Víctor Jara. Reventando los silencios. Ediciones SM. Madrid, 2000. pp. 183-185.<br />

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