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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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no lloraba por él ni por mí, lloraba por Chile. Su instinto profético no le engañaba: se<br />

acercaban días negros, muy negros, para este pueblo”.<br />

Entre las visitas que recibió en dicho centro médico estuvo la de Gonzalo Martínez<br />

Corbalá, el embajador mexicano, quien deseaba hacer efectivo el encargo del presidente<br />

Luis Echevarría de ofrecerle asilo político. “Fui a verle y me encontré en cama a ese hombre<br />

grande y bueno, acompañado por su esposa Matilde, quien simpatizaba mucho con la idea<br />

que les propuse, porque ambos habían vivido algún tiempo en México”. Pero Pablo se<br />

negó: “Yo no me iré de Chile, yo aquí correré mi suerte. Este es nuestro país y éste es mi<br />

sitio”. No obstante, ante la insistencia del embajador y de Matilde, aceptó viajar en calidad<br />

de huésped y tan sólo para reponerse de su precario estado de salud.<br />

El jueves 20 Matilde fue a Isla Negra a buscar ropa para el viaje y unos libros que<br />

mantenía bajo llave, pero Pablo le telefoneó y le pidió que volviera junto a él. A su regreso<br />

le encontró muy agitado y en su delirio decía: “Los están fusilando, los están matando,<br />

entregan cadáveres despedazados. La morgue está llena de muertos, la gente está afuera por<br />

cientos, reclamando cadáveres. ¿Usted no sabía lo que le pasó a Víctor Jara? Es uno de los<br />

despedazados, le destrozaron las manos”. Matilde, que había intentado esconderle a Pablo<br />

la tragedia, se dio cuenta de que lo sabía todo y percibió su dolor, su angustia, su impotencia.<br />

“El cadáver de Víctor Jara despedazado. ¡Oh, dios mío! Si esto es como matar un<br />

ruiseñor...”<br />

Habían convenido con el embajador que viajarían el sábado y por ello el día anterior<br />

le entregaron las maletas y el manuscrito original de sus memorias, cuya primera edición<br />

apareció en marzo de 1974. Pero cuando fue a buscarle ese día, Neruda le dijo que quería<br />

marcharse el lunes. “Quiero estar aquí mañana” 216 . El domingo 23 de septiembre tres silenciosas<br />

y compungidas mujeres, su hermana Laura, Matilde y su amiga Teresa Hamel, acompañaban<br />

al poeta del compromiso y de la naturaleza, del amor y de la esperanza, y fueron<br />

testigos de su muerte a las diez y media de la noche.<br />

En Roma, su confrére Rafael Alberti escribió “Con Pablo Neruda en el corazón”: 217<br />

“Tú, Pablo, hermano profundo de la paz<br />

del bien para los hombres,<br />

de la palabra desencadenada<br />

por encima del mar y de las cordilleras,<br />

te morías<br />

de dolor, rodeado de asesinos,<br />

mientras corría en Chile la sangre por la calles.<br />

216 Martínez Corbalá, Gonzalo: Instantes de decisión. Chile, 1972-1973. Grijalbo. México, 1998. pp. 240-<br />

245.<br />

217 Chile vencerá. Roca. México, 1974. pp. 9-11.<br />

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