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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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máquina de la tortura también me golpeó de lleno. Comprendí muchas cosas y desde<br />

entonces me he preocupado y obsesionado por intentar nombrar el mal, comprender, testimoniar,<br />

sabiendo que aquéllos que tal vez deberían haber dado su testimonio, los desaparecidos,<br />

ya no están; de ahí surgen mis libros, mis trabajos y el propio documental de La<br />

flaca Alejandra”. 444<br />

Hasta que a finales de aquel mes de octubre, y gracias a la solidaridad internacional,<br />

fue embarcada en un avión hacia Londres 445 , Carmen fue sometida a un régimen de incomunicación<br />

y aislamiento, de tortura psicológica, y tuvo que enfrentar a los agentes de la<br />

DINA que sin cesar intentaron que les entregara toda su información sobre el MIR. “Al<br />

final –aseguró Carmen ante el Tribunal Russell– uno puede resistir a todo esto, a todas esas<br />

maniobras y ese juego que usan en miles de casos, porque cuando decidimos quedarnos en<br />

Chile, cuando decidimos arriesgarnos, sabíamos el precio que debíamos pagar si corríamos<br />

ese riesgo y yo nunca me olvidé cuando estaba ahí, de las conversaciones con Miguel... de<br />

que al final lo que importaba no era yo, como ser individual, sino que yo desde ahí, aun<br />

presa, estaba cumpliendo un rol, un rol que iba más allá de mí, que decía relación con mi<br />

pueblo, con la situación de mis compañeros, con la situación de un grupo que estaba detrás<br />

de mí. Si a mí me lograban transformar en un ser individual, desligado de eso resultaría<br />

fácil quebrarme, pero yo tenía que resistirlo, pensar en eso... hacer esfuerzos por ocupar mi<br />

mente en algo, en caminar, en recordar, y al final creo que eso es muy importante decirlo<br />

aquí y en esta tribuna porque no se trata sólo de llorar sino de pensar que la represión es hoy<br />

en Chile un método de gobierno, que necesitan de ella para poder seguir adelante, que<br />

necesitan seguir haciéndola y cada vez más duramente y que uno puede finalmente recordando<br />

en lo que estábamos, en el momento histórico y todo lo que hay detrás, resistir a<br />

eso”.<br />

La dictadura sólo autorizó la asistencia de diez familiares al funeral de Miguel el 7 de<br />

octubre en el Cementerio General, a las 7:30 horas de la mañana y rodeados de un increíble<br />

dispositivo militar. Aquella mañana su madre, Raquel Espinoza, le despidió con unas palabras<br />

que nunca olvidaremos: “Miguel Enríquez Espinoza, hijo mío, tú no has muerto. Tú<br />

sigues vivo y seguirás viviendo para esperanza y felicidad de los pobres y oprimidos del<br />

mundo”. Su esposo Edgardo –fallecido en 1996– y ella, en un ambiente de cariño y protección,<br />

entregaron a sus hijos los elementos para ser “valientes, decididos, honestos, veraces,<br />

444 Levante, 18 de noviembre de 1999. p. 40.<br />

445 “Al cabo de incontables horas de interrogatorios –relató Carmen a Gabriel García Márquez–, de disputas<br />

entre los esbirros que trataban de sacarme informaciones por la fuerza y los médicos que cuidaban de mi<br />

salud; después de una operación difícil para tratar de rehabilitarme el brazo que todavía tengo inútil;<br />

después de la noticia terrible de la muerte de Miguel que me comunicaron en el hospital y la ansiedad por<br />

la suerte de su hijo que empezaba a moverse en mi vientre, después de tantas noches de soledad y horror,<br />

vino un coronel que me hizo firmar muchos papeles, me llevó al aeropuerto temblando de furia y me<br />

subió en un avión sin decir siquiera para dónde iba”. Alternativa, nº 28. Bogotá, abril de 1975.<br />

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