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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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Pedro Jara, dirigente sindical, compartió celda con ella y apenas unos meses después<br />

declaró en Berlín: “Fue así como la compañera Marta nos pudo mostrar las muñecas de sus<br />

manos, terriblemente amoratadas y en parte les faltaba la piel, de donde, según nos contó,<br />

la mantenían colgada durante horas en los interrogatorios. Nos contó, además, que continuamente<br />

le aplicaban corriente y que la habían sometido a careo con el compañero Víctor<br />

Díaz, a quien tenían en otra celda separada, pero nosotros no vimos al compañero Díaz.<br />

(...) Nos expresó la compañera Marta que tenía muy serias dudas de que fueran a dejarla en<br />

libertad. A pesar de su estado físico destrozado, ella se preocupaba más de la suerte que<br />

corría el compañero Víctor Díaz, porque, según nos dijo, lo trataban peor”. 669<br />

Durante su cautiverio los agentes de la DINA incluso obligaron a Marta a telefonear<br />

en varias ocasiones a la casa de sus padres. “En aquellos días nos llamaron y se ponía al<br />

teléfono una mujer que se quejaba de dolor –dice Hilda–. Esta mujer estaba sola con hombres<br />

y además se escuchaba música de fondo; en aquellos momentos no lo asociamos pero<br />

tiempo después nos dimos cuenta de que era ella. Creíamos que reconocerían su detención<br />

y por eso ya teníamos lista una bolsa con sus cosas para llevársela”. Sin embargo, el recurso<br />

de amparo y la querella por presunta desgracia que presentaron se estrellaron con la<br />

obsecuencia del Poder Judicial e incluso uno de los jueces se atrevió a señalar que Marta no<br />

tenía “existencia legal”, a pesar de que adjuntaron su certificado de nacimiento y otros<br />

documentos. Como su abogado apeló, designaron un ministro en visita.<br />

A partir del 12 de septiembre los medios de comunicación informaron de un espantoso<br />

crimen atribuido a razones pasionales: la aparición del cuerpo sin vida de una mujer,<br />

envuelto en un saco, amortajado, desnudo, con todas las costillas quebradas y un alambre<br />

enrollado en el cuello en la playa La Ballena de Los Molles, 180 kilómetros al norte de<br />

Santiago. Durante varios días los diarios publicaron fotografías del rostro desfigurado e<br />

insistieron en que los “terroristas delincuentes marxistas” la habían asesinado en un acto de<br />

venganza política... 670<br />

“No sé por qué, quizás fue una corazonada, le dije a mi hermana Berta que por qué no<br />

íbamos a la morgue a que nos mostraran el cadáver de esa joven, a pesar de que estábamos<br />

seguras de que no era Marta pues los datos físicos que habían entregado no correspondían”.<br />

Aquel 23 de septiembre en el Instituto Médico Legal Hilda y Berta explicaron que su<br />

hermana había desaparecido y pidieron ver el cadáver encontrado. Cuando le enseñaron<br />

una fotografía suya al asesor jurídico, éste avisó al director del Instituto, Alfredo Vargas,<br />

quien con insolencia les preguntó si su hermana estaba clandestina. “Le dijimos que no y<br />

que era una persona muy metódica en sus horarios de llegada a su casa”, recuerda Berta.<br />

También negaron su militancia política ante las preguntas provocativas de este funcionario.<br />

669 Sesión de la Subcomisión Jurídica de la Comisión Internacional Investigadora de los Crímenes cometidos por la<br />

Junta Militar en Chile. Berlín Oriental. 6 de febrero de 1977. pp. 13-14<br />

670 Figueroa, Virgilio: Testimonio sufrido. COMA<strong>LA</strong>. Santiago de Chile, 1990. pp. 360-361.<br />

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