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DESPUES DE LA LLUVIA - Rebelión

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necida sonó el teléfono varias veces y en un momento determinado escuché que José dijo:<br />

‘Voy para allá”. Allende le había pedido que se dirigiera a La Moneda. “Se levantó el ejército<br />

y no sabemos cuántos leales nos quedan”, comentó a su esposa. De camino dejó a sus hijos,<br />

Carolina y José, en casa de su madre. “Lo recuerdo perfectamente, nos despertamos y percibimos<br />

un clima muy tenso, algo raro sucedía. Mi padre estaba muy preocupado. Partió<br />

con su escopeta a La Moneda. Mi hermano y yo, en lugar de ir al colegio, nos fuimos a casa<br />

de mi abuela y allí estuvimos todo el 11 de septiembre. Entendimos que algo muy grave<br />

estaba sucediendo”, recuerda Carolina, quien entonces tenía 8 años.<br />

Moy explica la incredulidad que compartieron muchos chilenos ante una situación<br />

desconocida. “La sensación de un golpe de estado era algo muy lejano porque no teníamos<br />

esa experiencia salvo episodios puntuales como el ‘tacnazo’ de Viaux en 1969 o el ‘tanquetazo’<br />

del 29 de junio anterior. Por tanto, aquella mañana hice cosas muy absurdas como lavarme<br />

el pelo o ponerme rulos en la cabeza; pensaba que todo se arreglaría y que José vendría a<br />

comer”. Su esposo le telefoneó en varias ocasiones para tranquilizarle y también Allende le<br />

llamó para pedirle que fuera a Tomás Moro 200. “Hay que impedir a toda costa que la<br />

Tencha venga a La Moneda”. Pero cuando la llamó ya se había marchado porque había<br />

empezado el bombardeo de la residencia oficial.<br />

Se comunicó también con algunas esposas de altos funcionarios gubernamentales e<br />

incluso con varios mandos militares para intentar averiguar qué sucedía y cuando supo por<br />

los bandos golpistas quién encabezaba la sublevación, se sintió aliviada porque creía conocerle.<br />

“Nunca nadie detectó los grados de crueldad que había en su cabeza. Pensaba que,<br />

como Pinochet estaba al frente del golpe, sería posible una negociación para una salida<br />

democrática que ni siquiera implicaría que Allende dejara la Presidencia, sino quizás sólo<br />

algunas concesiones para lograr consensos... Todo esto por supuesto no lo reflexionaba,<br />

sino que eran intuiciones. Pensaba que al menos conocíamos a los golpistas. Ahí el único<br />

peligroso era Leigh, una persona muy fascista, pero competente y capaz; porque Merino era<br />

tan estúpido, presuntuoso y tontorrón como Pinochet, quien se fue con los golpistas por<br />

oportunismo, no por haber hecho un análisis de la situación, porque era una persona muy<br />

primaria. Era un militar común, corriente y opaco que alardeaba de su lealtad hacia el<br />

Presidente Allende, que le aplaudía cuando otros militares no lo hacían. No tenía ninguna<br />

capacidad golpista, ni de liderazgo ni de organización; había gente en las Fuerzas Armadas<br />

mucho más competente”.<br />

Después del bombardeo de La Moneda José Tohá aún pudo comunicarse con su esposa<br />

desde las dependencias del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se encontraba<br />

junto a su hermano Jaime –ex ministro de Agricultura–, Carlos Briones –ministro del<br />

Interior– o Clodomiro Almeyda –ministro de Relaciones Exteriores– 86 . Pasadas las cinco<br />

86 Almeyda, Clodomiro: Reencuentro con mi vida. Ediciones del Ornitorrinco. Santiago de Chile, 1987. p. 245.<br />

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