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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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El viernes 14 finalizó el toque de queda y un amigo fue a recogerle en su motocicleta<br />

para conducirle a la parroquia de San Bernardo, a cargo de otros curas catalanes, ya que<br />

Alfonso Baeza se encontraba en Argentina. Al día siguiente escribió la última misiva a su<br />

familia: “Queridos todos: Estoy bien. Todo ha pasado. Os estoy escribiendo una carta larga,<br />

que aún no he terminado, donde os explico cómo ha ido todo. He estado todos los días en<br />

el hospital. Ayer vine a San Bernardo a ver a los amigos. Todos están bien. Supongo que<br />

habréis tenido noticias y estáis un poco intranquilos. Tened calma y no sufráis. Todavía no<br />

sabemos cómo irá todo y no hay por qué alarmarse. La ‘normalidad’ va volviendo al país.<br />

No os digo nada, porque pronto os llegará la otra carta en la que os cuento más cosas.<br />

Recuerdos a todos. No sufráis. Os quiere y recuerda, Joan”.<br />

El domingo celebró en San Bernardo su última misa y tuvo que leer la declaración<br />

aprobada tres días antes por los obispos, que no condenaba el golpe de estado pero expresaba<br />

su inmenso dolor por “la sangre que ha enrojecido nuestras calles” y pedía “respeto por<br />

los caídos en la lucha” y ”moderación frente a los vencidos, que se tenga en cuenta su<br />

sincero idealismo” 167 . La noche del 18 de septiembre Joan Alsina dejó constancia de la<br />

ambigüedad de la jerarquía en su último escrito, pero, antes de sentarse a transcribir sus<br />

impresiones, había rehusado refugiarse en la Embajada de España ante las amenazas de<br />

muerte que había recibido en el hospital y comentó a la trabajadora de la casa parroquial<br />

que tal vez no volvería a verle. “En el momento de la despedida cogió a mi hijito, le abrazó<br />

y le dio un beso –aseguró ésta. Me marché muy preocupada”. 168<br />

“Habíamos querido poner vino nuevo en odres viejos, y nos hemos quedado sin odres<br />

y sin vino... de momento –escribió Joan–. Hemos acabado el camino, hemos abierto un<br />

sendero y ahora estamos en las piedras. Seguiremos caminando los que quedamos aún”,<br />

167 Pinochet se refiere a sus tempranos “problemas con la jerarquía eclesiástica” y menciona su irritación por<br />

esta declaración “pues al parecer esta parte del clero ignoraba lo que pasó en Chile”. Ni siquiera le sació el<br />

comunicado del 28 de septiembre de la secretaría general de la Conferencia Episcopal: “El Comité Permanente<br />

del Episcopado (...) ha visitado a la Honorable Junta de Gobierno para expresarle sus sentimientos<br />

de respeto y aprecio por las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile y agradecerles las deferencias<br />

que han tenido con los obispos las nuevas autoridades a lo largo del país”. Pinochet, Augusto: Camino<br />

recorrido... Tomo 2. pp. 23-26. Al dictador sí le complació la declaración que el arzobispo de Valparaíso,<br />

Emilio Tagle, leyó en televisión el mismo 13 de septiembre: “Nuestras Fuerzas Armadas, fieles a su<br />

juramento, teniendo sólo en cuenta el bien de Chile y acogiendo su clamor, dieron el paso providencial<br />

para salvarlo de caer para siempre bajo el dominio del marxismo...”. Tres meses después, en declaraciones<br />

a El Mercurio, Tagle avaló el genocidio y humilló a las miles de personas detenidas, torturadas y asesinadas:<br />

“Como un enfermo condenado a morir que se ha librado por una acertada operación, el país ha<br />

perdido alguna sangre, ha sufrido algún dolor, hay heridas que deben cicatrizarse. Pero se ha salvado la<br />

vida de Chile como nación libre y soberana. Esto es lo positivo y fundamental”. Silva Solar, Julio: Carta<br />

abierta a monseñor Medina. Planeta. Santiago de Chile, 1999. p. 64.<br />

168 Pla, Joaquim: Joan Alsina. L’altra versió. Claret. Barcelona, 1995. p. 83. Sobre este sacerdote gerundense,<br />

véase también: Arriví, Angel: Muerte de un testigo. Juan Alsina, sacerdote español asesinado en Chile. Verbo<br />

Divino. Estella, 1992.<br />

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