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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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hubiera sucedido duró toda la noche. Avisé de su detención al Partido y al día siguiente<br />

contacté a algunos compañeros, ahí también supe de la detención de otros compañeros,<br />

como don Fernando Ortiz y don Waldo Pizarro”.<br />

Cuatro días después su suegra, Luzmira Plaza, presentó un recurso de amparo ante la<br />

Corte de Apelaciones, que lo rechazó porque, como siempre, el Ministerio del Interior<br />

negó los hechos. Después de la designación del juez Aldo Guastavino como ministro en<br />

visita, el gobierno aseguró que Carmen había salido del país nada más y nada menos que a<br />

pie por el paso fronterizo de Los Libertadores el 21 de diciembre, si bien el juez Carlos<br />

Cerda demostró que la documentación con que la junta pretendía acreditarlo había sido<br />

falsificada.<br />

En 1977 Max Santelices se unió a la AFDD y allí le conoció cuatro años después el<br />

antropólogo Hernán Vidal: “Max, uno de los pocos hombres activos en la Agrupación, de<br />

treinta años, habla de su cotidianidad como de un estado de ‘transitoriedad permanente’.<br />

Luego de la detención en la vía pública y del desaparecimiento de su esposa, Reinalda del<br />

Carmen, joven embarazada de seis meses, perdió el ánimo aun para las decisiones más<br />

fundamentales de la vida diaria. Abandonó su profesión de kinesiólogo porque hasta el<br />

beneficio de curar a un enfermo le parecía minúsculo frente a los sufrimientos que padecería<br />

su esposa en manos de la DINA. Todo quedó postergado para él por la espera de su<br />

mujer: el trabajo manual en la casa, que tanto le gustaba, la mesa bien dispuesta. Desde<br />

entonces ha evitado todo jolgorio. Trata de vivir una vida con un mínimo de posibilidades<br />

de daño emocional. Duerme poco, lee mucho y va al cine con frecuencia. Sólo hace tres<br />

años volvió a trabajar y nada más que para solventar gastos mínimos. Reconoce que las<br />

experiencias vitales las vive ‘de prestado’. La cercanía de una familia e hijos las vive a través<br />

de sus compadres, a quienes visita con frecuencia. Siente la necesidad de negar su vida<br />

privada. Para él su lucha personal es derrotar la sensación de transitoriedad y entregarse a<br />

una causa superior, que es la lucha contra el fascismo. En esta lucha él cree poder convertirse<br />

en un mejor ser humano y ayudar a la restitución de la vida a la sociedad chilena. En las<br />

mañanas trabaja en la Agrupación. Allí da consejos y apoyo emocional y profesional a las<br />

señoras. Sin embargo, le parece que él mismo no puede recibirlo allí. Los sábados trabaja<br />

con médicos a cambio de un salario. Los domingos visita a sus compadres, pero, en especial,<br />

vuelve a visitar los lugares vividos en común con su esposa ausente”. 743<br />

En diciembre de 1980 el juez Guastavino decretó el sobreseimiento del caso con la<br />

aplicación del decreto-ley de amnistía, pero, en una decisión inédita, la Corte de Apelaciones<br />

lo revocó. En 1983 la causa pasó a manos de Carlos Cerda, quien desarrolló la investigación<br />

más seria realizada durante la dictadura en un juicio por violaciones de los derechos<br />

humanos pues recogió casi 200 testimonios y en agosto de 1986 dictó el procesamiento de<br />

743 Vidal, Hernán: Dar la vida por la vida. Agrupación Chilena de Familiares de Detenidos Desaparecidos.<br />

Mosquito Editores. Santiago de Chile, 1996. pp. 128-129.<br />

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