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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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VII. “¡COMPAÑERO PABLO NERUDA! ¡PRESENTE!”<br />

Tormenta en Isla Negra. Tras un recodo en el camino, frente a la inabarcable belleza<br />

del Pacífico y adornada por una frondosa vegetación, surge la hermosa casa de Pablo Neruda.<br />

Mientras el mar golpea furioso las enormes rocas de la playa, la lluvia torrencial, tan característica<br />

de Temuco, donde creció el poeta de Parral, otorga al paisaje una belleza singular.<br />

“Para escribir me hacía falta el vuelo de la lluvia sobre los techos”, decía Neruda, evocando<br />

sus inicios literarios. El poeta conoció aquel lugar en 1938 invitado por Eladio Sobrino, un<br />

viejo socialista español; llegaron a caballo y éste le mostró un terreno suyo apenas edificado<br />

que decidió adquirir. “Rebautizador incorregible y contumaz, cambia de nombre al diminuto<br />

poblado de tres familias. Lo llama Isla Negra, toponimia que delata su desvergonzada<br />

fantasía porque no es isla y su color no es negro”, escribió su compañero Volodia Teitelboim.<br />

Después de su prolongada y convulsa estancia como diplomático en el Próximo Oriente<br />

y España, Neruda anhelaba vivir junto al mar, un espacio que amaba y temía al mismo<br />

tiempo y por ello prefirió construir su “barco” en tierra. Uno de los salones de esta casa que<br />

como un niño creció con los años tiene dos buques atracados en sus paredes, un timón y<br />

varios mascarones de proa. Su preferido era María Celeste, tal vez por sus cristalinos ojos.<br />

Una incómoda escalera lleva a la estancia superior, donde almacenó los cinco mil volúmenes<br />

que donó a la Universidad de Chile cuando cumplió 50 años. Adentro, en una pétrea<br />

torre circular, está el dormitorio que compartió con Delia del Carril, “la Hormiguita”, su<br />

segunda esposa, con una cama pegada a un imponente ventanal que descubre la inmensidad<br />

oceánica; y junto a ella, la mesa donde creó “Alturas de Macchu Picchu”: “Sube a nacer<br />

conmigo, hermano...”<br />

En el estudio se hallaba su segunda gran biblioteca y conservaba sus colecciones de<br />

juguetes, botellas de cristal con barcos dentro, máscaras, insectos... En su escritorio, presidido<br />

por sendas fotografías de Lenin y Baudelaire, nacieron Odas Elementales y Memorial de<br />

Isla Negra. Detrás vemos fotografías de tres de sus poetas predilectos, Walt Whitman, Miguel<br />

Hernández y Federico García Lorca. Neruda conoció a Lorca en Buenos Aires a principios<br />

de los años 30 y su asesinato en 1936 “le cambió el mundo. Y él cambió la poesía.<br />

Había caído sobre ella una bomba, una gota de sangre del poeta sacrificado en el bosquecillo<br />

de Víznar. Seguramente esa gota de sangre desbordó un vaso que ya estaba rebosando<br />

con muchas gotas de sangre y muchas razones para su evolución o revolución” 206 . A partir<br />

206 Teitelboim, Volodia: Neruda. Sudamericana. Santiago de Chile, 1996. pp. 216 y 244. Véase también su<br />

conferencia impartida en la Casa de América de Madrid: “Los cinco continentes de Neruda”. En: Del<br />

Premio Cervantes a la Cumbre de Madrid. Voces de Chile en España. Aguilar. Madrid, 2002. pp. 29-45.<br />

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