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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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sorpresa aumentó al cercionarse de que el resto de militares también se había ido, por lo que<br />

pudieron partir hacia el mediodía. José se refugió en la casa cercana de una amiga durante<br />

cuatro días. “Tuve mucho cuidado de no asomarme a las ventanas ni de salir en aquellos<br />

momentos de pánico y en aquel barrio bastante reaccionario”. Después se trasladó a la casa<br />

de otros amigos, pero les atemorizó su presencia.<br />

Justo en aquel momento recordó un hecho que califica de “increíble”. El 29 de agosto<br />

había inaugurado una exposicion de treinta pinturas a la que asistió el embajador de Honduras,<br />

país subyugado entonces por una junta militar, quien le explicó que necesitaba un<br />

cuadro muy grande para el comedor de su residencia. “Si me pudiera hacer un cuadro<br />

antiimperialista...”. Como ya no sabía a dónde ir, Balmes telefoneó a este diplomático,<br />

quien pasó a buscarle en su vehículo y le acogió en su sede diplomática, donde, al contrario<br />

de las de Suecia, México o Cuba, no había vigilancia militar. Durante aquellos días José<br />

siguió en contacto con su esposa, la pintora Gracia Barrios, y con su amigo Fernando Ortiz,<br />

miembro de la dirección del Partido Comunista, a quien comunicó que algunos compañeros<br />

podrían asilarse allí.<br />

Algunos días después Fernando le pidió que abandonara la embajada, vigilada ya sí<br />

por soldados, y con ironía Balmes explica que “por muy prusiana que haya sido la formación<br />

del ejército chileno, parece que no tienen tanta puntualidad como los prusianos. Nos<br />

dimos cuenta de que nunca eran puntuales en el cambio de guardia, que pasaban entre<br />

cinco y diez minutos hasta que llegaba el relevo. Entonces un día en ese intervalo salí y me<br />

fui a un lugar de la avenida Américo Vespucio, donde me esperaba Gracia en el auto y<br />

después recogimos a Fernando en una esquina cercana”. En la casa de unos compañeros<br />

éste les explicó que la dirección del Partido consideraba que determinados militantes y<br />

dirigentes debían dejar el país para denunciar los crímenes de la dictadura y participar de la<br />

resistencia en el exterior. “Les comunico oficialmente que ustedes tienen que salir”. Fue la<br />

última vez que vio a Fernando, uno de sus grandes amigos junto con Enrique París.<br />

Aquel mismo día, 12 ó 13 de octubre, José Balmes llamó desde la casa de una amiga al<br />

embajador francés, un hombre de filiación gaullista que participó en la Resistencia, para<br />

pedirle que les acogieran. “Tomé un taxi y fui directamente a la Embajada. Allí habían<br />

tenido cuidado de no informar a la junta de que tenían más de 300 asilados. Entré discretamente<br />

como si fuera a hacer algún trámite”. A la mañana siguiente el ministro consejero<br />

recogió a Gracia y a su hija Concepción y el 14 de noviembre volaron a París. 218<br />

Sólo en las primeras semanas posteriores al golpe de estado casi cuatro mil chilenos<br />

pidieron asilo en las embajadas y en mayo de 1974 la junta ya había tenido que conceder<br />

218 Sobre el exilio de José Balmes, véase el relato del agregado cultural de la embajada francesa: Husson,<br />

Roland: Nous avons mal au Chili. Syllepse. París, 2003.<br />

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