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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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Jeria pues les recordó que fue un proceso público. Y como conocía la autonomía de funcionamiento<br />

de la DINA, insistió en que no declararía sin la presencia de su abogado y exigió<br />

que se informara de su detención al general Leigh. “Inexplicablemente esto pareció<br />

desconcertarles y procedieron a llamar al general Leigh, quien al parecer ya estaba en conocimiento<br />

de lo sucedido”. Minutos después, los agentes de la DINA la separaron de Michelle<br />

y no se reencontraron hasta cinco días después.<br />

Hacia las diez de la noche la condujeron ante “el coronel”, un hombre de voz gutural,<br />

autoritaria, quien la golpeó y humilló. “Me sometió a un nuevo interrogatorio y careo con<br />

otros detenidos, todos vendados también. Fue un interrogatorio, largo, tendiente a quebrar<br />

psicológicamente, mediante amedrentamiento, burlas, gritos y amenazas. Al no conseguir<br />

su objetivo cambió de táctica tratando de hacerme confesar lo que quería, pero con tono<br />

amable. Cerca de las doce de la noche, creo yo, volvió a amenazarme diciendo que en ese<br />

lugar tenían métodos científicos para hacer hablar, no como los burdos métodos de la<br />

Academia de Guerra Aérea, y que aquí todo el mundo hablaba. Me amenazó con torturas a<br />

mi hija y a mí y me aconsejó que la convenciera para que confesara su supuesta conexión<br />

con la izquierda”.<br />

Unos guardias sustituyeron el papel engomado que cubría sus ojos por una venda<br />

sucia y le indicaron que si se la quitaba, incluso para dormir, sería torturada. “Me condujeron<br />

luego hasta mi celda, una pieza de 1,80 m. por 1,20 m. más o menos, donde había un<br />

camarote de fierro, un colchón y una frazada. Esta pieza no tenía ventanas y por lo tanto era<br />

como un cajón sin luz ni ventilación. En ella permanecí durante cinco días totalmente a<br />

oscuras y sola”.<br />

El 13 de enero la trasladaron durante unas horas a una bodega contigua a una de las<br />

salas de tortura. “A través de las junturas de las tablas pude observar sus brutales procedimientos<br />

de interrogación y su tratamiento soez y obsceno. Constantemente, especialmente<br />

en las noches, se oían los gritos, ahogados por toallas que introducían en la boca, de las<br />

mujeres y hombres torturados en lo que ellos llamaban la ‘parrilla eléctrica’. La primera vez<br />

que oí los gritos creí que se trataba de perros o gatos heridos (...) Desde la bodega podía ver<br />

a los detenidos. Los que llevan días y meses allí tienen un aspecto lamentable. No es posible<br />

conocer cuál es el color original de su ropa, se ven sucios, malolientes, constantemente<br />

engrillados y vendados”.<br />

Cuando se encontraba en aquella pieza pudo escuchar como Contreras ordenaba a<br />

Pedro Espinoza: “A la Bachelet y a la hija hay que sacarlas luego. La FACh me tiene hasta<br />

aquí con que las liberemos... De fuera nos tienen locos”. 496<br />

Al quinto día volvieron a interrogarle, aunque en aquella ocasión el trato fue muy<br />

diferente ya que los agentes de la DINA intentaron ser correctos e incluso le pidieron<br />

496 El Siglo, 24 de agosto de 2001. Edición digital: http://www.elsiglo.cl<br />

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